lunes, 28 de octubre de 2013

EDITORIAL DE HORIZONTE SUR


A pesar de su extensión, reproducimos íntegro, por su  homogeneidad y coherencia interna, el editorial del {ultimo sábado.de Jorge Rulli Recomendamos su lectura completa, en medio de la cantidad de banalidades de los discursos en boga, es necesario y fascinante leer un texto con esta profundidad y claridad. 

Diversos sectores se movilizan en demanda de reivindicaciones ambientales, con esas reivindicaciones, tratan de preservar los recursos, el paisaje y en especial la salud de la población. Esos diversos sectores han crecido y se han multiplicado en los últimos años, a medida que han crecido asimismo, las agresiones innumerables del modelo rural, y de los procesos extractivos de la minería y del petróleo. Ahora existe en muchas personas, un conocimiento mayor acerca de los riesgos, también existe conciencia de los desafíos y muchos de esos grupos activistas, son más hábiles para saber cómo y dónde golpear para que sus quejas sean escuchadas por el Poder. Es que el desarrollismo y las propuestas de Crecimiento como únicas políticas proyectadas, se han generalizado en los sectores políticos dirigenciales sin mayores distingos, y esa sucesión de acciones, están provocando verdaderas devastaciones, a su vez que la inepcia y los actos extendidos de corrupción convierten la vida cotidiana del común de los argentinos, en un verdadero infierno.
La política de los últimos veinte años ha impulsado una urbanización compulsiva y los resultados son estas actuales megaurbes en que la población hacinada en extensas periferias, se encuentra prisionera de una extrema inseguridad, de un transporte espantoso y a todo riesgo de vida, de la ingesta de comidas chatarras, de su propio individualismo exacerbado, de su nueva y pavorosa insolidaridad social, de la indiferencia y del atontamiento que le produce la tele basura, de que les hayan cortado sus raíces y sus lazos de pertenencia a los lugares de origen, etc. Nada de ello ha sido casual. Cada consecuencia del actual sistema de vida que transforma en peleles a los argentinos, fue cuidadosamente planeada para someter, para banalizar, para debilitar, para enajenar, para enfermar y en definitiva, para colonizarnos…
Lo anterior refiere a continuidades históricas indudables, continuidades que se remontan a los fracasos del movimiento popular en los años setenta, en buena medida, consecuencia de los desvaríos demenciales de grupos iluminados, que hoy supervivientes muchos de ellos a la dictadura y al terrorismo de Estado, vuelven a ser activos protagonistas de los procesos políticos, tanto neoliberales como progresistas según el momento y el poder lo requiera.
El golpe militar del 24 de marzo, la Deuda Externa, la guerra de Malvinas y luego la Democracia tutelada, con todas las frustraciones colectivas que trajo aparejadas, son parte de una trama que nos conduce inexorablemente a este presente condimentado con relatos progresistas pero de indudable impronta neocolonizadora. Muchas veces referimos en estos micrófonos de Horizonte Sur, en que nos esforzamos por comprender la propia historia, la de nuestra propia tragedia como generación y como país, muchas veces referimos a la diferente sustancial entre los conceptos de derrota y de fracaso, como balance y como reflexión sobre aquellos años de vendavales revolucionarios. La idea de derrota, sobrentiende que faltaron fuerzas suficientes para vencer, y que de haberlas tenido los resultados hubiesen sido otros. No se cuestionan en este concepto, los modos en que se actuó, no se interpelan las estrategias ensayadas o la validez moral de los recursos que se utilizaron. En el concepto de fracaso en cambio, va de suyo implícita una mirada cuestionadora sobre las propias acciones, se manifiesta un deseo de comprender cuáles fueron los errores para no repetirlos, se expresa un ánimo reparatorio que conduce con frecuencia, a revisar los caminos que se tomarán en lo porvenir, no tan solo a criticar lo hecho anteriormente. Es evidente entonces, desde esa perspectiva, el modo en que la idea de derrota ha primado de manera obstinada, al menos en el grueso de  una generación y que esa concepción contumaz y soberbia se ha reproducido en buena parte de la generación más  joven….
En algunos de los últimos ensayos, abrumados por la tozudez y la general incompetencia de muchos de aquellos setentistas obstinados, sorprendidos siempre por sus renovados travestimientos y su creciente funcionalidad a los procesos de la Globalización, nos planteamos la necesidad de resignificar la Revolución con la que alguna vez soñamos. Lo hicimos no solamente convencidos que la idea de Revolución como proyecto de cambios y como horizonte de sueños, ha sido inherente al hombre en sociedad y que necesitaríamos hoy disponer de ese concepto renovado, como motivación para imaginar futuros posibles y mejores que nos animen a cambiar… Lo hicimos también pensando que, en la medida en que la idea de Revolución que mantenemos está ligada a la toma del Poder y además a procesos fundamentalmente materiales o productivos que determinan los procesos históricos, no solamente el concepto se hace obsoleto además de anacrónico, sino que en su absoluta inutilidad real, podría estar justificando el que tantos, que aún mantienen o cultivan esos conceptos como meras reminiscencias u objetos entrañables de vidas pasadas, justifiquen en aquella imposibilidad sus agachadas actuales, su repugnantes politiquerías  presentes, sus negociaciones turbias con las Corporaciones y hasta la entrega reiterada de la Soberanía Nacional, en la que por otra parte jamás creyeron…
