lunes, 14 de enero de 2019

Encuesta del vivir bien y bello y buen vivir


Conclusiones 
·         Junta Abyayala por los Pueblos Libres –JAPL-
·         Programa Por Una Nueva Economía, Humana y Sustentable de la Facultad de Ciencias de la Educación de la UNER
·         Colectivo Trabajadores Por la Ventana
·         Grupo de Reflexión Ambiental Mingaché

El estudio se realizó en homenaje a la familia de campesinos Gill Gallego, desaparecida hace 17 años.
María Ofelia Gill,
Osvaldo José Gill,
Sofía Margarita Gill,
Carlos Daniel Gill,
Noma Margarita Gallego
y Rubén José Mencho Gill,

Alejarse de la tierra y relegar saberes alimentarios, un proceso de corrupción que puede revertirse

Un relevamiento entre personas de treinta ciudades y zonas rurales de nuestra provincia registró dificultades que padecen las comunidades entrerrianas para acceder a un espacio que les permita la producción propia de alimentos, y reveló una extrema dependencia de alimentos con origen en un circuito ajeno a la vecindad. La “Encuesta del vivir bien”, realizada durante 2018 por cuatro organizaciones sociales, logró testimonios auténticos del distanciamiento paulatino de las familias con las fuentes de sus despensas, y con los saberes regionales, pero a su vez mostró una cierta avidez de mujeres y varones, mayoría jóvenes, por conocer oficios campesinos y por vivir más tranquilos.
El estudio realizado en ciudades como Paraná, Concordia o Gualeguaychú y localidades más pequeñas como El Quebracho, Avigdor, Villa Urquiza o Larroque, constató una ampliación de la brecha entre la mesa de las familias y la huerta, el gallinero, el corral, el monte o el río; y desnudó una descomposición de los conocimientos populares en esa materia, a raíz del abrupto éxodo rural y del proceso de urbanización con tendencia al amontonamiento.
El documento que transcribe las respuestas contiene expresiones impactantes sobre la corrupción de las prácticas comunitarias y los saberes heredados, sea por el abandono de la vida campesina o por el hacinamiento en los barrios, ambos resultados de un sistema que no da respuestas al ser humano ni al resto de la biodiversidad, si se considera que los mismos testigos denuncian problemas gravísimos de contaminación ambiental.
Pese a todo, la experiencia puso al descubierto una poco explorada sintonía entre los entrerrianos de distintas latitudes con la vida campesina. Al correr de las charlas realizadas en distintos ámbitos, los entrevistados mostraron un interés creciente (durante el breve encuentro), en las actividades de la granja familiar y la economía sostenible que, hasta allí, a muchos no se les mostraba como alternativa. En algunas aulas, por caso, las chicas y los muchachos dieron señales de entusiasmo por un camino que no estaba en sus planes. Esa actitud podría alimentar proyectos integrales ambiciosos, en los sectores ocupados de modo práctico en el futuro socioeconómico de la provincia.
Más allá de las respuestas registradas, uno de los hallazgos que marcan los encuestadores es, precisamente, el ánimo en alto de los entrevistados (que a veces no se expresa en palabras) para encarar la relación del ser humano con la Pachamama (madre tierra en equilibrio); la buena disposición para los intercambios en torno de la biodiversidad, la armonía y los alimentos frescos, el vivir bien y buen convivir. Incluso aquellos que no ven posible hoy el trabajo o la vida comunitaria, por los roces en el barrio, dejan entrever que les agradaría pero la situación no lo permite por ahora.
Las dificultades para tener una chacra, la soledad en el campo por el cierre masivo de plantas que generan arraigo (como el tambo), los obstáculos para la comercialización de los productos y la ausencia de servicios elementales (caminos, por caso), fueron algunos de los puntos más comentados entre los encuestados en zonas rurales. En los barrios urbanos sobresalieron los problemas vinculados al hacinamiento, la violencia y las drogas.
“Los  chicos del barrio (Pancho Ramírez de Paraná) no prevén el futuro, viven el presente. Son albañiles, trapitos o están ‘en la fácil’. Pero tomarían una alternativa si se la ofrecieran,  salvo los que ya ‘tomaron otro camino’”. Eso dijo un encuestado. Con “la fácil” y “otro camino” se refería al robo y al último eslabón del narcotráfico.
Hubo ejemplos muy precisos en torno del quiebre de un tipo de vida vinculado a la huerta y las aves, en nuestro territorio, para pasar a una casa pequeña o un departamento, de modo que entre abuelos y nietos se esfumaron conocimientos, modos, técnicas, o peor aún: se lesionó la familiaridad con la tierra. Pero resulta muy ilustrativo observar diversas experiencias, en el mismo territorio, algunas como alerta, otras para la esperanza.

En memoria de los Gill Gallego

El relevamiento de tipo cualitativo fue encarado durante seis meses de 2018 por cuatro organizaciones sociales; la Junta Abyayala por los Pueblos Libres, el Programa Por Una Nueva Economía, Humana y Sustentable de la Facultad de Ciencias de la Educación de la UNER, el Colectivo Trabajadores Por la Ventana, y el Grupo de Reflexión Ambiental Mingaché, en este caso con un exhaustivo estudio en Larroque bajo el lema “Mingaché escucha”.
Las entidades difundieron una síntesis de las conclusiones bajo esta dedicatoria: “Estudio dedicado a María Ofelia Gill, Osvaldo José Gill, Sofía Margarita Gill, Carlos Daniel Gill,Noma Margarita Gallego y Rubén José Mencho Gill, a 17 años de su desaparición”.
La decisión de escuchar, entre docentes, periodistas, historiadores, cooperativistas, dirigentes sociales, cerró un primer capítulo que consistió en 27 encuestas grupales, en las que fueron entrevistadas más de 250 personas que conocen una treintena de comunidades grandes y pequeñas, en algunos casos tomando diferentes barrios. En el listado de localidades mencionadas por los entrevistados figuran Alcaraz, Antonio Tomás, Avigdor,Basavilbaso, Brugo, Cerrito, Colonia Avellaneda, Colonia Crespo, Colonia Rivadavia,Colonia San Martín, Concordia, Diamante, El Pingo, El Potrero, El Quebracho,Gualeguaychú, Hasenkamp, Hernandarias, Ibicuy, La Balsa, La Piragua, Larroque, Las Tunas, Maciá, María Grande Segundo, María Grande, Mojones Sur, Nogoyá, Paraná,Rincón del Doll, Santa Elena, Tabossi, Viale, Villa Celina, Villa Urquiza, Villaguay.
La Encuesta del vivir bien y bello y el buen convivir fue lanzada el pasado 22 de abril enhomenaje al Día internacional de la Madre Tierra, cuando recibieron los reconocimientos “Conciencia Abyayala”, en Paraná, Nora Cortiñas, Damián Verzeñassi y Rafael Lajmanovich, por su contribución a la protección el ambiente y la conciencia ecológica.
Allí los organizadores de la encuesta explicaron que se proponían “conocer las expectativas en zonas urbanas y rurales en torno de la vida en armonía con la naturaleza y la producción de alimentos sanos y en cercanía, indagar en las posibilidades de promover chacras biológicas comunitarias, y tomar conciencia de la distancia actual entre el ser humano, la naturaleza y el cultivo de los alimentos, y de los efectos degradantes de ese distanciamiento en las personas y en todas las especies”.
La persistencia del proceso de éxodo rural y hacinamiento urbano generó la idea de escuchar a la vecindad, por ser Entre Ríos la provincia con menor crecimiento demográfico del país en las últimas ocho décadas, fenómeno atribuido a la expulsión de habitantes principalmente.
Los comentarios de los encuestados están concentrados en un documento de casi 80 páginas.

