lunes, 14 de enero de 2019

Encuesta del vivir bien y bello y buen convivir.


18-CONCORDIA VIERNES 24 DE AGOSTO.

Escuela 23 República Oriental del Uruguay, Calle Pellegrini 136, Concordia.
Y conversaciones con integrantes del grupo ecologista Luz del Ibirá.

Escuchamos a un grupo de catorce estudiantes, chicas y muchachos de los últimos cursos de la educación secundaria, bien dispuestos a hablar de alimentos y biodiversidad y en general distantes de la producción. Todos de Concordia, excepto una chica con cuna en Federal.

De entrada explicaron que en el establecimiento educativo tenían una quinta con lechuga, acelga, zanahoria, cebolla, perejil, pero aclararon que nunca cosecharon de allí, sino que participaron de la primeras tareas, y no sentían que hubieran sembrado, es decir, no tenían incorporada el concepto de siembra, por lo que entendimos que el proyecto de huerta propia era incipiente.
Aunque muy urbanos y de barrio, las y los estudiantes por alguna vía tenían vínculos con los alimentos. No es raro allí tener padres o tíos en la cosecha de arándanos o citrus, o alguna vecina con gallinas.
Si bien de los 14 hubo 7 que respondieron que tenían un gallinero cerca, en la cuadra, sólo una de las alumnas dijo que su mamá tenía gallinas, y cuando le preguntamos al conjunto por la posibilidad de un gallinero pequeño, todos señalaron una dificultad principal: los perros.
Fue algo sorprendente: cada uno explicó que con dos o tres perros y perras en casa se hacía imposible, y nos llamó la atención por la abundancia de mascotas grandes que ocupan gran parte del escaso espacio que poseen en los barrios.
Otros dijeron que no sabrían cómo criar las aves. Y hubo bromas por otro problema: la inseguridad. “Te saltan por el fondo”, dijo una alumna.

El problema del éxodo fue tomado en la charla como algo natural. Dijeron que tienen compañeros en la cosecha de manzanas y peras en el sur, por caso. “Siempre fue así, se van”, se escuchó.
Otros admitieron que tienen amigos que se marcharon a Buenos Aires. Uno dijo que tenía primos y tíos en Paraná, en la escuela de oficiales de la Policía.

A una pregunta sobre los alimentos, como era de esperar todos pensaron en verdulerías y carnicerías, y sólo como excepción uno dijo que en el barrio había paltas y otro que en la casa tenían tomates.
Al ser un grupo netamente urbano, no sorprendió la distancia con la producción de alimentos, pero al mismo tiempo nos llevó a reflexionar en torno de la pobreza, porque las características de estos grupos llevan a pensar en lo necesario de la huerta propia, por caso, para facilitar la alimentación familiar con productos cercanos y sanos.

Sobre el cuidado del ambiente: “hay basura por todos lados, nadie limpia nada. Basurales grandes y chicos”.  La deposición final de los residuos fue el problema repetido. También comentaron de la tala de árboles.
Allí surgió una iniciativa del establecimiento educativo que tiene a los estudiantes muy interesados: el Sendero. Se trata de un espacio de monte junto al río, a pocas cuadras del colegio.  La militancia de los docentes permitió que se declarara Sendero protegido por ordenanza municipal, con lo cual rescataron un basural para facilitar el desarrollo de monte nativo.
Una profesora mencionó el caso de las algas en el lago de salto Grande, y fue comentado por los estudiantes.

Consultados por la posibilidad de hacer algo propio vinculado a los alimentos, de los 14 sólo uno dijo estar dispuesto. Explicó que le gustaría vivir más en las afueras si hubiera posibilidades. “No te vas a quedar toda la vida con tu papá, tenés que buscar un futuro”, comentó. Los demás se mostraron inclinados a la docencia, la enfermería, o estudios vinculados al ejército o la policía.

A la pregunta sobre la vida y el trabajo comunitario, las opiniones estuvieron repartidas pero prevaleció el trabajo individual, lo que sorprendió un tanto a profesoras que aclararon que dan clases de cooperativismo y esperaban quizá otras respuestas.
“Prefiero trabajar solo y hacer las cosas bien”, dijo uno.
“Mejor en grupo, si sale mal el otro te puede corregir”, respondió otro.
“Me gustaría en grupo para conocer mejor a los vecinos”, agregó una tercera.
“Yo me concentro mejor si trabajo solo”, dijo otro.
“El trabajo comunitario es más fácil”, manifestó uno. “Pero te complica”, le respondieron.
En general, no se registraron comentarios en torno de experiencias comunitarias, cooperativas.

Sobre las bondades de vivir en el barrio, explicaron que tienen cerca la escuela, el hospital, las calles asfaltadas, la comisaría, el almacén.
Lo negativo: “te roban todo”. La inseguridad fue lo más mencionado. Y no con mucha preocupación sino matizado con algunos chistes. También salió el tema de las adicciones, no porque alguien lo apuntara entre los entrevistados sino porque lo consultó muy especialmente el encuestador. Uno aclaró. “y dónde no está” (la droga).
Luego coincidieron en que hay más droga en barrios de casitas precarias. “La casa se les cae pero venden droga”, señaló un estudiante.
Respecto de los beneficios de la vida campesina todos hablaron de “la tranquilidad” y uno dijo “el trabajo propio”.

Consultados sobre la disposición que tendrían para la capacitación en distintos rubros, todos recibieron la propuesta de buena gana. Eligieron abejas y tambo. “Ayuda un poco más si sabés un oficio”.

Como observación: el diálogo fue un tanto más forzado que en escuelas de campo o pueblos chicos, pero resulta interesante la atención que prestan los estudiantes. Es decir, el hecho de que estén distantes de la producción no los hace desinteresados. En un momento, un poco en broma, señalaron a manera de reproche amistoso que en la escuela no se trataban los temas apuntados en la encuesta, aunque era obvio que el establecimiento no está pensado como escuela agrotécnica.

Luz del Ibirá

Docentes de la Escuela República Oriental del Uruguay, junto a pares de otros establecimientos, fundaron en Concordia el grupo ambientalista Luz del Ibirá. El nombre deriva de un Ibirapitá plantado en el patio del establecimiento educativo.
Las docentes explicaron la actitud para articular sus trabajos educativos con su vocación ambientalista, y mostraron a la escuela como un ámbito para el encuentro y el debate, más allá de los temas exigidos por el sistema.
Señalaron que en algunos establecimientos sirve la formación de este tipo de organizaciones para sortear la burocracia impuesta para salir de los cursos con los estudiantes o emprender iniciativas que cruzan las jurisdicciones.  Y explicaron que a través de distintos proyectos, como la participación en las olimpíadas de ambiente y desarrollo sustentable, logran estimular la participación de los estudiantes en asuntos de la comunidad. Como ejemplo: la limpieza y la visita periódica al Sendero protegido de la zona sur, y la comprensión de las fuentes de trabajo de la zona, no siempre amigables con el entorno.
Luz del Ibirá lanzó una colección de historias mágicas de diversidad, con cuentos ilustrados sobre habitantes del monte y el río.

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