El mantenimiento pertinaz de una idea de Revolución anacrónicamente leninista o castrista, aunque inhablada, pero subyacente en la conciencia, nos condiciona mucho más de lo que imaginamos. Por supuesto que, nadie en sus cabales subiría hoy al monte para instalar un foco y una vanguardia revolucionaria, pero si muchos son capaces en cambio, de proponernos su propio partido revolucionario como una salida mesiánica y por supuesto singular, o acaso el control proletario de la Barrick o de Monsanto, no faltan los que se proponen de manera similar a la Presidente, industrializar la ruralidad, aunque lo matizan con la sorprendente sugerencia de hacerlo bajo control obrero… Es que pareciera estamos atrapados en una cerrada cosmovisión urbana, propia de miradas materialistas excluyentes, miradas economicistas y modernizantes que nos condenan a vivir en la mutilación de toda posible espiritualidad. Pretendemos de esa manera, modificar las cosas, pero solamente en el orden en que nos han sido dadas por el capitalismo industrial y por la sociedad de consumo, sin intentar modificarlas de raíz ni buscar otros horizontes…La ausencia de una idea válida de Revolución que nos motive, nos deja desamparados frente a los desafíos cotidianos, nos relega como Pueblo a una vida sin mayores propósitos, que no sean los que la misma publicidad del sistema nos propone, nos condena a una chatura del pensamiento en que la presunción de que otro mundo es posible se convierte a lo sumo en mero estereotipo, que se disipa en el aburrimiento y el hastío…
Las consecuencias de estas miradas cortoplacistas y de estos empeños sin mayores ambiciones ni esperanzas, se traducen en el modo sistemático en que las grandes luchas se repliegan sobre propósitos menores y mezquinos, el modo en que aceptan acotarse y se reducen a ciertos presupuestos mínimos, casi miserables, vergonzantes... Así ocurrió con las luchas contra el modelo de sojización que se expresaron en su momento como Paren de Fumigar. Llegamos a verificar un espantoso agro genocidio y lo denunciamos a todos quienes quisieran informarse. Cinco años después y bajo el liderazgo de ambientalistas ramplones y pragmáticos, tanto como de personeros del actual gobierno progresista, el grueso de los movimientos que luchan contra las fumigaciones se encuentran atrapados en una discusión sobre los metros en que los fumigadores deberían alejarse de los límites urbanos. No solo se legitima de esa manera el modelo de agricultura química que ya  ni siquiera se cuestiona, sino que asimismo se da por sentado que el modo de vida de la sociedad debe ser urbano y se sobrentiende que si alguien persiste en la extraña costumbre de vivir en el campo, quedaría simplemente librado a su suerte, frente a los sojeros y al uso sistemático de venenos que acompañan a la actual agricultura.
El resultado de tantos extravíos, de tantas miradas cortoplacistas y de la ausencia de una hipótesis de cambios profundos que nos permita imaginar otro tipo de sociedad, afecta seriamente nuestros juicios de valor, y más específicamente, condiciona en el plano de las reivindicaciones, el modo en que priorizamos los temas e inclusive si somos capaces de verlos o de no verlos siquiera como problemas. Así en  medio del fárrago electoral la suma de discursos y relatos que ponen el acento en temas accesorios y que nos llenan la cabeza de palabras intrascendentes. En medio de tanta parrafada inconducente se anestesia la conciencia, la sumatoria de información como de frases estereotipadas nos  hace perder el rumbo como en medio de una pesadilla… nos atrapa la inmediatez de las amenazas y pensamos en la megaminería o en el Fracking como enormes amenazas centrales casi excluyentes, mientras dejamos de ver que entre progresistas y sojeros se está dejando sin suelo a las próximas generaciones de argentinos. Han resuelto mantener los supuestos éxitos de los record de cosechas y de las grandes exportaciones a cambio de hipotecar todo futuro… y ni siquiera lo advertimos ni parecemos preocuparnos por ello. No puede haber un crimen mayor que dejar a un Pueblo sin porvenir… arrebatarle para siempre la riqueza que lo caracteriza, y es lo que se está haciendo sistemáticamente. Cada vez más, resuenan de manera aislada todavía, voces autorizadas que nos recuerdan que los suelos que nos caracterizaron ya no existen, que el deterioro y la desertización provocados por los malos manejos y los monocultivos son irreversibles, que las propias políticas del Estado no solo han impedido desde hace mucho, la rotación tradicional ganadería agricultura en que se basaba nuestra tradicional sustentabilidad, sino que ahora han llegado a dificultar las mínimas rotaciones con maíces y con trigo, llevando el monocultivo de Sojas transgénicas a su máxima expresión y anticipando un pronto colapso de nuestros mejores suelos… Con cerca de sesenta millones de tierras agrícolas, nuestro país tiene casi una hectárea y media por habitante, sin contar además, todas las tierras marginales, los esteros, los montes y las zonas de montaña… Podemos imaginar con esas cifras que cada familia argentina podría disponer de seis o más hectáreas si estuviera dispuesta a vivir en la tierra y ponerla en capacidad de producir alimentos sanos y de gran calidad. Pese a ello y por el camino en que vamos, de creciente erosión y desertización de los suelos, paradójicamente, estamos condenando a las próximas generaciones de argentinos inexorablemente al hambre…
Jorge Eduardo Rulli