Tierra para pocos

La encuesta se dirigió a estudiantes, docentes, amas de casa, individuos, grupos, familias, que dieron testimonios a veces sorprendentes sobre expectativas, modos de organización y esfuerzos sin estímulos, con diferencias marcadas entre unos y otros, y con un punto de intersección: la pobreza entre campesinos y la pobreza en las familias de barrios urbanos.
Aquí, algunos puntos sobresalientes de las respuestas, bajo la letra y la interpretación de los propios encuestadores.
1-Lejos de la tierra y los alimentos: la mayoría de las personas encuestadas no tiene acceso a la tierra, y consume alimentos que no son producidos por ellas o sus familias. En las ciudades más pobladas, algunos grupos reconocieron que compran todos sus alimentos, es decir, no producen nada de nada, y la mayor parte de ellos les llegan desde afuera de su zona, aunque allí abunden los suelos feraces y el agua. Comprobamos la existencia de barrios muy humildes en los que no hay huertas ni gallinas, es decir: ningún alimento de casa y muy pocos de cercanías. En los barrios, la pérdida de vínculos con la producción es tal que no se escuchan planteos importantes o masivos sobre el acceso a la tierra para cultivar algo, como sí se comenta la necesidad de terrenos donde vivir. No pocos contaron que la familia construye en el mismo predio de padres y abuelos, y se priva así de espacios verdes donde cultivar algo. Los entrevistados encuentran costosos los loteos urbanos, casi inaccesibles para muchos; los más vinculados al campo saben que hay espacios alejados más baratos, pero sin servicios (caminos, agua, electricidad). Suponen que el espacio necesario para la producción es reducido (una a cuatro hectáreas), y entienden que la viabilidad depende de servicios y cierta reorganización del comercio. Algunos presumen que, aunque produzcan, nadie les comprará, porque esa ha sido su experiencia, dado que los circuitos comerciales establecidos no los contemplan. Las respuestas nos llevan a reflexionar en torno del sistema que permite la compra de parcelas con fines de especulación inmobiliaria en zonas cercanas a las viviendas actuales; y a la progresiva concentración de la propiedad y el uso de la tierra, con una economía de escala que se sostiene en distintas gestiones de gobierno. Pero más aún: la naturalización de la distancia de las familias con la producción de sus alimentos, cuando la casi totalidad de sus ingresos se destina precisamente al plato.
2-Escuelas agrotécnicas: en los entrevistados de localidades vinculadas a la actividad rural o escuelas agrotécnicas se nota una dinámica en torno de diversos rubros de la producción. La diferencia es notable si se compara con barrios de ciudades grandes. Eso lleva a pensar en la posibilidad de consensuar cambios en la producción de alimentos desde los sectores más cercanos a esa actividad, y que en simultáneo ellos transfieran esos conocimientos y colaboren con aquellos menos relacionados, es decir, se promueva un círculo virtuoso. Hay reservas de conocimientos sobre alimentos, y se nota muy especialmente en escuelas agrotécnicas y pueblos pequeños, y eso permite pensar en darles mayor impulso y tender puentes, para aventar las “soluciones” centralizadas que suelen menospreciar los modos locales, zonales. Así, cada zona podría contar con su propio color.
3-Perros: comprobamos el espacio harto escaso para las familias en las zonas urbanas, y la ocupación de esos espacios mezquinos con perros principalmente. Los perros fueron mencionados por distintas razones en una decena de oportunidades. Los entrevistados aceptan que ocupan mucho del poco espacio que tienen, de manera que ni los perros ni las personas logran un estado de comodidad. A veces viven en las calles con los consiguientes riesgos para los vecinos, y otras veces molestan a los humanos por los ataques a los animales de corral. El amontonamiento de las familias, con escasa planificación, hace que las mascotas desplacen actividades vinculadas con los alimentos sanos y cercanos. No vemos que mascotas, huertas, gallineros sean excluyentes, si se aborda la problemática desde el equilibrio. Tomamos como ejemplo este tema, porque muestra que pequeñas variaciones en las costumbres, a partir de la conciencia sobre los alimentos sanos, pueden abrir espacios impensados, incluso en parques públicos.
4-Fuentes de trabajo: en las zonas más vinculadas al campo los encuestados son conscientes de la clausura abrupta de fuentes de trabajo y arraigo como los tambos, en pocas décadas. Son testigos del cierre de chacras, como una de las razones del desarraigo y el destierro durante mediados y fines del siglo 20 y principios del siglo 21. Testimonio en Villa Urquiza: “hace veinte años la Escuela Agrotécnica logró reunir sesenta tambos pequeños y medianos, para buscar precio en fábricas que pagaban mejor por cantidad. De esos 60 tambos hoy queda sólo uno: el de la Escuela. El panorama en ese rubro es desolador, en la economía familiar”.
5-Distancia: la distancia creciente entre la vida rural y urbana se nota en el desconocimiento de muchos sobre las experiencias del otro, y las burlas generadas por oficios que se practican muy cerca pero, a algunos entrevistados, les parecen de otro planeta. Aun así, cuando se formó un clima durante la encuesta en torno de la problemática de los alimentos y el trabajo, se recibieron comentarios que demostraban interés en el asunto. Eso dejó la impresión de que los temas están lejos porque de ellos no se habla o se habla muy poco, pero eso no equivale a indolencia o apatía. Notamos un cambio a medida que nos introducíamos en el meollo de la temática. En principio, en zonas urbanas, los entrevistados se mostraban distantes, como que eso no era lo suyo. Pero a medida que algunos contaban sus vidas, sus saberes a través de abuelas y abuelos, amigos, tíos, en fin, se lograba una apertura a experiencias que ni sus propios compañeros ni sus profesores habían escuchado. El distanciamiento del campo y la ciudad ha sido severo en pocas décadas, y por eso mismo, porque es reciente, quedan vasos comunicante, y los mismos entrevistados se sorprenden con esa herencia familiar, desgastada pero viva. No en bienes materiales, sí en gustos, historias a veces idealizadas. Con excepción de los estudiantes de las escuelas agrotécnicas, la mayoría de los encuestados dijo que los conocimientos que poseían fueron transmitidos por la familia.
6-Transmisión oral y capacitación: un ejemplo de esa transmisión de conocimientos lo vemos en esta respuesta registrada por entrevistadores de Larroque: “la gran mayoría recuerda hacer huerta desde pequeños con sus padres o abuelos… ‘en cualquier pedacito de tierra plantábamos algo’ y si bien reconocen haber olvidado muchas cosas, también recuerdan muchas otras y piensan que con un tiempo de práctica y alguna orientación profesional recuperarían las olvidadas”.
Al contrario de lo que podríamos esperar en sectores urbanos que se muestran distantes de la producción de alimentos (aun sin menospreciar los oficios), cuando preguntamos sobre las posibilidades de capacitación en huerta, apicultura, tambo, avicultura y otros rubros encontramos receptividad. Es decir, incluidos aquellos jóvenes que ya tienen decidido cursar estudios no vinculados a la tierra (enfermeros, policías, docentes, etc.), asistirían a talleres de capacitación; la mayoría de los consultados dejó las puertas abiertas.
7-Expectativas y desconfianza: el mayor espacio para vivir con tranquilidad despierta expectativas en los entrevistados. No muestran esa alternativa de inmediato en los barrios urbanos, pero a medida que reflexionan, se escuchan mutuamente y se crea el ambiente propicio, dejan fluir una actitud favorable, con alegría.
Si el mayor espacio para vivir y trabajar seduce, no se nota lo mismo en torno de la vida y el trabajo comunitarios. Aún después de conversar un rato sobre tradiciones cooperativas, beneficios, aspectos propicios de la vida comunitaria y los sistemas de reciprocidad milenarios, en general las respuestas de los encuestados en los barrios se inclinaron por el trabajo individual, a lo sumo familiar. La vida ultra urbana alejada de la producción de alimentos parece una problemática mucho más fácil de abordar que la vida individualista, consolidada por la falta de confianza en la vecindad. Los comentarios fueron, en algunos casos, demoledores para graficar la desconfianza reinante.
Dijo un encuestador de Gualeguaychú sobre la relación comunitaria: “creen en esa forma de trabajo, pero dicen que el mayor impedimento está dado por lo complejo que se han vuelto las relaciones entre las personas. Hay mucho celo y especulación. En ese sentido, Julio asegura que ‘las medias sólo sirven pa’ los pieses’”.
Otro ejemplo en un barrio del oeste de Paraná: “Los vecinos son una lacra de mierda”, “son malas personas, se roban mutuamente”. Anotamos estas frases porque resultaron habituales.

