lunes, 14 de enero de 2019

Encuesta del vivir bien y bello y buen convivir.


6-MARÍA GRANDE JUEVES 14 DE JUNIO.

Escuela Héroes de Malvinas, en la localidad de María Grande.
Encuesta realizada a seis docentes de colegios secundarios del departamento Paraná.

Los docentes dan clases en Hasenkamp, El Pingo, María Grande, María Grande Segundo, Antonio Tomás y Alcaraz.
Admitieron que tienen conocimientos que les vienen de la casa, sobre la producción de alimentos, y ofrecieron algunos ejemplos.
Mi papá siempre hizo huerta, criaba pollos. La familia lo hacía. Yo misma tengo huerta en casa, frutales, ahora limones, naranjas, mandarinas, un ciruelo que nació guacho. Ahora no tengo gallinas porque se las comen los perros, dijo una entrevistada.
Tengo conocimientos, me crié en una zona rural. Ganadería, agricultura, todo para el consumo de la casa.  Yo soy docente, y hoy sigue la producción en ese campo, pero ninguno de mis hermanos trabaja en el campo, delegan.
Otro caso: entre mis alumnos hay dos que saben, vienen del campo, y sólo uno de ellos con familia propietaria.
Una tercera docente: mis padres tenían huertas, gallinas. Yo soy profesora de economía y presenté un proyecto de huerta en la escuela, luego de hacer una capacitación en el INTA. Allí hacemos tomates, lechugas, acelga, rabanito, zapallo, y llevé incluso unas frutillas. Son estudiantes mujeres y varones, todos muy entusiasmados, incluso nos quedábamos más tarde, fuera de hora.  Iban con mate, galletitas, compartíamos. Hay una gran diferencia con las actividades en el aula, se muestran más animados en la huerta. Después me mandaban fotos, hacían canelones y los vendían para juntar fondos.
Apuntó que los alumnos comparaban la frescura y la calidad de las verduras de su huerta con las compradas.
En mi escuela acostumbran plantar un árbol en el sexto año, y se identifican con él. Mis alumnos eligieron una granada por ejemplo.
Una cuarta docente trabaja en una escuela de jornada completa con técnicas agropecuarias. Su casa paterna abarcaba media manzana, allí tenían gallinas ponedoras, gansos, huerta, higuera, quinotos, durazneros. Pero todo eso es pasado. Hoy no tiene patio, sólo algunas aromáticas.
Preguntamos: ¿dónde quedaron esos conocimientos de tus padres y tuyos? La respuesta: quedaron en mí.
En ese punto los docentes se explayaron sobre el éxodo rural. Se reconocieron como la última generación en relación con la producción propia de alimentos.
Mis papás venían de Sauce Pinto, vivían en el campo, mis abuelos también.  Esos conocimientos no llegan a mis hijos y a mis nietos. ¡No conocían una gallina!, se asombró.

Coincidieron en que, con diferencias, están en un punto de desapego casi total en relación con las actividades campesinas.
Una docente aclaró que tiene alumnos que conocen bien la actividad agropecuaria. Por ejemplo, una familia con cinco hermanos que saben de gallineros y trabajan en el tambo. Otro caso, una familia con cinco hijas mujeres y dos varones más chicos. Cuando terminan el secundario, el papá las hace trabajar un año en el campo y después pueden estudiar en la universidad o el terciario. Hacen tambo. Es un año de trabajo, tienen esa disciplina y la aceptan.
Otro caso: nunca di clases en escuelas de campo, sí en escuelas urbanas, incluso en Paraná. Soy de Hasenkamp. Me crié en casa de mis abuelos, en el campo, con un monte enfrente. Ahora ese predio quedó adentro del pueblo. Ese montecito desapareció por completo. Había un tajamar, y también desapareció, fue rellenado.  Ahí ya no hay vínculos con el monte, con el tajamar, se perdió. Mis abuelos tenían una manzana. Había cerdos incluso, huerta, todo lo que comían salía de ahí.
Cuando tenía seis años vivíamos con lámparas, sin electricidad ni agua corriente.  Luego nos cambiamos y seguimos con la huerta. Hoy ya no, no tenemos animales y no nos hacemos tiempo para cultivar algo en el terreno. Mis hijos conocen muy poco de eso, pero aunque no trabajemos nosotros en eso, tienen contacto a través de sus amiguitos.

Hasenkamp cambió mucho. Se urbanizó, se trazaron calles, mi abuelo tenía una manzana, hoy los terrenos son de 10 por 30, no se puede tener gallinas, ni hablar de los cerdos. Molesta el olor, el ruido. Incluso hay restricciones municipales y se han hecho multas por las gallinas. Los terrenos son chicos para la producción, aún en familias que conocen esas prácticas y por razones de espacio no pueden desarrollarlas.

Sobre la pregunta 2, el éxodo: mi suegro es molinero y siempre dice que no queda nadie en el campo. Que antes había boliches, bares, y hoy nada.
En el primer año, las autoridades de las escuelas tienen que ver si habrá alumnos. Este año tuvimos ocho porque llegaron mellizos. La matrícula es una preocupación.
Una profesora dijo que en un tercer año tienen dos alumnos. Otra dijo que en sexto tienen dos. Ocurre en distintas escuelas de la zona.

Una docente apuntó que en El Pingo sorprende la cantidad de taperas, incluso algunas casas hermosas abandonadas. ¡Dios mío, cada vez más gente se va!, fue el comentario con unas amigas, de visita en casa de descanso.
La gente busca oportunidades. La gente grande que queda tiene celular, y dos por tres llaman a la policía porque se ha sumado un problema: la seguridad. Viene gente de otro lado.