jueves, 24 de octubre de 2013

Las cosas que veo


“Parece mentira las cosas que veo por las calles de Montevideo” Finaliza Jaime Roos en Adiós Juventud, para referirse a las cosas que se han ido perdiendo en su ciudad. Estuve una sola vez en Montevideo, pero me encanta la canción y me lleva a parafrasear a su autor… Las cosas que veo, las cosas que he visto en los últimos días en mis pagos, que me llenan el alma de esperanza.
He visto a más de 250 niños y jóvenes del sur entrerriano juntarse para compartir, conocer y celebrar la vida sin que los afecten las pequeñeces de los adultos.
He visto  a una adolescente exponiendo con libertad, fundamento y responsabilidad su pensamiento de disconformidad, más allá de las respuestas burdas e interesadas de algunos supuestos mayores.
He visto a unos tíos viajar más de 3000 km para visitar y hacer felices a sus familiares, más allá del tedio de rutas y climas. Los vi traerse como recuerdo imborrable la emoción de sus sobrinos.
He visto Grandes grupos de gurises larroquenses organizarse, jugar, compartir, desarrollar ideas y arte sin que los desvíen ni los frenen las actitudes ni los intereses de algunos adultos.
He visto a un grupo de amigos y familiares movilizarse pidiendo justicia y rezando por la salud de su amigo, más allá de las tibias idas y vueltas del accionar  de la justicia.
He visto a un grupo de personas preocupadas por la situación de su pueblo debatir con libertad y responsabilidad durante varias horas sin que mediara ningún sueldo ni otro interés económico.
He visto a jóvenes larroquenses participar activamente de competencias deportivas y de conocimiento a nivel provincial y/o nacional, poniendo todo de sí más allá de los resultados.
He visto a dos jóvenes universitarios, hacer un alto en sus estudios para celebrar su matrimonio y comprometerse mutuamente y con su comunidad familiar y de amigos y festejar con ellos de una manera que nos emocionó hasta las lágrimas. Los vi consagrarse a la Virgen con una dulzura que no dejaba dudas de su sinceridad. Los vi iniciar el baile, la fiesta con una zamba ensayada especialmente para agasajarnos y demostrarnos su amor.
He visto una fiesta de amigos y familiares, alegre y sencilla, dulce y amorosa en donde por un invaluable espacio de tiempo nos salimos del tren de la modernidad, de la presión del mercado, de las falacias de la política, de la mordacidad de la crítica, para sentimos una verdadera comunidad, y dejarnos llevar por el tren de la alegría, la presión del abrazo franco, la verdad del rito, del símbolo, de la entrega, la dulzura de la alabanza.
He visto a un entusiasta grupo de mujeres dedicar su esfuerzo, su tiempo y talento cotidianamente para que sus hermanos en situaciones menos ventajosas puedan satisfacer más fácilmente sus necesidades básicas. Las vi esmerarse sin un solo gesto de autopromoción, sin esperar elogios ni reconocimientos.
He visto a un equipo de adultos comprometidos, dejar de lado su tiempo de descanso, de esparcimiento, para brindar un espacio de contención de participación a niños y jóvenes cada semana de cada mes del año, alentándolos aún sintiéndose decaídos, acompañándolos aún sintiéndose solos, orientándolos, cantando sin saber cantar, rezando con más responsabilidad que fe, corrigiéndolos o marcándoles límites con dolor.
He visto a abuelos festejando con gallardía y compartiendo con gratitud cada nuevo año de vida que el Señor les brinda.
He visto a un pueblo vivo y alerta reaccionar ante la estulticia y hacer retroceder un proyecto perjudicial para su salud urbana.
He visto al artista cantar y contar su pueblo con la ternura de un hijo y la precisión de un científico.
Lo dejo a Jaime para finalizar y recuerdo a Tirso que nos habla de Larroque al decir:
“Mi pueblo silba un son, americano son, guarda en su acento los silencios del Chaná.
Mi pueblo tiene voz de primas y tambor…
Pero no habrá en el mundo oro ni latifundio, oro que opaque el himno a la diversidad.
Mi pueblo es más que yo, es más que vos, ¡Gringo y canario!
Chamamé de alpargatas  en mil casitas chatas…
Mi pueblo es una mujer Con ojos de María Esther, sonrisa abierta… Dar para ser.”