Contradicciones

Esa falta de confianza se muestra, en muchos casos, irreversible, pero no sin contradicciones. Algunos se quedarían en su lugar porque se sienten cómodos donde están, pero no harían algo junto a sus vecinos, e incluso prefieren que sus hijos estudien lejos de allí. En escuelas agrotécnicas, en cambio, los estudiantes y docentes se muestran más familiarizados con la posibilidad de encarar actividades comunitarias. Escuchamos manifestaciones entusiastas en torno a la posibilidad de trabajos asociativos en algunas escuelas agrotécnicas, en las antípodas de las experiencias de algunos barrios urbanos.
Pese a la abundancia y contundencia de las manifestaciones sobre el deterioro de la vida social en barrios amontonados, dejamos constancia de que este flagelo requiere estudios más detenidos, porque las respuestas espontáneas corresponden en general a jóvenes que se muestran muy tocados por un pasado reciente, de diez o quince años, que abarca toda su vida consciente. Hay otros elementos que podrán mostrar fibras de una vida comunitaria, fibras que darían paso a una reanimación desde adentro.
En algunos casos observamos un deterioro en el sentido de pertenencia, al punto de la desconfianza con los de la propia clase social y vecindad; un desprestigio naturalizado. Es lo que algunos autores observan en los colonizados, listos para reconocer virtudes en los colonizadores pero no a la vuelta de la esquina. Sin embargo, la cordialidad, el buen trato, la excelente disposición e incluso el modo sincero de sus relatos, y cierto empaque en muchos de ellos, habla, en cambio, de una vecindad con terreno fértil para el diálogo, la comprensión, el intercambio y la superación de dificultades con actitud. Es decir: lo que los entrevistados decían de su entorno social se chocaba con lo que los encuestadores veían en ellos mismos, como miembros de esa vecindad, llenos de energía positiva y proyectos, capaces de conversar en profundidad sobre temas comunes.
No encontramos personas que se mostraran totalmente desinteresadas en la problemática de la relación con la tierra, y en ella la vivienda, los alimentos, el trabajo. Si bien en zonas rurales o pueblos pequeños esa relación se presenta más natural, en zonas urbanas registramos un respeto por el tema que por ahí sorprende. Esas respuestas desbarataron los conocidos prejuicios, que postulan una cierta incapacidad o desinterés de las y los jóvenes de los barrios urbanos por la producción. Notamos allí, al contrario, un interés por conocer. No fueron pocos los casos en que la juventud lamentó que no hubieran huertas en los colegios, por caso. Los reproches a los profesores fueron con humor. Pero también allí, una contradicción, porque algunos que podían colaborar en casa con la huerta, la veían como cosa de viejos, como algo distante. Es decir, falta por ahí un detonante o un conjunto de condiciones objetivas, para que la alternativa latente se convierta en expectativa, para que el trabajo con la tierra recupere un prestigio. Este punto nos pareció esencial.
8-Éxodo: la problemática del desarraigo y el éxodo está más visible en las sociedades campesinas. Allí los consultados hacen extensas referencias a las taperas. “Donde yo vivía  éramos unas cuarenta familias, ahora hay tres. Tenían poco campo, se murieron los padres y vendieron o arriendan. El éxodo es marcado”, manifestó una docente en Cerrito. Otro caso: en la zona de Colonia Rivadavia, “éramos diez vecinos, ahora quedan dos”.
En los barrios encontramos vecinos llegados de distintos lugares de la región, o con padres o abuelos campesinos, es decir, ellos mismos protagonistas de las migraciones forzadas; pero no apareció un planteo crítico sobre esa situación. Entendimos que son víctimas de desplazamientos pero no conscientes del fenómeno integral; escuchan hablar del éxodo como algo que sufren otros, y es que admiten que, al contrario, sus barrios crecen en cantidad.
9-Contaminación: notamos una especial preocupación por la salud ambiental. En Concordia, los docentes y estudiantes se mostraron entusiasmados con la recuperación de un “Sendero” a orillas del río Uruguay. Las actividades fuera del aula les resultan particularmente atractivas.
En casi todas las consultas, la mayor inquietud se dio en torno de los basurales en los arroyos, las bolsas de nylon desparramadas en los montes, los fluidos de alguna industria hacia los cursos de agua, y las fumigaciones con agrotóxicos, tema reiterativo en distintos lugares: “Mi cuñada se encierra con mis sobrinos cuando  fumigan”, contó una docente. “En Villa Urquiza una persona casi muere de asfixia junto al colegio de las monjas”, agregó otra.
También se escucharon reclamos por el esparcimiento de bidones de agroquímicos usados; los perros callejeros; la tala; la falta de planificación urbana. Y lo mismo por los riesgos de las fábricas de acumuladores, los frigoríficos de aves, las chancherías o los feedlot y las papeleras cerca de los centros poblados; el tratamiento de los residuos, los basurales a cielo abierto, el uso excesivo del automóvil particular, la proliferación de “plagas” que comen las frutas y los granos; los arroyos con basuras (aceitosos), los cursos de agua donde antes se pescaba y hoy no existen peces, la falta de cloacas (abundan pozos negros que contaminan las napas), los olores de piletas de decantación, el abuso de cazadores, la quema de contenedores por vándalos…Los inquietudes parecen inconexas, pero no es difícil ver que se vinculan con un sistema que necesita sostener la tasa de ganancia, y por eso depreda.
10-violencia y droga: en los barrios urbanos surgió con mayor fuerza la problemática de la inseguridad, la violencia y la proliferación de adicciones en los jóvenes. Cuando preguntamos lo negativo del barrio, aparecieron la violencia y la droga. Veamos esta expresión de encuestadores en Gualeguaychú: “En cuanto a la vida en el barrio, dicen que ellos viven bien y tranquilos, pero les preocupa severamente la situación de los más jóvenes, afectados por las drogas. Aseguran que la mayoría de los jóvenes del barrio no tienen futuro. La mayoría, salvo excepciones, son adictos, no trabajan ni estudian, y se encuentran en una situación de absoluta marginalidad”.
Ahora veamos lo que dice un joven que estudia en Villa Urquiza pero ha vivido en un barrio de Paraná: “en el Pancho Ramírez no hay oportunidades sino discriminación.  Lo veo en mi  familia. Mi papá estuvo preso y tiene tatuajes y le niegan trabajo. Creo que mi papá se hizo delincuente después de que le mataron el padre”.
11-Soledad: al tiempo que todos, casi sin excepción, aprecian la tranquilidad de la vida campesina, algunos campesinos comentaron el problema de la soledad, que los llevó a emigrar como en una sucesión negativa: cuanta más despoblamiento, más soledad, y viceversa. También hay vecinos más urbanos que dudan de vivir en el campo, por la soledad. En el barrio son conscientes de la cercanía de servicios como la educación, la salud, el comercio…
Rescatamos esta explicación de un encuestado en Avigdor:  Antiguamente se prefería la vida del campo pero hoy es tal ‘la soledad del paisaje’ que la mayoría prefiere vivir en un pueblito o ciudad pequeña y viajar todos los días al campo a trabajar. De hecho es tanto el aislamiento (ni hablar en temporadas de lluvias) que se van generando adicciones (alcoholismo por ejemplo), lo que sumado a otras vivencias termina en violencia doméstica (aclaro que no estoy justificando la violencia de ningún tipo). Sé de casos de mujeres que están solas todo el día en el medio del campo porque sus hijos crecieron y se fueron lo antes posible del campo, y su marido está trabajando en otros campos desde que sale el sol hasta que oscurece. Y en esa soledad aparecen enfermedades tales como obesidad, estados de ansiedad, hipertensión arterial, depresión, etc”.
Registramos no pocos testimonios que dieron cuenta del aislamiento que sufren familias campesinas por el estado intransitable de los caminos naturales, y la pérdida de días de clases por ese motivo también.
12-Indigencia: docentes de María Grande comentaron que un grupo de hacheros que vivía en una estancia fue desalojado cuando esa estancia se vendió. Hoy, esas familias viven de la asistencia en un terreno fiscal. Hicieron casitas tipo monoambiente. Allí se encuentran incluso familias de pueblos originarios y están “muy mal” en la zona de Alcaraz. Las casas no tienen aberturas, y les añaden extensiones de silo bolsa. Todo muy precario, con letrinas.
Dijo una profesora: “cuando los visitamos en una misión, a los chicos los vimos felices. Corrían, se reían, jugaban con las cabras. Descalzos y sucios pero felices. Nos decían que si te internás más en el monte hay otras casas así. Van a la escuela que está cerca, allí tienen un comedor”. Una profesora reconoció que algunos de esos chicos recibieron maltrato en la escuela primaria. Discriminación y maltrato, incluso físico.
Hubo más referencias a casas precarias al borde de las banquinas, en otras encuestas, es decir: campesinos marginales, sin tierras.
Unas docentes del departamento Paraná explicaron que para algunos jóvenes “la única salida es hacer la huerta. Donde nosotras trabajamos, los chicos que van al secundario están interesados en el campo. Si hay un título, que sea sobre el campo. De todos modos, de cada diez chicos, uno puede llegar a la universidad”. Agregó otra maestra: “en mi escuela hay hijos de pequeños productores que les inculcan el estudio porque piensan que en el campo no se van a poder quedar. Algunos ven la posibilidad del magisterio.  Y si siguen la universidad, será veterinaria o agronomía…El hijo de una cocinera se cansó de trabajar en negro en un tambo y decidió entrar en la escuela de agente de policía en Villaguay”.

Modalidad de la encuesta

Nos propusimos detectar las motivaciones más hondas sobre la relación humano/tierra, creando un ambiente para el sinceramiento de los entrevistados. No hubo entonces preguntas cerradas, se dejó lugar a que fluyeran las consideraciones durante una o dos horas, con fuerte intervención grupal. Fue así que pudimos escuchar, por caso, este testimonio sobre una familia que siembra batatas a mano: “es un trabajo penoso que los está matando, están  hechos pedazos, el padre, la madre y el  hijo”. Es decir: los encuestados expresaron sus prevenciones entorno del sacrificio actual para sostener una quinta. Muchos relatos así hubieran quedado sin lugar en una encuesta cuantitativa y con preguntas cerradas.
La base del diálogo con las y los encuestados fue un cuestionario de diez temas: origen de sus conocimientos en torno de la chacra, éxodo rural, origen de los alimentos que consumen, contaminación, trabajo futuro en relación con la tierra, requerimientos (servicios, herramientas) para vivir y trabajar en zonas rurales, expectativas respecto de la vida y el trabajo comunitarios y la autoconstrucción de viviendas, aspectos positivos y negativos de la vida rural y en los barrios, e interés en capacitación.
Decidimos conversar con grupos, varios de ellos de entre diez y veinte personas, con la suposición de que la interacción podía aceitar el ámbito y dejar aflorar datos y reflexiones. Y hacerlo en general en sus lugares de encuentro, para aprovechar la familiaridad del entorno.
Hubo encuestas unipersonales, y a familias, muy significativas pero fueron las menos.
De hecho nos encontramos con la ayuda de los interlocutores, porque a muchas respuestas sucedían aclaraciones, diálogos, intervenciones, entre quienes se conocían y podían completar los aportes, profundizarlos en algún caso.
Además, las expresiones de los más extrovertidos animaban al resto a contar experiencias propias y sensaciones. Por ejemplo: algunos en principio entendían que no tenían ningún contacto con la producción de alimentos hasta que, escuchando otros comentarios, reconocían que en el fondo de la casa había un espacio con perejil, un naranjo, un níspero, o recordaban que de niños visitaban la chacra de sus abuelos. Al mismo tiempo, surgían meditaciones de los propios entrevistados, que advertían durante la charla el paulatino distanciamiento entre las familias y la producción de alimentos, y eso se hacía más visible porque compartían experiencias similares.
En la mayoría de los casos empezamos a leer el cuestionario después de una charla. Lo hicimos buscando un equilibrio entre dos riesgos: por un lado, nos exponíamos a la posibilidad de orientar las respuestas con esa interacción previa, y por otro lado, sin presentación de la problemática podíamos chocarnos con interlocutores que se sintieran como investigados, como rindiendo examen.
Consideramos que la decisión fue acertada. Al punto que en algunas encuestas, luego de abordar con detenimiento las bondades del trabajo colectivo, las experiencias diversas de la vida comunitaria, la cooperación, por caso, al momento de preguntarles sobre las posibilidades de emprendimientos comunitarios la respuesta fue negativa por unanimidad, es decir: los entrevistados se sintieron con libertad para expresar la situación en el aquí y ahora, de acuerdo a sus propias experiencias y la observación de su contexto.
La mayoría de las encuestas fueron realizadas en aulas, y como a las aulas asisten profesores y estudiantes de distintas extracciones sociales y sectores, eso garantizó de alguna manera la diversidad de voces.
Otro aporte positivo para destacar en el relevamiento fue la variedad de encuestadores, preguntando desde experiencias muy distintas.


Encuesta del vivir bien y bello y buen convivir.


27-PARANÁ– 30 DE OCTUBRE 2018

Encuestados: 27 estudiantes y profesores, de ambos sexos, de la Escuela Neuquen en turno noche, que involucra a los barrios Belgrano, Mitre, la Delfina y Villa 351 de Paraná.

Los estudiantes y docentes se mostraron participativos e interesados en la problemática del arraigo, el origen de los alimentos, la producción, y a la vez bastante alejados de las tareas de la chacra pero con algunos vínculos por sus abuelos. Solo una chica de los 27 entrevistados dijo que no estaba interesada en capacitación, por caso.
Fue llamativo que, luego de hacer una valoración conjunta de las prácticas comunitarias y asociativas en nuestra historia regional, todos se manifestaron a favor de trabajos individuales y no comunitarios.
En el grupo nos encontramos con estudiantes y docentes con padres y abuelos en Carcarañá, Villaguay, Nogoyá y Diamante, que en esas localidades tenían relaciones con la tierra, criaban animales y hacían huerta. Pero ellos, en Paraná, no pueden en general por falta de espacio o de costumbre.

A la pregunta primera sobre los conocimientos, una decena de los 27 aportó algún vínculo con las huertas. Una alumna tiene en su casa un espacio de cuatro por cinco metros, más o menos, con choclos y zapallos. Una profesora planta aromáticas en macetas.  Sus abuelos, que vinieron de Mendoza, tenían huertas y olivares. También tienen en su casa un limonero, una lima y frutillas.
Un alumno anotó en su casa un naranjo y un pomelo. Una docente dijo que un vecino tiene níspero. Otra docente, que su mamá tiene frambuesas, frutillas, limoneros y naranjos. “Siempre tuvimos terreno, mi papa tenía huerta, y mi abuela gallinero cuando éramos chicas”.
Una profesora apuntó que sus sobrinos en Rosario reciben conocimientos de huerta desde el jardín de infantes, y por eso su mamá (la hermana de la encuestada) se mudó de un departamento a una casa con terreno, para hacer huerta.
Una estudiante dijo que sus padres y abuelos son de Carcaraná (Santa Fe). Su abuelo criaba pollos y trabajada en un frigorífico.  Pero hoy ella vive en un departamento en Paraná.
Otra docente explicó que tiene abuelos en Villaguay. Siempre tuvieron gallinas, cerdos. Algunos de sus tíos siguen trabajando en el campo en la zona de Villaguay. Tiene sobrinos que hacen compost y cuentan con una pequeña huerta con perjil…
Otra docente explica que es oriunda de Nogoyá. Sus abuelos por parte materna vivían en el campo. En Nogoyá queda parte de la familia.
Otra encuestada es de Diamante, sus abuelos crían animales (en la actualidad). Ella vive en un departamento en Paraná. “A los nietos no nos interesa mucho el campo, es mucho trabajo, todos los días, levantarse temprano”…


Pregunta 2. Sobre el éxodo. No hubo respuestas. No fue visto, en este grupo, como un problema. La mayoría dejó la impresión de que no conocen el éxodo. Solo una profesora dijo que tiene una prima mayor que se fue de Villaguay a una zona rural de Santa Fe a hacer el tambo con su familia.

