miércoles, 4 de mayo de 2011

EL MANEJO DE LA SALUD COMO FUENTE DE PODER (JUAN DE DIOS MUÑOZ)

Pasión por transmitir su pensamiento
En la conciencia colectiva existe de manera latente el miedo a un apocalipsis de la especie y ha surgido el recurso de una reconciliación no técnica con la naturaleza. No es más el no saber lo que es peligroso sino el propio saber, no solamente por sus consecuencias inmediatas a nivel del individuo o de grupos de individuos sino a nivel de la propia historia. Esta es una de las características fundamentales de la crisis actual, la ciencia vive su etapa de máximo poder y prestigio, pero como se planteó en la conferencia mundial reunida por la Unesco en Budapest en 1999 debemos pensar dónde debe detenerse una investigación. Nuevamente es la prudencia, uno de los nombres de la sabiduría entre los clásicos griegos, la que se propone reorientar su desarrollo. Hace décadas, en los momentos fundacionales de la ciencia, también se hicieron hallazgos específicamente científicos estimulados por intuiciones éticas estéticas o religiosas. Un examen cuidadoso de la vida y obra de aquellos grandes protagonistas lleva a constatar la fuerza que en ellos tuvo el sentimiento de lo bello y lo sagrado. A su modo, echaron las bases de una reflexión metafísica justo en el momento en que los filósofos la abandonaban porque consideraban de buen tono imitara la ciencia. Toda vez que la ciencia delira cae en el cientificismo. Los resultados de la tecnociencia son maravillosos, pero implican un cambio incesante que tiende a independizarla no sólo de la ciencia sino de la sabiduría. La tecnociencia se apoya en un dinamismo saludable: la innovación. En cambio la sabiduría reclama un entronque con la tradición, es decir la continuidad de lo valioso aceptado por la criatura humana en el pasado. El sabio vuelve sin temor a lo arcaico cuando allí percibe una juventud que no languidece y cuando habla de innovación no está pensando en romper con la tradición sino en incorporarse a ella.
Desde una perspectiva pesimista o decadente podría pensarse que la proliferación de investigaciones hoy desplegadas por todos los rincones de las más variadas culturas es el dinamismo cancerígeno de una civilización enferma, un exceso de vida que haría pensar en la cercanía del fin. Pero también podría pensarse lo contrario. Que esa misma floración creativa es prueba de salud. El afán de penetrar en archivos olvidados, remover ruinas y detectar antiguos esplendores que durante siglos permanecieron mudos o ideas que brillaron como estrellas vienen a ser los síntomas de una anunciación de una nueva vida. La misma ciencia médica ve cómo se entremezclan terapias diversas, arcaicas y modernas, muchas de ellas emergiendo de distintas épocas, niveles sociales y tradiciones exóticas. En síntesis, se quiere rescatar el pasado del mundo y volcarlo sobre la vida presente.
El problema ya no está en saber poco de tecnología sino en saber demasiado y creer que el saber tradicional es obsoleto y despreciable.

NECESIDAD DE OTRA RACIONALIDAD MÉDICA
Thomas Malthus fue muy criticado, especialmente porque quería justificar la idea de que la miseria es una ley natural e inconmovible contra la cual es inútil luchar. Con su visión fatalista sostuvo que siempre habrá pobres porque la miseria tiene raíces en la naturaleza (la ley del agotamiento creciente de la fertilidad de la tierra) y no es debido a causas sociales. Independientemente del grado de veracidad de su teoría, lo rescatable fue el planteo de que existen límites del crecimiento, hoy plenamente aceptados… Curiosamente, las relaciones de hipótesis de Malthus se invierten en el siglo XX, la población creció en proporción aritmética (multiplicándose por cinco) y el consumo lo hizo geométricamente, multiplicándose por 16. El autor de la teoría no pensó que el consumo de los países ricos iba a aumentar tan desmesuradamente, y con esta desproporción en todos los ítems considerados, no puede esperarse más que una pronta catástrofe.
El 20% de los habitantes del planeta que reside en los países más ricos dispone del 87% de la flota mundial de vehículos y del 74% de las líneas telefónicas consume el 84% de todo el papel y el 58% de toda la energía y el 45% de toda la carne y el pescado. Los datos confirman que Latinoamérica prolonga su historia de los últimos cinco siglos, mientras que el florecimiento del neoliberalismo en los duros años de la década del 90 no hizo más que multiplicar la pobreza a niveles alarmantes.
Lo más terrible es que los analistas económicos destaquen los logros que muchas veces se miden en otros parámetros, que no siempre incluyen el valor vida - dignidad.
A principios del siglo XX se luchó por los derechos sociales, a comienzos del siglo XXI se lucha por los derechos culturales en nombre de la tolerancia, la diversidad y el respeto a las minorías, así como en nombre de un multiculturalismo que ha puesto en su lugar al universalismo orgulloso de los países centrales y dominantes. Pero no es cuestión de abandonarse a sueños demasiado dulces. Estamos muy lejos de semejante recomposición y vivimos en este momento una profunda crisis de la acción política y de sus representantes…
La historia del siglo XX es la historia de su decadencia y de la formación lenta pero perceptible de nuevos actores sociales que se alejan tanto de las antiguas ideologías como de las prácticas liberales. Desde muy antiguo el hombre trató de dar explicación y solución al problema de la muerte, sin embargo nuestra cultura occidental contemporánea es una de las que ha demostrado mayor incapacidad para aceptar el dolor y la muerte. No hay una filosofía de la enfermedad y del fin como en las culturas indígenas hay una epistemología médica de la muerte pero no existe una percepción sobre el valor de la enfermedad en el proceso de crecimiento espiritual. La cultura occidental está profundamente medicalizada, pero la humanidad sigue muriendo de enfermedades viejas y nuevas.
En los países subdesarrollados, el hambre, la desnutrición y las enfermedades infecciosas continúan presentes como en el siglo XVIII en Europa, por lo que la medicina de alta tecnología nada podría hacer para mejorar el estado de salud de esos pueblos y cabe plantearse si es preferible seguir confiando en la formación de nuevos médicos o ingenieros, o además definir proyectos que busquen un equilibrio de vida “no patógeno” con servicios de salud adecuados y eficaces.
La sustentabilidad es un complejo proceso que depende en gran parte de la aplicación de estrategias diversas y dependientes del entorno. Es muy difícil que la especie humana llegue a entender la importancia de la diversidad presionada por la uniformidad que impone la globalización… Es muy difícil conservar la diversidad cuando las fuertes tendencias actuales son generalmente homogeneizadoras en todo sentido. Desafortunadamente, este criterio de uniformizarlo todo inclinándose a favorecer lo principal, despreciando lo secundario, es una característica de los grandes sistemas económicos sociales de todas las épocas. Es nuestra negación de aprender de las comunidades vegetales y la subestimación del papel de cada uno de los organismos lo que nos ha llevado a esta época caótica de extinciones masivas.

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