miércoles, 23 de octubre de 2013

Larroque


Aquí publicamos las sentidas palabras con las que Carolina nos contó desde sus entrañas, desde lo más profundo de su alma desgarrada, su relación con Larroque.
Nos dijo:

"A través de mi percepción, escribo sobre este año y medio, año difícil como pocos, donde Larroque fue el escenario de nuestras vivencias.
Es por ese "filtro" interno, que mi mirada es muy parcial y teñida, en los comienzos de nuestra estadía, de desarraigo.

A Larroque...

Busqué a mis afectos en tus caras,
busqué la cordillera en tu horizonte,
busqué monte, misterio y no los encontré.
Te juzgué y te maldecí,
lloré y escupí
Pero gracias a vos entendí, 
que la guerra la llevo adentro 
y que es necesario cambiar mi percepción para mirarte...

Gracias por tus gurises de sol y de tierra,
de risa fácil y mano tendida
Amo las banquinas de tu periferia,
pero me duelen tus árboles urbanos sin brazos
No quiero para vos el aire envenenado

Gracias por tus sonrisas serenas y hospitalidad
por tus miradas interrogantes y un tiempo detenido, eterno
Gracias por ser amiga entrañable de mi hijo 
y por ofrecernos tierra para echar raíces

Gracias Mingaché
por enseñarme otros vuelos, 
pensando en conjunto, en comunidad

domingo, 20 de octubre de 2013

6to encuentro: "Pensando en Larroque"


“Cuando llegué por primera vez a Larroque, allá por 1983, unos meses antes del resurgimiento de la democracia, me impresionó ver, desde la cuchilla, al pueblo hacia abajo, con sus casas desparramadas, muchos espacios vacíos, a tal punto que me resultaba difícil orientarme; un diseño muy distinto al pueblo de donde yo venía pero que por alguna razón no me desagradó.” Así comenzó Nora Lorenzatti una encantadora exposición sobre su visión acerca de nuestro pueblo.