Pregunta 3. Sobre el origen de los alimentos. La mayoría absoluta admitió que compra en comercios del barrio, verdulerías, carnicerías, y algunos en supermercados. Un estudiante dijo: “Mi abuela tiene huerta pero saca para consumo de ella nomás”, lo cual provocó la risa de sus compañeros.
Quedó claro que nadie produce sus alimentos, y nadie tiene vecinos que compartan algo de la huerta o huevos.
Una encuestada explicó que, como es celíaca, su madre le prepara mermeladas y dulces con frutillas de su casa u otras frutas regaladas, duraznos por caso.
Un estudiante dijo: “es mejor cosechar en casa”. Con la idea de que los frutos serán frescos y sanos.
Una profesora aportó que los dueños del departamento que ella alquilaba solían comprar en el campo y convidarla. Otros valoraron algunas ferias donde se venden verduras y productos caseros, incluso algunas ferias organizadas por el sindicato Agmer.

Pregunta 4. Contaminación. Lo primero que se escuchó fue: basura en el barrio, y pesticidas en el campo.
“Tengo un conocido que alquila campo y la mamá tiene cáncer culpa de los agroquímicos”, dijo un estudiante.
Sobre los basurales, dijeron que hay menos que antes, pero en general ¡es una mugre!
Los residuos domiciliarios no se separan, y algunos contenedores de basura son quemados por vándalos.
Dos estudiantes dijeron que ha disminuido la plantación de árboles en el frente de las casas y en los fondos.

Pregunta 5. Si imaginan trabajando en relación con el suelo. Varios admitieron que sí, imaginan trabajar la tierra. “Mi  gusta, mi abuela me inculcó hacer una huerta”, dijo un estudiante. Otro dijo que lo haría para consumo personal. No hubo rechazo a esta alternativa.

Pregunta 7. Sobre los servicios para vivir en zona rural y la vivienda por autoconstrucción. Se escucharon expresiones de aceptación, con la idea de hacer viviendas incluso con materiales de la zona.  Una profesora puso como reparo el problema de la distancia con el trabajo actual. Respecto de los servicios necesarios apuntaron: luz, agua, gas, internet, cable, asfalto o vivir cerca de la ruta.
“Yo me iría pero cerca de la ciudad, tengo miedo de arrepentirme”, comentó una profesora.

Pregunta 8- Sobre emprendimientos comunitarios o individuales. Lo primero que se escuchó fue: “individual, porque hay uno más vivo que el otro”.  Lo siguiente: “mis vecinos son aislados, tienen una frialdad… ni pelota te dan”. Un estudiante aclaró: “tendría que haber mucha confianza”. No hubo, entre los 27, ni un solo comentario a favor del cooperativismo o la vida o el trabajo comunitario. La pregunta se prestó para ciertas bromas sobre la vecindad.

Pregunta 9. Los aspectos positivos de la vida en el barrio. “Todo cerca, el quiosco, el transporte, la carnicería, la escuela. La mayoría vive a dos o tres cuadras de la escuela Neuquén, con excepción de un estudiante o que dijo vivir a 20 cuadras. También valoraron tener a los familiares cerca y a los amigos.
En cuanto a los aspectos negativos, mencionaron “los robos”, y una alumna relativizó: “hay de todo”. Dijeron que se vive cierta violencia, pero no lo presentaron como un tema inquietante.
¿Y en la escuela? Preguntamos. “A la noche es tranqui, pero a la tarde y a la mañana vienen los peores. Los otros días entré y se estaban peleando en la puerta”.
Nadie mencionó la palabra “droga”. Tampoco preguntamos específicamente sobre el asunto.

Preguntamos a los estudiantes si tienen elegida una carrera o un oficio, para cuando egresen: dijeron enfermería, administración de empresas, profesorado de matemáticas, policía, arquitectura, educación física, maestra jardinera… Ninguno tiene el propósito de seguir alguna carrera vinculada con la tierra. “Yo pensaba  en veterinaria, pero cuando me dijeron que tenía que meter un termómetro en el…”, bromeó una alumna.
Sólo uno de los estudiantes dijo que trabaja desde hace 5 años, en una fábrica de aberturas.

Preguntados sobre la posibilidad de capacitación en distintos rubros vinculados a la chacra, hubo aceptación general. “Me gustaría trabajar con animales, me gustaría”, confesó una de las alumnas con entusiasmo.

Sobre el espacio para desarrollar cultivos o tener gallinas en casa, dialogaron sobre la falta de espacios pero sí admitieron que cuentan con lugares pequeños con excepción de cuatro o cinco que habitan en departamentos pequeños. De los 27consultados sólo dos dijeron que no tienen en casa ni perros ni gatos. Una alumna comentó que en su casa hay 6 perros y 5 gatos. Otra explicó que no sería problemas la convivencia porque un vecino suyo “tiene como siete perros y gallinas y pollos”.

Encuesta del vivir bien y bello y buen convivir.


26-PARANÁ– MIÉRCOLES 3 DE OCTUBRE 2018

Segunda Encuesta Escuela Guadalupe de Paraná
16 chicas y muchachos más un profesor.

Sólo cuatro de los 16 estudiantes reconocieron que aún no tienen decidido qué estudiarán.
Los demás eligieron educación física, acompañante terapéutico, gendarmería, maestra jardinera, contadora, criminalmente, escuela Sargento Cabral, bioingeniería, trabajo social. Todos se mostraron dispuestos a una capacitación en rubros de la producción, y entusiasmados con la auto construcción de sus viviendas. En general, no tienen conocimientos de producción de alimentos pero sí lazos a través de sus vecinos, parientes, y abuelos que fueron campesinos. Aunque son de Paraná, están terminando el secundario y sólo dos de los 16 dijeron que saben nadar. Tampoco el profesor sabe. Como en otros casos, mostraron cierta tensión con la vecindad, y por eso poco entusiasmo por probables emprendimientos comunitarios, aunque sí se mostraron dispuestos a vivir en zonas rurales o semiurbanas.

1-Los estudiantes dijeron conocer poco sobre agricultura y chacra en general. Su vida es más urbana. Pero a poco de indagar, una dijo que sus vecinos tienen gallinas, otro que tienen una pequeña huerta con calabazas y cebollas. Uno tiene una parra con uvas negras en casa, otra toronjas, dos hablaron de sendos limoneros, otro un naranjo,  otro tiene un vecino con níspero y los convida.
Un estudiante dijo que tiene abuelos cerca de Rincón del Doll y que suele visitarlos, por eso conoce algo de animales y sabe andar a caballo.
Otro sabe que sus abuelos vinieron desde el norte, en el límite entre Paraná y La Paz, donde eran peones en ganadería. Una estudiante dijo que sus abuelos vinieron de Nogoyá, adonde quedaron unos tíos con los cuales no se visitan. Lo mismo dijeron otros, que tienen un tío en la zona de Nogoyá, en una ciudad que no recordaban si es Hernández o Aranguren, donde crían pollos.

3-El origen de los alimentos que consumen es la verdulería, la carnicería, los comercios vecinos, el supermercado Walmar que queda a 12 cuadras de allí. En casi todos los casos.
Una dijo que tienen orégano y albaca en casa, otra comentó que en el patio tienen algo de perejil y otra, lechuga, pero en general, nadie sabe de huertas con excepción del estudiante que había comentado de sus abuelos en Rincón del Doll.
Consultados por el espacio en sus casas para hacer una huerta, 4 de los 16 dijeron que no cuentan con espacio, los demás tienen terrenos aunque pequeños. Y 5 no tienen perros, los demás tienen uno o dos perros en cada familia, una estudiante tiene 4 y otro más de 7 u 8 perros. Nadie tiene gatos. Uno tenía, pero se lo mataron los perros. Por eso deduce que sería difícil tener gallinas. Lo de perros sí, huertas no, se reitera en muchas entrevistas.

4-De los problemas ambientales no hubo quejas importantes. Sí dijeron que se forman minibasurales alrededor de los contenedores, que en el volcadero suelen producir humo aunque todos coincidieron en que el problema es menor que en años anteriores, y que la planta recicladora larga cierto olor. Dijeron que el río está contaminado, pero no agregaron más, y consultados por los agrotóxicos, no agregaron nada.

7-Preguntados por la posibilidad de la construcción de viviendas propias, hubo una respuesta positiva con entusiasmo. “Sería un sueño cumplido”, sintetizó un estudiante. Sólo una de las entrevistas dijo que no le gustaría porque en caso de pelearse con su pareja no sabrían qué hacer, y ese comentario sirvió de comidilla para distintas bromas. Uno adelantó que le gustaría vivir en la tranquilidad del campo.

8-Sobre probables emprendimientos comunitarios, cooperativos, la respuesta de todos casi por unanimidad fue contraria. Prefieren acciones individuales. “Teniendo en cuenta cómo son los vecinos, prefiero algo individual”, dijo uno y recibió la aprobación de los demás.
Otro se preguntó por qué no intentar algo en grupo. Una agregó que “si no queda otra”, trabajaría en grupo.
Para resumir, insistimos en preguntar si harían algo con los vecinos y respondieron que no. Alguien aportó “depende con qué vecinos, porque algunos son unas víboras”.
“Cuando no los precisás salen a chusmear, cuando los precisás porque te roban, nadie aparece”, agregó una alumna.

9-Preguntados sobre aspectos positivos del barrio, reconocieron que la cercanía con la escuela, la atención de la salud y los comercios. Todos gozan del servicio de agua potable aunque reconocieron que se corta varias veces en el año.
“Lo positivo de mi barrio es que los vecinos te dan hielo cuando no tenés heladera, y yo los convido con sal”, dijo una estudiante como ejemplo.

