lunes, 14 de enero de 2019

Encuesta del vivir bien y bello y buen convivir.


16-GUALEGUAYCHÚ AGOSTO.

Encuestados: Juan y Andrea (esposos) y Angela y Ramón (esposos)
Viven en Barrio La Cuchilla de Gualeguaychú.

Los primeros pobladores del barrio La Cuchilla fueron vecinos que llegaban desde las zonas rurales.
Al principio, muchos de ellos se dedicaron a la fabricación de ladrillos, ya que el lugar se los permitía por la gran extensión de terreno que había en el lugar. Con el correr del tiempo, la zona comenzó a poblarse con otros vecinos que también llegaban de la zona rural y de las zonas costeras de la ciudad. Muchos fueron erradicados de las zonas inundables y pasaron a vivir en La Cuchilla.

Juan y Andrea son una pareja que oscila los 40 años. Juan hace changas de albañilería y Andrea trabaja como empleada doméstica y percibe la asignación universal. En tanto Angela y Ramón son adultos mayores, ya jubilados.
Todos ellos manifestaron tener conocimientos sobre cultivo de vegetales y crianza de animales.
De hecho, ambas parejas hacen quinta en una porción de terreno de sus viviendas. Lo hacen a través de programas del INTA, que les provee semillas dos veces al año.
Cosechan tomates, cebollas, lechuga, morrones, etc. Todo lo destinan al consumo del hogar.
Afirman sentirse muy satisfechos por eso, porque les ayuda a su economía familiar, pero además porque aún pueden sentir el buen sabor de los vegetales, lo cual no encuentran en los productos que se compran en una verdulería.
Ninguno de ellos tiene conocimientos como para trabajar la tierra a una escala mayor. Angela recuerda que su padre trabajaba en el campo (en Almada).
También nos cuenta que tenía muchos familiares en Almada dedicados al campo y que finalmente todos se vinieron a la ciudad.
Sobre los motivos de tal éxodo, nos comenta que todo comenzó cuando esos pueblos se quedaron aislados, por la falta de transporte y caminos. No tenían modo de mandar sus hijos a la escuela y el campo cada vez rendía menos.

Preguntados sobre si podrían estar dispuestos a trabajar en el campo, Juan y Andrea dicen que podría ser, pero que no tienen conocimiento para ello.
Sin embargo, aceptarían capacitación y lo ven como una buena salida laboral más firme que lo que actualmente hacen.
También afirman que sería necesario contar con las herramientas, al menos para comenzar, como también recalcan la importancia de contar con servicios básicos como electricidad y transporte para moverse y escuelas cercanas para sus hijos.
Andrea y Juan tienen cuatro hijos. Comentan que uno de ellos, que  tiene 18 años, sueña con trabajar en el campo y que le gustan mucho todas las tareas rurales. Nos dicen también que cada vez que puede, se va al campo de una familia amiga y allí se queda ayudándoles y aprendiendo.

Hablamos sobre los agrotóxicos y la falta de cuidado del ambiente. Angela y Ramón afirman que en algunas visitas que han hecho al campo, en la zona de Almada, observan que los arroyos tienen un color verdoso. Recuerdan que antes no era así. Saben que los pesticidas que se usan terminan contaminando el agua de los arroyos y ríos.
“Pero nosotros no le echamos nada a nuestras verduras en la quinta”, dice Angela con orgullo. “Corremos los bichos con las aromáticas y las malezas las sacamos a mano”.
Preguntados si sería posible realizar emprendimientos asociativistas, en conjunto con otros vecinos, trabajando la tierra, nos comentan que alguna vez se intentó en el barrio con un terreno muy grande que había lindero al barrio. La experiencia no fue buena, porque no hubo forma de detener los robos. Ellos trabajaban y por las noches les robaban todo. Otro de los problemas que surgió fueron los conflictos entre los integrantes, porque comenzaron las discusiones porque unos trabajaban muchas horas y otros muy poco, pero a la hora de recaudar era para todos igual. Eso hizo que con el tiempo el proyecto fracasara.

En relación al acceso a la vivienda, todos coinciden que les ha sido muy difícil tener la casa propia y que nunca la hubieran alcanzado si no hubiesen tenido la ayuda del estado.
Coinciden todos en que el sistema de autoconstrucción es una buena idea. De hecho, Angela nos cuenta que tres de sus hijos tienen su casa propia lograda por ese sistema.
El problema es que les llevó muchos tiempo hacerla y mientras tanto ella alojaba en su casa a sus hijos con sus familias. Vivían muy hacinados. “Ahora es un alivio, tenemos la casa para nosotros solos”, dice sonriente.

Sobre su vida en el barrio, Angela y Ramón dicen que no lo dejarían por nada. Vivieron toda su vida allí. Andrea y Juan hace algunos años que llegaron al barrio tras vivir en la zona inundable del barrio Munilla y dicen que, a pesar de las inundaciones, extrañan la forma de vida que tenían allí.

Todos se quejan de los problemas que se han originado en el barrio con las drogas. Hay muchos robos y muchos episodios de violencia. Ellos se sienten afortunados porque sus hijos y nietos (en el caso de Angela y Ramón) no han caído en las adicciones.
También manifiestan su malestar por la presencia de un hogar de recuperación de adictos que se ha instalado en el barrio. Afirman que, por las noches, es un total descontrol y los jóvenes que allí están salen por el barrio a robar lo que sea.
De todos modos, aprecian y agradecen estar allí por tener su casa propia. No hubo ningun comentario respecto de las cosas lindas del barrio.

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