Tal la consigna que, al igual que en los encuentros anteriores, les planteamos en esta ocasión a varios amigos de Mingaché que vinieron a vivir a Larroque desde otros pagos natales.
Yo venía de otro pueblo pequeño de la provincia de Santa Fe, nos dice Nora, así que la adaptación  me fue sencilla, además la gente era muy amable y enseguida me hizo sentir bien. Profesionalmente me fue bien y me integré con comodidad por lo que al poco tiempo me sentía una más del pueblo. Recuerda que el intendente en ese momento era Evar Olivera, que el teléfono aún funcionaba a través de una central con operadores como Tati Mettler y Elsa Bultynch, que había muchas casas humildes pero no ranchos ni asentamientos marginales. Había familias muy numerosas que tenían sus propias celebraciones y vida interior y tal vez por eso les costaba abrirse al resto de la comunidad. Parecía que en muchas partes de Entre Ríos, quizás por el aislamiento anterior a la construcción de los puentes, se daba esta realidad de que las familias, los hogares eran como muy para adentro. Sin embargo la actividad social era intensa, importante y hoy lo es más, con muchos espacios de participación, eso no es común verlo en otros lados; siempre hubo muchos niños, las plazas se llenaban (y se llenan) de chicos.
Noté que la gente de Larroque miraba mucho más a Gualeguaychú que a Gualeguay a pesar de que la distancia era mayor, eso me gustaba, era bueno, porque seguía ese ritmo más ágil, más moderno que tiene Gualeguaychú, con muchas sociedades intermedias activas, dinámicas, a pesar de que me extrañó la ausencia de cooperativas que en mi pueblo eran muy numerosas, especialmente las de producción agrícola y las de crédito; al principio buscaba la cooperativa y resulta que no había. La única era la de consumo de agua potable. El motor de la economía era el frigorífico de aves. Cuando este cerró se hizo evidente que Larroque tenía recursos para enfrentar la crisis, su gente fue consciente, solidaria y creativa, al poco tiempo comenzaron a surgir pequeños emprendimientos que mantuvieron vivo al pueblo.
Otra característica notable que me sorprendió fue la religiosidad, la homogeneidad católica y la convocatoria que tenía la Iglesia, no conozco otros pueblos que sean así, por lo general hay varias religiones, como en Monjes y mucha menor práctica religiosa. Esa costumbre nos dejaba un poco de lado a los que veníamos de otras costumbres.
Lo que más extrañé, nos dice, fue la falta de medios de transporte públicos, las comunicaciones eran muy difíciles. En mi pueblo natal, Monjes, situado entre Santa fe y Rosario, pasaban ómnibus a cada rato, uno o dos por hora, aquí era uno o dos por día, los viajes a Paraná por mi profesión o las visitas familiares se hacían muy difíciles; en eso se ha progresado mucho en los últimos tiempos, en todo el sistema de comunicaciones, se nota más en el boom de los celulares y la Internet.
Al principio me llamaba la atención, nos cuenta,  la rivalidad entre los chicos de los colegios, más que nada los secundarios, muy competitivos y apasionados por su colegio, eso también ha cambiado, los chicos de los colegios interactúan más, se juntan, comparten más. Por otro lado ve un cierto retroceso en la calidad educativa pero que no es exclusiva de Larroque, sino que parece ser en todo el país.
Siempre fue un buen lugar para vivir, y aunque ha crecido y progresado mucho, sigue siéndolo, me alegra haber venido, me siento cómoda y bienvenida, me siento de aquí. Debemos descubrir lo afortunados que somos por el lugar que tenemos.
Silvia González coincide con Nora en la apreciación sobre la religiosidad de la sociedad, parecía haber como un mandato social de ser religioso, aún cuando no hubiera tanto convencimiento; hasta en las escuelas laicas estaba presente la religión, lo cual para mí era muy llamativo. La personalidad del Padre Paoli marcó profundamente a la sociedad larroquense y su cultura.
Los comentarios se van a ir alternando con anécdotas tiernas, humorísticas, íntimas que van mostrando un verdadero cariño por el pueblo y recuerdos de un buen “estar siendo”.
Una de las primeras cosas que noté fue que aquí la vida era muy apacible, para bien y para mal, es decir, por un lado el cariño de los vecinos, de los familiares, su respeto y delicadeza, me hacían sentir muy bien; la espontaneidad y sencillez con que la gente compartía sus cosas, me hicieron la vida fácil, me hicieron sentir como en casa, me encantaba esa forma sencilla de vivir, de arreglarse con poco, de no estar pendiente del tener más, no sentías que te faltara nada, ni siquiera tenías con qué tentarte; pero por otro lado, yo venía de una ciudad mas grande, Lincoln en la provincia de Bs. As, así que extrañé algunas cosas, el cine por ejemplo; de todos modos fueron más las positivas que encontré aquí que las que añoré de mi ciudad.