Entre los aspectos negativos mencionaron, en principio. “la música a pleno, siempre”.
Luego mencionaron los olores de la planta de reciclado. La violencia “trompadas todos los días”, “un par de muertos”, “bastante droga”, sumaron.
Sobre la inseguridad dijeron que son habituales los robos del celular. Preguntamos a quién le han robado el celular, y alguien dijo “a quién no”, pero luego admitieron que sólo dos de los 16 habían sufrido ese tipo de robo.
Consultados sobre la posibilidad de vivir en una zona rural o semi urbana, casi todos dijeron que les gustaría contar con un terreno grande con árboles, y hubo expresiones de entusiasmo en ese sentido.

10-En general los alumnos eligen carreras vinculadas a los servicios (como anticipamos en el primer párrafo), pero con la excepción de una sola estudiante, todos se mostraron dispuestos a una capacitación en temas de la producción, sea sobre apicultura, gallinas, huerta, etc.
La mayoría de ellos no trabaja actualmente, sólo una dijo que hace changas, y otro reconoció que en vacaciones es albañil.
Una alumna asiste con su hija de dos años, y otras dos tienen familia.

Encuesta del vivir bien y bello y buen convivir.


25-PARANÁ– OCTUBRE 2018

Encuesta a 11 a estudiantes de ambos sexos de quinto y sexto año del secundario en la escuela Guadalupe, en la zona oeste de Paraná cerca del Volcadero (residuos).
Lunes 1ro. de octubre 2018

-Los estudiantes se mostraron atentos con el tema propuesto, interesados, cuatro de ellos muy participativos. Los profesores explicaron que en la zona son “bicheros” porque viven cerca del río, con espacios abiertos. De los once, diez se mostraron abiertos a recibir capacitación en temas de la producción y alimentos.

1-Una estudiante explicó que en su casa tienen unas quince gallinas, con pollitos, alimentadas con maíz quebrado, cuatro patos, conejos, y supo tener una nutria.
Dice que cuando ella era chiquita su madre cultivaba una “huerta gigante” pero ya no, porque se mudaron y carecen de espacio.
Otra alumna dijo que se crió en la zona rural de Tabbosi, conoce de campo, tambo, andar a caballo y ha visto colmenas.
Otros explicaron que conocen rudimentos de huerta gracias a los profesores que se encontraban presentes. La escuela tiene un predio pequeño.
Un estudiante dijo que sus abuelos vivían en el campo y se vinieron a la ciudad. Admite que esos conocimientos se fueron perdiendo, pero en su casa se habla de asuntos rurales.

2-Los estudiantes no dieron detalles importantes sobre el éxodo. Una alumna explicó que sus primos del campo se fueron a estudiar a Paraná y Santa Fe y estimó que no regresarán a su zona.

3-Casi todos coincidieron en que la fuente de sus alimentos es la verdulería y la carnicería, no hay productos del barrio.
Una alumna dijo que una vecina (medio pariente) los convida con calabazas, choclos, que saca de su huerta. Casi todos se mostraron alejados de la producción de alimentos, aunque admitieron en algunos casos tienen un par de naranjos, por caso, o un limonero. En el barrio, una de las alumnas tiene verdulería en su casa, pero compran afuera, no hay producción propia. Algunos saben que pasan vendedores ambulantes, pero no es habitual que sus padres les compren.
Consultados sobre el espacio en sus casas, la mayoría admitió que tendría un pequeño lugar donde cultivar alimentos. No tienen gallinas ni huerta, pero de los 13 presentes (incluidos los profesores), 11 admitieron que sí tienen entre uno y dos perros y otras mascotas.

4-Sobre la contaminación, admitieron que la costa del río está contaminada y que existen minibasurales. En varios casos explicaron que vándalos quemaron los contenedores colocados por el municipio.  Reconocieron que desde hace un tiempo ha disminuido la quema de basura en el Volcadero, ubicado a dos cuadras de la Escuela. Admitieron que la mayoría de sus casas no tienen cloacas.
Invitados por los profesores, varios alumnos participan de marchas a favor del ambiente y contra el uso del glifosato, que se realizan los mares en el centro de Paraná.

5-Sobre la posibilidad de emprender trabajos en relación con el suelo, cuatro de ellos dijeron que sí lo harían, si existieran posibilidades. En los otros no hubo mayor interés.

7-“Yo me quiero ir a vivir al campo”, dijo una estudiante. Otros admitieron que lo harían, pero en una zona cercana a la ciudad. Todos, con excepción de uno, dijeron que les gustaría tener una casa por autoconstrucción.

8-Sólo una alumna, de los 11, dijo que le gustaría trabajar en algo comunitario, asociativo. Todos optaron por una labor individual.  ¿Las razones? “Los vecinos son una lacra de mierda”, sintetizó una de ellas. Otra dijo: “son malas personas, se roban mutuamente”. La que estuvo de acuerdo con lo comunitario hizo bromas pero dijo que mientras en otros lugares los vecinos se pelean, no ocurre eso con sus propios vecinos. Ella misma se mostró muy participativa y desenvuelta.

9-Los aspectos positivos de vivir en un barrio, según los estudiantes: -jugar al fútbol con amigos; -todos van a la escuela caminando, les queda entre dos y cinco cuadras, y lo mismo el centro de salud. Los negativos: -a mala onda con algunos vecinos, la inseguridad. “Este año en mi barrio hubo sólo dos muertos”, celebró una joven. Dijeron que también en la escuela el año anterior se vivieron varios episodios de violencia interna, y en este ciclo la situación se había calmado. Lo mismo reconocieron los profesores “En enero, al empezar el año, mis vecinos se cagaron a trompadas”, explicó una estudiante.
Otra hizo hincapié en algo que consideró muy negativo: la venta de drogas. “Hay muchos vendedores”, lamentó. Nadie la contradijo.
Otro aspecto negativo: hay muchos estudiantes que dejan la escuela y se van a trabajar al “Volca” (por el Volcadero de residuos).

10-Todos los estudiantes se mostraron dispuestos a recibir capacitación en temas vinculados a los alimentos. Aunque sus expectativas pasan por otro lado: una quiere estudiar enfermería, otra ser peluquera, los demás proyectan estudiar abogacía, artes visuales, contabilidad, educación física, diseño gráfico (o veterinario de exóticas) y uno militar.
La escuela da el título de bachiller. Los estudiantes admitieron que salen sin un oficio definido.
Todos los estudiantes se mostraron desenvueltos y con ánimo, participativos y atentos. Casi todos admitieron que en su familia podrían pagar sus estudios aunque con esfuerzos, pero algunos (tres o cuatro) dijeron que trabajarán y estudiarán al mismo tiempo. No supieron decir en qué rubro. “Yo pienso pedir en el municipio para tener algo aunque sea”, arriesgó un estudiante. Pese a ello, se mostraron dispuestos a encarar diferentes oficios.

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24-MACIÁ - SETIEMBRE 2018

Encuesta a Estudiante Terciario.
1-Conozco la chacra donde se puede trabajar las tierras, sembrar diferentes variedades de cultivos (frutas, verduras, plantas medicinales, pastoreos, cereales), cultivar, criar diferentes clases de animales. Estos cultivos pueden ser tratados con agroquímicos y fertilizantes, y eso no beneficia al entorno humano y animal.
Yo en particular he aprendido en la escuela Agrotécnica y en el campo.
2-El éxodo en la zona se ha manifestado en la manera que algunas personas se han ido a otro lugar para llevar a cabo sus estudios y en algunos casos trabajar en la ciudad donde los desempeñan, o en otros directamente por falta de trabajo en la zona por sus formaciones, personas mayores que dejan a cargo sus campos a herederos o los venden o los arriendan, u otros motivos algunos.
3-Las comunidades de la zona participan en la producción, algunos trabajando como propietarios en familia y otros con personal.
Los alimentos que consumimos son cosechados en la chacra (verduras, frutas, carne, etc.).
4-Hemos visto y nos preocupa en torno a la protección y contaminación del ambiente que no se tiene cuidado en el contacto con los bidones y su sustancia en cuanto a la vestimenta y el roce con la piel, tampoco la dirección y velocidad de los vientos ya que la persona lo aspira o entra por los poros, ni tampoco la distancia que hay con las viviendas, escuelas, lugares en si donde circulan seres vivos, muchas veces te pueden estar fumigando y es un veneno.
5-Sí maginamos a los chicos trabajar con el suelo y en algún rubro relacionado a él ya que no hay nada que se los impida, ni tampoco en algunos casos que ellos requieran el cuidado en cuanto a las fumigaciones y/o luchen para que se prohíban, se ve un tanto complicado ya que se ha luchado mucho tiempo con eso y no se ha logrado “nada” como lo hacía Fabián Tomasi.
6-Para hacer huerta en la familia necesitaría 1 hectárea para los que vivimos en la casa; necesitaría un arado, disco, rastra, tractor, azada, pala, rastrillo, semillas, agua, personas laborables, etc. Para el intercambio o comercio de los productos necesitaría estar autorizado para poder llevarlo a cabo, un transporte para trasladar la mercadería, tener elementos varios para llevar los productos (cajones, bolsas, etc).
7-Los servicios que consideramos fundamentales para arraigar en zonas menos pobladas como por ejemplo viveros, criaderos de pollos, tambos: siempre y cuando sean puestos laborales en blanco y, con seguridad y permanencia del mismo.
Se les haría una vivienda para cada familia.
Sí nos gustaría tener vivienda por auto construcción.
Nos gustaría vivir en el campo, pero según las circunstancias donde tenga trabajo se puede dar que emigre hacia la ciudad por falta de empleo.
8-No, no veo disposición con los vecinos para emprendimientos comunitarios, asociativos.
Preferimos actividades individuales ya que podemos tomar decisiones por nuestra cuenta.
9-De la vida en los barrios, lo negativo es el ruido continuo, las “malas caras”, al no conocer no poder dejar confiado algo a la vista, etc.
Lo positivo, en caso de que me suceda poder pedir una ayuda inmediata, tener buena relación con el entorno en algunos casos, ser servicial, etc.
La vida rural a comparación de la urbana, es más tranquila, lejana al pueblo o ciudad, es otra vida muy diferente, etc. Y la urbanidad es más poblada, cerca al pueblo o ciudad y más insegura.
Preferentemente elijo la vida rural.
10-Actualmente yo trabajo en un supermercado y mi madre en tambo en zona rural.
En el futuro me gustaría volver a mis raíces pero como lo veo complicado: me gustaría llegar a mi objetivo, ejercer mi profesión.
En el caso de recibir la posibilidad de realizar tareas en relación con el suelo elegiría sembrar cereales y oleaginosas, pasturas.
Tractor, arado, disco, rastra, desencontrada, sembradoras, cosechadoras y otras maquinarias necesarias.
Si aceptaría capacitación de alguno de esos rubros.