Una profesora dice que donde está en su mayoría son obreros, peones, no dueños de campos. La estancia contrata al papá y trabajan todos.
Si no son dueños, el propietario no los deja hacer quintas porque descuidan lo demás… esa es la excusa.  Incluso viven en casa prestada. Eso no arraiga.
Algunos no tienen luz eléctrica y en la zona el agua es salada.  No es como en otras escuelas, donde los chicos llegan en camioneta.  Acá es a caballo, en bicicleta, y si no los busca la traffic del Estado, no van a la escuela.

Interviene un profesor. Dice que buena parte del folclore de proyección en la región está formada por canciones con añoranzas sobre el exilio, recuerdos del paisaje, la tierra, la comunidad. Nombra al acordeonista Alcides Muller que siente, dice, una deuda moral con María Grande. Recuerda obras de Federico Gutiérrez que nombrar a las familias del éxodo.
Todos apuntas anécdotas sobre bailes y encuentros culturales de mediados del siglo 20, incluso con visitas periódicas de Tarragó Ros. Dicen que María Grande Segundo es “un país”, pero con muchos desterrados.
Hay bromas sobre la comunicación, sin tecnologías, y se preguntan cómo se enteraban las familias de los bailes y recitales.
Una profesora acota: pero volver al campo es difícil.

Para los chicos del campo, hoy la escuela es el lugar de encuentro con otros chicos. No hay clubes cercanos, las distancias son largas. Las familias  se llaman “vecinos” aunque estés a mil metros del otro, tan distinto a la ciudad donde a veces uno no conoce al de al lado.
Unos chicos les preguntaban hace unos días: ¿otra vez van a hace paro? En la ciudad, un  paro suele ser festejado por los alumnos.

Destacaron el esfuerzo de peones rurales para acercar a sus hijos a la escuela. El papá que llevaba a sus hijos a caballo y así cruzaba el arroyo Burgos crecido, y del otro lado los esperaba la traffic.
A veces los deja la traffic y caminan luego una hora para llegar a sus casas.
Dijo una profesora: donde yo vivía con mis padres había unas 15 casas, y hoy quedan tres.

Comentaron que un grupo de hacheros que vivía en una estancia fue desalojado cuando esa estancia se vendió. Hoy esas familias viven de la asistencia en un terreno fiscal.
Hicieron casitas tipo monoambiente. Allí se encuentran incluso familias de pueblos originarios y están “muy mal” en la zona de Alcaraz. Las casas no tienen aberturas, y les añaden extensiones de silo bolsa. Todo muy precario, con letrinas.
Dijo una profesora: “cuando los visitamos en una misión, a los chicos los vimos felices. Corrían, se reían, jugaban con las cabras. Descalzos y sucios pero felices. Nos decían que si te internás más en el monte hay otras casas así. Van a la escuela que está cerca, allí tienen un comedor”.
Una profesora reconoció que algunos de esos chicos recibieron maltrato en la escuela primaria. Discriminación y maltrato, incluso físico.
Comentaron que esas familias podrían hacer huertas, tener gallinas, cerdos, pero carecen de recursos y espacio. Incluso en la estancia no eran dueños de nada.
Una profesora contó que un  día fue a buscar a un alumno a la casa porque no asistía: cuando vi dónde vivía, casi lloro. Silo bolsa, sin cama, nada. Sin luz, sin heladera, sin agua corriente, con el padre alcohólico… y el chico llegó a sexto año del secundario con promedio 9, fue abanderado.
Los chicos cuentan que cazan jabalí para comer. En la casa, varios perros con ese fin.

Sobre el origen de los alimentos que los mismos profesores consumen: casi todo de afuera, incluso las papas, el tomate, las frutas. Algunos chicos tienen producción para el auto consumo. A veces los docentes les compran huevos.
Las familias son solidarias. Cuando se realizan reuniones para juntar fondos, el que tiene animales dona.
Una docente puso de relieve la diferencia (que entendimos, de oportunidades) entre el que es miembro de una familia de propietarios y el indigente.

Respecto de la contaminación: lo que más se nota es la fumigación. Hemos visto que limpian los mosquitos en el arroyo. De tanto en tanto se ven peces muertos.
Mis hijos iban a pescar, pero hoy no quedan peces, y no es seguro tampoco.

En Hasenkamp hay quejas contra las cerealeras que largan un polvillo. Sería la causa de muchas alergias.
Los docentes también hablaron de cáncer, pero no abundaron en ello.
También apuntaron contra los minibasurales en arroyos y caminos, con plásticos, bidones, e hicieron hincapié en el desmonte.
Esos chañares de antes ya no se ven, dijo una profesora.
Lo que era monte tupido, hoy es soja.
Reconocieron que algunos papás no están dispuestos a discutir el problema de los agrotóxicos o las cerealeras, a veces porque  son empleados.

A la pregunta 5 sobre el trabajo rural.: a mis hijos los veo muy urbanos. Desde que falleció mi papá dicen que vendamos (el predio que recibieron por herencia).

Los docentes vuelven sobre el tema de las taperas. Hablan de un lugar cerca de El Pingo donde había tres taperas, dos de ellas ya destruidas. La que quedó tiene un molino que sigue sacando agua pero el señor que lo compró no tiene animales, usa la superficie para cultivar soja, y tiró abajo una casa hermosa.
Una profesora recuerda palabras de un abuelo: mientras yo viva nadie toca ese monte, dijo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nos interesa tu opinión envíanos tu comentario y lo publicaremos.