Había mucha integración social, el pueblo convergía en los mismos lugares, las escuelas, los clubes, las instituciones, “eso tiene una riqueza que no sé si la gente de Larroque logra ver, eso genera una verdadera comunidad”. El larroquense quiere mucho a su pueblo, lo vi antes en mi esposo y sus amigos y lo veo ahora en mis hijos.
La gente vivía con mucha tranquilidad, sin miedos, sin grandes preocupaciones, hasta en lo tributario me llamó la atención por ejemplo, que no había presión desde el municipio para cobrar las tasas; se vivía de puertas abiertas, y ojalá que pudiéramos conservar esa idiosincrasia, deberíamos ocuparnos en preservarla.  
En síntesis, siento que he recibido de la gente de Larroque más de lo que he dado, me resulta fácil vivir aquí, me siento muy de acá, porque la gente me hizo sentir así.
Silvia Filipini coincide con Silvia González en destacar la tranquilidad de la vida larroquense y la importancia que ello tiene para hacer que una se sienta bien, cómoda, pero se inclina más por destacar algunos cambios que se produjeron en los últimos tiempos que, “pensé que nunca iban a llegar”.
Hace unos veinte años comencé a venir a Larroque y relacionarme con su gente pero sin pensar en venirme a vivir; yo crecí en una ciudad, Concepción del Uruguay, y me sentía un “bicho urbano”, habitante del cemento, así que me impactó seriamente la obscuridad nocturna y la dispersión de las casas.
Después de unos años de vivir en las islas, me fue gustando la vida tranquila y al crecer los hijos nos pareció que Larroque era un muy buen lugar para su educación e integración social. No me costó adaptarme, aún cuando sigo trabajando afuera, me siento muy bien aquí, la tranquilidad es impagable, la confianza entre los vecinos es muy valorable.
Siempre pensé en Larroque como un pueblo chico, pero la realidad es que ha crecido mucho, y eso no estaba en mis pensamientos. Hoy me preocupan las relaciones entre la gente que quizás tengan que ver con ese crecimiento, ya nos conocemos menos entre todos, nos va ganando el consumismo y una visión progresista que copia costumbres de las grandes ciudades, árboles talados,  residuos mal tratados, basura en las calles, y otras más serias como el alcohol y las drogas entre los jóvenes. Me ha tocado ver chicos y chicas de 12 o 13 años salir de un baile muy alcoholizados.
Esta visión crítica no significa que no me guste estar aquí, sino por lo contrario, que me preocupa y quiero lo mejor para el que considero mi pueblo y su gente, donde soy feliz y quiero seguir siéndolo.
Carolina Marull es miembro activo de Mingaché, entre las expositoras de este encuentro es quien menos tiempo lleva entre nosotros. Creció en Bs. As., pero al terminar la universidad se fue con Matías Vattovez a trabajar al interior, primero a El Chamical en La Rioja y más tarde a Aluminé en Neuquén, donde vivieron varios años. Habíamos venido a Larroque de visita porque tenemos amigos aquí y habíamos disfrutado de su tranquilidad, de la apacibilidad del lugar, eso de tomar mates en la vereda (cosa que en la Patagonia es impensable). Sin embargo extrañé mucho Aluminé. Me costó mucho aceptar a Larroque como mi hogar, aún me cuesta, me vine como empacada por las circunstancias. Es claro que el pueblo no tenía nada que ver con mi situación, la gente fue siempre muy amable; al llegar no más nos esperaban cuatro familias para ayudarnos y ahí me empezaron a ganar los afectos. Yo sentía que Larroque intentaba adoptarme y era yo la que me resistía. Sentí mucho el desarraigo y por eso mi observación está teñida por sentimientos muy recientes, es muy subjetiva.
Sí noté la homogeneidad cultural de la sociedad, como una gran diferencia con Aluminé, donde la integración de las comunidades aborígenes es siempre una deuda pendiente. Quizás eso los haga tan hospitalarios que es imposible negárseles aún cuando una venga con reticencias interiores. Mi hijo es inmensamente feliz aquí y eso no tiene precio.
En esto coincide Matías Vattovez, su compañero de vida y profesión, Larroque es un lugar de brazos abiertos que te ayuda a integrarte rápidamente, la gente es cálida, sencilla, es lindo y fácil vivir aquí, nos dice.
Carolina nos lee entonces un texto escrito para la ocasión que por su profundo sentimiento y ternura lo dejaremos para una próxima publicación.
Al finalizar se produce un interesante debate sobre las diferentes apreciaciones que pueden tener los naturales de Larroque que por razones de estudio o trabajo han pasado un tiempo afuera y luego regresaron y no notaron tanta solidaridad y amabilidad, al menos no con la intensidad con la que la describieron los expositores, quienes fueron recurrentes en esta apreciación.
Quedamos en encontrarnos a principios de noviembre para un 7mo encuentro. Que así sea.