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23-AVIGDOR – SETIEMBRE 2018

TERCERA ENCUESTA. Estudiante de escuela Agrotécnica Antequeda 17 años,
1) Los conocimientos que tengo sobre temas de producción agropecuaria los he aprendido de diversas maneras, principalmente en el cursado de la escuela E.E.AT N°15 M. P. Antequeda, otro, desde la enseñanza de mis padres heredada de sus padres y así sucesivamente. Tengo conocimientos básicos.
2) Para mí el éxodo rural se ha manifestado hace mucho, en esta época es prácticamente nulo. Admito desconocimiento en el tema, pero creo que por falta de trabajo y políticas que impulsen a los pequeños y medianos productores y por ende atraso tecnológico.
3) Las comunidades participan de la producción como obreros o peones de agricultura extensiva o producción ganadera.  El origen del alimento que consumen en su mayoría es industrializado, como en la ciudad. Son muy pocas las huertas familiares y las vacas carneadas por la familia consumidora.
4) Me preocupa la utilización indiscriminada de agroquímicos, sobre todo cerca de los asentamientos de personas (puestos, escuelas, pueblos). También el mal uso de prácticas agrícolas que llevan a la degradación del suelo.
5) Me parece que sí, que se está introduciendo cada vez más la cultura de cuidar, me parece que se está comenzando a entender que el tiempo es hoy. Me parece que falta acompañamiento estatal, una fuerte política orientada a la creación de fuentes laborales teniendo en cuenta el cuidado ambiental.
6) Las hectáreas dependerían de la familia, el problema radica en que no todas las familias tienen un espacio suficiente y una huerta comunitaria no creo que funcionaria. No sabría responderla con fundamento.
7) Me parece que sería importante impulsar a los pequeños y medianos productores, para que la gente pueda vivir de su producción, no que sea una forma de ingreso complementaria. Me parece que así se formaría empleo y el campo en cierta medida se repoblaría, aunque sea algo. Creo que la mayoría tiene vivienda perteneciente al dueño del establecimiento. Yo pienso que sí. En mi caso, me cuesta imaginar mi vida en Avigdor. Quiero vivir en un lugar donde pueda trabajar de lo que me gusta, pero tener la posibilidad de elegirlo yo.
8) En mi caso, que tengo ya mi huerta prefiero individual. Pero no tendría problemas  en emprender en conjunto.
9) Los aspectos positivos de la vida en los barrios de Avigdor es la tranquilidad y confianza de su gente, mucha paz. Todavía se pueden ver todos los gurises del barrio jugando, o cerras sin llave las puertas y vehículos. Como negativo no creo que haya mucho, quizás la calle de tierra que se hace barro cuando  llueve, no se me ocurre mucho. No prefiero ni puramente una ni otra, rescato cosas de ambas.
10) Mi madre es directora de radio de Jardines de Infantes en Bovril. Mi padre docente jubilado, productor pecuario y apícola. Me gustaría trabajar de médico.  Me interesan mucho las prácticas de conservación del suelo y de los demás bienes naturales. No se me ocurre nada a aplicar en este momento. Con gusto aceptaría capacitación.

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22-AVIGDOR – SETIEMBRE 2018

SEGUNDA ENCUESTA. Madre e hija (70 y 40 años aproximadamente), llegadas al poblado de Avigdor junto a su familia a finales de los 80, principios de los 90, asentados en terrenos donados por una de las estancias que rodea el pueblo destinados a barrios que hasta el día de hoy no tienen escritura.
1-El conocimiento viene de los hábitos en las huertas familiares transmitidos generacionalmente para autoconsumo, y luego con las capacitaciones de los programas de prohuerta y SAF. Ahora en el pueblo se vende el excedente a vecinos, y se pasa la información de venta de boca en boca. El uso medicinal de las plantas ha sido reemplazado químicamente pero en la actualidad está volviendo. Saber transmitido de generaciones.
2-La juventud se fue mucho a la ciudad en busca de trabajo. Es igual año tras año porque en el pueblo no hay suficiente trabajo.
3-Se participa en proyectos familiares que propone el INTA, grupos solidarios “fundación judaica”, aportes, donaciones de familias particulares de afuera.
4-En esta pregunta tuvieron reparos en responder, aduciendo que preferían no contestar, pensando en que solo iba direccionada al uso de agrotóxicos. Luego de explicar el sentido amplio de la pregunta responden “ El humo de los basurales domiciliario, el reciclado etc.”
5-“A largo plazo sí, mientras están estudiando, mis gurises dicen que quieren aprender en la Agrotécnica seguir estudiando afuera y volver al pueblo con una profesión relacionada al trabajo del campo.
6-Hay gente que le falta incentivo para trabajar, en el pueblo la mayoría tiene un mínimo espacio para al menos una pequeña huerta.
7-A la casa de material al fuimos haciendo de a poco, y ahora van construyendo los demás hijos en el terreno. Antes prefería la zona rural, vivíamos en un puestito de una estancia donde era peón mi marido, pero no teníamos luz ni agua corriente, ahora prefiero acá el pueblo, no la ciudad.
8-Falta trabajar en comunidad. En particular en ocasiones hay preferencia en trabajar individual por cuestiones de comodidad personal en la administración de los tiempos.
9-Lo negativo es la quema de residuos, animales sueltos y sus desechos en la vía pública. Positivo sería la solidaridad en tema de seguridad, prevención, ayuda mutua. “Cuando se trata de enfermedad o urgencia no se mira si es el enemigo”.
10-Lo negativo es la quema de residuos, animales sueltos y sus desechos en la vía pública. Positivo sería la solidaridad en tema de seguridad, prevención, ayuda mutua. “Cuando se trata de enfermedad o urgencia no se mira si es el enemigo”.
11-Capacitaciones y herramientas entraban y entran, con proyectos en su momento con el ministerio de desarrollo social, enfermera rural, la SAF y con proyectos del INTA.

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21-AVIGDOR – SETIEMBRE 2018

PRIMERA ENCUESTA. Técnica Agropecuaria, egresada de Antequeda, despedida de la SAF el 29 de abril 2018, edad 33 años aprox.
1. El conocimiento es una mezcla de lo empírico heredado de mi madre y de científico (por decirlo de alguna manera) adquirido en la escuela secundaria. Y luego con capacitaciones.
2 El éxodo rural se ha manifestado en mi zona de igual manera que en zonas aledañas, se nota mucho en jóvenes de un rango de edad que va desde los 15 a los 24 años aprox. Y en su mayoría se van  a Santa fe o Córdoba en busca de fuentes de trabajo que faltan en la zona. Y si bien no van por trabajos dignos, encuentran allá casa y un sueldito.
La otra franja es de personas mayores (en edad jubilatoria) que han trabajado sus tierras (de 30 a 100 ha)  toda su vida y hoy cansados de tanto trabajo y poca recompensa deciden vender o arrendar sus tierras e irse a vivir a los pueblos más cercanos, donde además cuentan con servicios que el campo son impensados, sobre todo de salud.
3 En esta zona se ve cada vez menos la cultura de cultivar los alimentos, el 80% de los alimentos provienen de otras ciudades. Y no es por falta de tierra o de saberes, simplemente que se está perdiendo el hábito del consumo de frutas y verduras frescas. Basando la alimentación al consumo de proteína animal y carbohidratos. Además el mal manejo los lleva a perder la batalla con las hormigas, gallinas de los vecinos, aviones fumigadores que pasan por sobre las casas perdiendo venenos (se han secado gran cantidad de frutales y muerto muchas colmenas). Y el clima que en verano el sol está demasiado fuerte y en invierno las heladas se notan cada vez más. Además de las terribles sequías e inundaciones que viene sufriendo nuestra provincia.
4 Como ver se ha visto mucho. Y nada bueno. La contaminación se ve en todos los espacios,  desde algo tan chico como la contaminación que genera una familia en su casa como la q generan grandes empresas.
En el campo, tanto pequeños productos,  campesinos y trabajadores transitorios agropecuarios queman su basura o la entierran en pozos hechos por ellos mismos, esto se debe a la falta de recolección de residuos y a la escasa información que tienen sobre los agentes contaminantes.
En cuanto a los grandes productores: es común verlos cargar agua o lavar sus herramientas en cauces de agua que están en las mismas chacras en las que están trabajando. Como así también dejar en el campo los contenedores de agroquímicos o regalárselos a los vecinos o puesteros para que usen lo que les queda de veneno y luego reutilicen los envases para transportar líquidos, en muchos casos agua para consumo humano y animal.
5 Lo imagino, pero para eso debe haber muchos cambios en la forma de trabajar y cultivar la tierra. Se necesitan políticas que favorezcan el desarrollo rural y la economía regional. Se debería apuntar a la producción responsable con medio ambiente y económicamente rentable achicando las distancias (intermediarios) entre quien produce y los consumidores. También acercar servicios, a los centros rurales,  básicos como salud,  energía y agua potable. Y otros como internet y buena señal para la telefonía celular.
De esta manera los jóvenes no tendrían necesidad de irse de sus tierras porque tendrían todo en sus propias casas.
6 En mi opinión no es una cuestión de espacio el tema de la huerta. Pero se estima que con 40 o 50m2 una familia de 4 integrantes puede abastecerse de frutas y verduras de estación. Personalmente creo que es un problema de tiempo, esfuerzo y dedicación que generalmente recae en la mujer de la casa (que es esposa, madre, lavandera, cocinera, recolectora de leña y en muchos casos de agua. Qué ganas puede tener una persona de hacer huerta si no tiene tiempo y si además debe trabajar la tierra y acarrear agua, cuando muchas veces es la única que consume las verduras porque a la gran mayoría de los hombres se les ha inculcado que deben consumir proteína animal por el trabajo que realizan.
Es necesaria la incorporación de talleres y jornadas (los temas serían: alimentación saludable, cocina, roles y funciones de todos los integrantes del grupo familiar, etc. Asistencia técnica productiva y de comercialización, recuperación de saberes, conservación consciente de los alimentos) donde asistan todos los integrantes de la familia, no solo la mujer como acurre siempre.
7) Los servicios fundamentales ya los fui nombrando anteriormente, pero en lo personal creo que se trata de que no haya diferencia en los servicios con los que cuentan las personas de ciudades y los habitantes rurales (no tener que hacer 25km para poder colocarse una inyección o medirse la presión arterial, y todo lo que tenga que ver con salud, caminos intransitables todo el año, cajeros automáticos, terciarios o facultades, comercios justos, todo esto más cerca)
En cuanto a la autoconstrucción de viviendas me parece que primero se debería avanzar con la solución al problema de tenencia legal de la tierra y que cada familia. Una vez siendo realmente dueños de sus tierras recién avanzar con capacitaciones y permanente acompañamiento en el proceso de construcción.
8) En la actualidad se ha perdido de tal manera el sentido de asociativismo que la gran mayoría prefiere pagar el doble por la misma cantidad de insumos a tener que correr el riesgo de hacerse cargo de pagar un extra si al vecino le va mal un año.
Son totalmente consientes de los beneficios del asociativismo y el cooperativismo pero la desconfianza es mayor. Llevarían muchos años de trabajo contínuo y acompañamiento.
9) Antiguamente se prefería la vida del campo pero hoy es tal "la soledad del paisaje" que la mayoría prefiere vivir en un pueblito o ciudad pequeña y viajar todos los días al campo a trabajar. De hecho es tanto el aislamiento (ni hablar en temporadas de lluvias) que se van generando adicciones (alcoholismo por ejemplo), que sumado a otras vivencias terminan en violencia doméstica (aclaro que no estoy justificando la violencia de ningún tipo). Sé de casos de mujeres que están solas todo el día en el medio del campo porque sus hijos crecieron y se fueron lo antes posible del campo, y su marido está trabajando en otros campos desde que sale el sol hasta que oscurece. Y en esa soledad aparecen enfermedades tales como obesidad, estados de ansiedad, hipertensión arterial, depresión, etc
Lo bueno de vivir en el campo es la posibilidad de producir mayor cantidad y variedad de alimentos (huevos, leche y sus derivados, corderos, chivos, aves, caza y pesca, etc. )
10) En la actualidad me desempeño como comerciante, pero trabajé 15 años asesorando y acompañando a pequeños productores agropecuarios y mujeres campesinas.
Siempre soñé con poder volver a vivir en el campo produciendo mis propios alimentos de manera sana y con los tiempos propios de cada producción. Pero veo cada vez más lejos esa posibilidad ya que hoy por hoy no basta con uno producir sanamente, sino que se debe estar  pendiente de  la forma de trabajar de los linderos ya que con solo una deriva de fumigación se  puede perder meses y años de trabajo, sin contar con los efectos nocivos en la salud.

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20-MOJONES SUR – SETIEMBRE 2018

Encuesta a joven docente rural de Mojones Sur, departamento Villaguay.
1) Los Conocimientos los obtuve de libros, investigando en internet y con miembros de pueblos originarios y campesinos. En relación al  cultivo de vegetales conozco la importancia de la asociación de cultivos, rotación, y preparación de biofertilizantes orgánicos a base de bosta de vaca y otros. Mucha información de agricultura regenerativa en especial sobre la utilización de caldos y algo de agricultura biodinámica. Aunque todavía no pude realizar muchos preparados. En labranza utilizamos diversas técnicas, dependiendo de la dimensión del espacio lo hacemos con Laya, asada o arado y tractor. En el sector huerta incluimos gallinas ponedoras que colaboran con la labranza y brindan huevos. En el sector ganadería bovina prácticamente no participo aunque tengo varios saberes sobre manejo de monte mediante parcelas, destete, alimentación. Y sobre usos medicinales de las plantas sigo aprendiendo pero considero que todas las plantas en diferentes medidas son medicinas, tengo algunos libros y materiales al respecto.
2) El éxodo ha sido notable cada vez quedamos menos luego del boom de la soja y las precarias condiciones laborales.
3) Muchos productores son ganaderos, aunque hay grandes estancias agrícolas que se dedican elementalmente a la soja, aunque actualmente algunas se encuentran en crisis por tener las tierras cada vez más infértiles y depender de las multinacionales. Acá en casa la mayoría de verduras las obtenemos de nuestra producción, estamos iniciándonos cómo productores agroecológicos con mi compañera.
4) He visto grandes hectáreas de desmontes, fumigaciones con agrotóxicos y sus innumerables problemas para la salud, mortandad de peces y abejas, eliminación de la biodiversidad,  contaminación en las aguas, dependencia a las multinacionales por parte de los productores, perforaciones termales (para extraer hidrocarburos), eliminación del monte nativo y una casta política orientada a sostener este sistema.
5) Lo veo por eso volví al campo con mi compañera para hacer agroecología. Es la salida generando gran cantidad de empleos y produciendo alimentos de calidad. Soberanía alimentaria.
6) Es muy relativa la cantidad de hectáreas pero de una para arriba. En cuanto a servicios luz eléctrica y agua. Además de algún tractor y arado para ahorrar en labranza. Para el intercambio el principal problema en este momento es el transporte de la cosecha
7) Servicios fundamentales para la producción son agua y luz. No vendría mal educación y salud de calidad. No tenemos vivienda propia, paramos en la casa de mis padres, aunque estamos intensionando una bioconstrucción.  Nos gustaría vivir al lado de un algarrobo.
8) Aún hay algunas resistencias a lo colectivo. Pero con paciencia lo vamos logrando.
9) Vivo en una zona rural y me encanta este espacio. Aunque no tuve inconvenientes con los barrios cuando me tocó.
10) Trabajo en muchas cosas: producción hortícola, albañilería, cuando salen suplencias docentes, estoy tratando de volver a hacer apicultura. Me encantaría poder dedicarme enteramente al trabajo en la tierra, mejor aún si es colectivo. Y estoy dispuesto a cualquier capacitación.

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19-PARANÁ LUNES 10 DE SETIEMBRE.

Escuela 59 Toma Nueva, de Paraná. Barrios Toma Nueva, Lomas del Golf y Los Arenales.
Entrevista con tres estudiantes adultas que viven en esos barrios.

Las tres comentaron que conocen algo de huertas, y añoran los tiempos en que el barrio tenía más espacio y menos violencia y drogas, y coinciden en la dificultad de hacer emprendimientos cooperativos o comunitarios por la falta de confianza en la vecindad.

“Mi marido sabe un poco, hemos sembrado tomate, lechuga, acelga, calabazas, zapallos, pero ahora solo tenemos muchos pimientos. Como tenemos un patio grande, ahí hay mandarinos, manzanos, limoneros, ciruelos. En un momento tuvimos gallinas, ahora no.
Lo que sé, lo aprendí de mi marido, él es inmigrante.
Una segunda entrevistada dice que tenía gallinas y patos, sacaba huevos y criaba también algunos parrilleros en el patio. Pero los regaló porque los perros empezaron a matarlos.
Ahora se quedó con un solo perrito, entonces cuando le da de comer en el patio llegan palomas y otros pájaros del monte.
Aprendió estos trabajos de chica. Ella vivía con sus padres en Santa Elena, el padre debió emigrar por el cierre del Frigorífico. En este momento, ella vive en Paraná, y su padre es ladrillero en Casilda, provincia de Santa Fe. La familia está compuesta por ocho hermanos de los cuales solo una, la mayor, vive en Santa Elena, los demás se fueron todos, incluso los padres.

La tercera entrevistada comenta que en la casa de su madre tenían naranjos y mandarinos, pero los sacaron para construir e hicieron piso. Solo queda una planta que se está secando.
Dice que su abuela cosechaba paltas y naranjas. También tenía patos y gallinas y los fue regalando porque se los mataban los perros (el mismo comentario que la segunda consultada).
En estos meses, el hermano tiene tres gallinas, y huerta no, por falta de espacio.

Ante la pregunta 2 sobre el éxodo, la santaelenense  se explaya sobre la ausencia de oportunidades de trabajo en su ciudad. Dice que ahí ni siquiera se puede vender pan casero por las calles porque hay mucho control y cobran impuestos, a diferencia de Paraná donde los vendedores ambulantes no se los molesta.
También recuerda que los tíos de su marido (hermanos de su suegra) son todos de Nogoyá, y se fueron a Buenos Aires por falta de trabajo.

Otra entrevistada dice que los hijos de ella y de su marido son profesionales, se fueron a otras provincias (Médico, ingenieros en petróleo…). Lo ve natural, aunque el único oficio que aquí no podría practicarse sería el petrolero.
Sostiene que si bien su terreno es grande porque se juntó con otros linderos, la mayoría de los espacios en estos barrios son muy reducidos, la gente vive amontonada. Los hijos construyen arriba de la casa de sus padres, o atrás, porque no tienen terreno.

La tercera dice que su abuela vino al barrio desde Sauce de Luna, y que le comenta que en la Toma en su juventud era todo verde, con montes naturales.
Sus abuelos emigraron a Buenos Aires por trabajo (su abuelo era panadero), y más adelante se afincaron en la Toma.

Ante la tercera pregunta sobre la producción y el origen de los alimentos, dicen que compran casi todo en supermercados. Una de las encuestadas colabora en un comedor y saca de allí algunas verduras. Hay en el barrio un comedor que da viandas a 350 personas del barrio, de lunes a viernes, con ayuda del Estado Nacional. El comedor se llama Pancitas llenas, corazón contento.
Aclaran que hay dos alimentos que obtienen de vecinos del barrio: pescados y carne de cerdo, y que a veces pasa un carrito con un vendedor de huevos, pero no hay quintas en la zona. Comentan que lejos de allí, en el Acceso Norte (varios kilómetros) que existen quintas trabajadas por bolivianos.

A la pregunta 4 sobre el ambiente, responden que saben de un vecino que vive con problemas de asma por el polvillo de una arenera.
También lamentan que la orilla del río esté llena de botellas de plástico, bolsas y otros residuos.
En el barrio hay mini basurales, “pero no tanto como antes”.
Sostienen que la municipalidad ha colocado contenedores, y muchos ven el contenedor lleno pero dejan igual sus bolsas. También admiten que se empezó con la selección en origen pero el plan no sigue.

Pregunta 5, si imaginan a sus hijos trabajando en relación con el suelo. Una encuestada cuenta que tiene un hijo en una escuela rural en Las Tunas, donde trabaja en la huerta, cuida animales. “Le gusta mucho”.  Aspira a que el joven en un futuro trabaje en la misma escuela, adonde hoy vive de lunes a viernes.
“Le habían hecho una cesárea a una oveja, y venía contento”, dice.
Acepta que con su marido decidió mandarlo a esa escuela “por la situación del barrio, hay mucha droga y todo eso”.

Otra entrevistada no imagina a ninguno de sus hijos en relación con la producción de alimentos. La tercera comenta que le gustaría estudiar maestra jardinera y educación física, y nada en relación con la tierra.

A la pregunta 7 sobre vivir en el campo: “A mí me gusta acá, el barrio”, dice la mujer que manda su hijo a Las Tunas por razones de seguridad, aunque parezca una contradicción.
Admite que no le desagradaría vivir en el campo porque ama la tranquilidad.
Otra dice que no, no se iría, porque no se aguantaría la soledad.
La tercera se marcharía al campo sí, pero no a trabajar, sino a una casa quinta, para disfrutar del paisaje. Antes gozaba del silencio, del trino de los pájaros, ahora desde temprano se escuchan los camiones.

Ante la pregunta 8 sobre emprendimientos asociativos, las tres optan por trabajos individuales, y no cooperativos. “Para formar un grupo está complicado, tenés que fijarte bien, cómo es la persona. Han hecho microemprendimientos y no han funcionado. Individual sería más fácil, es la responsabilidad de cada uno”.

Otra dice: “familiar sí, con vecinos sería complicado. No sé qué responsabilidad tiene él”.
La tercera: “Comunitario no, individual. Los vecinos no se pueden ni ver. Están todos peleados, por lo menos en mi cuadra están todos peleados” (agrega con una sonrisa).
“No se usa mucho el diálogo, si los chicos se pelean por ejemplo, no hay diálogo: van y te amenazan”.

Pregunta 9 sobre aspectos positivos y negativos del barrio: Los positivos, la escuela cerca, el río cerca, y lo mismo el centro de salud. Una dice que su abuela también vive a pocos metros de su casa.
Lo negativo: la droga y la violencia.  “La misma adicción los lleva a robar, amenazar, a matar. Le roban a sus padres incluso”.
Una aclara que ellos no tienen miedo, porque “con los del barrio no se meten. Saludan, a mí nunca me faltaron el respeto”.
Dicen que existe violencia, se escuchan gritos, tiros. Una de las entrevistadas debió abandonar la entrevista por un llamado telefónico, debido precisamente a un hecho de inseguridad justo cuando hablaban del tema. Cuando los entrevistadores salieron, ya concluida la consulta, había una cuadra conmocionada, con los vecinos afuera y dos patrulleros.
“Ahora está un poco mejor porque hay varios presos.  Falta que metan adentro a dos o tres. A esos les espera la reja o cuatro metros bajo tierra, por el camino que van”, comenta una.

Consultadas sobre la posibilidad de capacitación en rubros de la producción, las dos entrevistadas que quedan aceptan que asistirían a cursos. Aunque una quiere ser maestra o profesora de educación física y la otra guardiacárcel.
Comentan que en el templo vecino solían entregar pollitos pero exigían para ello una capacitación de tres días.  Lo mismo con planas frutales. Pero este año eso no se dio.
Recuerdan que la municipalidad entrega pollitos en calle Colón, sin capacitación previa. Hasta 10 aves por familia.
Consultadas por el plan Pro huerta del Inta, dicen que no lo conocen.
Las dos sugieren que si un día llegara capacitación tendría que ser algo permanente, con continuidad, “que no se pierdan”, porque de lo contrario los emprendimientos se abandonan.


Encuesta del vivir bien y bello y buen convivir.


18-CONCORDIA VIERNES 24 DE AGOSTO.

Escuela 23 República Oriental del Uruguay, Calle Pellegrini 136, Concordia.
Y conversaciones con integrantes del grupo ecologista Luz del Ibirá.

Escuchamos a un grupo de catorce estudiantes, chicas y muchachos de los últimos cursos de la educación secundaria, bien dispuestos a hablar de alimentos y biodiversidad y en general distantes de la producción. Todos de Concordia, excepto una chica con cuna en Federal.

De entrada explicaron que en el establecimiento educativo tenían una quinta con lechuga, acelga, zanahoria, cebolla, perejil, pero aclararon que nunca cosecharon de allí, sino que participaron de la primeras tareas, y no sentían que hubieran sembrado, es decir, no tenían incorporada el concepto de siembra, por lo que entendimos que el proyecto de huerta propia era incipiente.
Aunque muy urbanos y de barrio, las y los estudiantes por alguna vía tenían vínculos con los alimentos. No es raro allí tener padres o tíos en la cosecha de arándanos o citrus, o alguna vecina con gallinas.
Si bien de los 14 hubo 7 que respondieron que tenían un gallinero cerca, en la cuadra, sólo una de las alumnas dijo que su mamá tenía gallinas, y cuando le preguntamos al conjunto por la posibilidad de un gallinero pequeño, todos señalaron una dificultad principal: los perros.
Fue algo sorprendente: cada uno explicó que con dos o tres perros y perras en casa se hacía imposible, y nos llamó la atención por la abundancia de mascotas grandes que ocupan gran parte del escaso espacio que poseen en los barrios.
Otros dijeron que no sabrían cómo criar las aves. Y hubo bromas por otro problema: la inseguridad. “Te saltan por el fondo”, dijo una alumna.

El problema del éxodo fue tomado en la charla como algo natural. Dijeron que tienen compañeros en la cosecha de manzanas y peras en el sur, por caso. “Siempre fue así, se van”, se escuchó.
Otros admitieron que tienen amigos que se marcharon a Buenos Aires. Uno dijo que tenía primos y tíos en Paraná, en la escuela de oficiales de la Policía.

A una pregunta sobre los alimentos, como era de esperar todos pensaron en verdulerías y carnicerías, y sólo como excepción uno dijo que en el barrio había paltas y otro que en la casa tenían tomates.
Al ser un grupo netamente urbano, no sorprendió la distancia con la producción de alimentos, pero al mismo tiempo nos llevó a reflexionar en torno de la pobreza, porque las características de estos grupos llevan a pensar en lo necesario de la huerta propia, por caso, para facilitar la alimentación familiar con productos cercanos y sanos.

Sobre el cuidado del ambiente: “hay basura por todos lados, nadie limpia nada. Basurales grandes y chicos”.  La deposición final de los residuos fue el problema repetido. También comentaron de la tala de árboles.
Allí surgió una iniciativa del establecimiento educativo que tiene a los estudiantes muy interesados: el Sendero. Se trata de un espacio de monte junto al río, a pocas cuadras del colegio.  La militancia de los docentes permitió que se declarara Sendero protegido por ordenanza municipal, con lo cual rescataron un basural para facilitar el desarrollo de monte nativo.
Una profesora mencionó el caso de las algas en el lago de salto Grande, y fue comentado por los estudiantes.

Consultados por la posibilidad de hacer algo propio vinculado a los alimentos, de los 14 sólo uno dijo estar dispuesto. Explicó que le gustaría vivir más en las afueras si hubiera posibilidades. “No te vas a quedar toda la vida con tu papá, tenés que buscar un futuro”, comentó. Los demás se mostraron inclinados a la docencia, la enfermería, o estudios vinculados al ejército o la policía.

A la pregunta sobre la vida y el trabajo comunitario, las opiniones estuvieron repartidas pero prevaleció el trabajo individual, lo que sorprendió un tanto a profesoras que aclararon que dan clases de cooperativismo y esperaban quizá otras respuestas.
“Prefiero trabajar solo y hacer las cosas bien”, dijo uno.
“Mejor en grupo, si sale mal el otro te puede corregir”, respondió otro.
“Me gustaría en grupo para conocer mejor a los vecinos”, agregó una tercera.
“Yo me concentro mejor si trabajo solo”, dijo otro.
“El trabajo comunitario es más fácil”, manifestó uno. “Pero te complica”, le respondieron.
En general, no se registraron comentarios en torno de experiencias comunitarias, cooperativas.

Sobre las bondades de vivir en el barrio, explicaron que tienen cerca la escuela, el hospital, las calles asfaltadas, la comisaría, el almacén.
Lo negativo: “te roban todo”. La inseguridad fue lo más mencionado. Y no con mucha preocupación sino matizado con algunos chistes. También salió el tema de las adicciones, no porque alguien lo apuntara entre los entrevistados sino porque lo consultó muy especialmente el encuestador. Uno aclaró. “y dónde no está” (la droga).
Luego coincidieron en que hay más droga en barrios de casitas precarias. “La casa se les cae pero venden droga”, señaló un estudiante.
Respecto de los beneficios de la vida campesina todos hablaron de “la tranquilidad” y uno dijo “el trabajo propio”.

Consultados sobre la disposición que tendrían para la capacitación en distintos rubros, todos recibieron la propuesta de buena gana. Eligieron abejas y tambo. “Ayuda un poco más si sabés un oficio”.

Como observación: el diálogo fue un tanto más forzado que en escuelas de campo o pueblos chicos, pero resulta interesante la atención que prestan los estudiantes. Es decir, el hecho de que estén distantes de la producción no los hace desinteresados. En un momento, un poco en broma, señalaron a manera de reproche amistoso que en la escuela no se trataban los temas apuntados en la encuesta, aunque era obvio que el establecimiento no está pensado como escuela agrotécnica.

Luz del Ibirá

Docentes de la Escuela República Oriental del Uruguay, junto a pares de otros establecimientos, fundaron en Concordia el grupo ambientalista Luz del Ibirá. El nombre deriva de un Ibirapitá plantado en el patio del establecimiento educativo.
Las docentes explicaron la actitud para articular sus trabajos educativos con su vocación ambientalista, y mostraron a la escuela como un ámbito para el encuentro y el debate, más allá de los temas exigidos por el sistema.
Señalaron que en algunos establecimientos sirve la formación de este tipo de organizaciones para sortear la burocracia impuesta para salir de los cursos con los estudiantes o emprender iniciativas que cruzan las jurisdicciones.  Y explicaron que a través de distintos proyectos, como la participación en las olimpíadas de ambiente y desarrollo sustentable, logran estimular la participación de los estudiantes en asuntos de la comunidad. Como ejemplo: la limpieza y la visita periódica al Sendero protegido de la zona sur, y la comprensión de las fuentes de trabajo de la zona, no siempre amigables con el entorno.
Luz del Ibirá lanzó una colección de historias mágicas de diversidad, con cuentos ilustrados sobre habitantes del monte y el río.