viernes, 16 de diciembre de 2011

Tierra Que Anda 13: Comunidad. (en el 102 aniversario de Larroque)


Las abejas tienen organización que no deja de maravillarnos: parecen socialmente perfectas; cada una cumple perfectamente su misión en el conjunto, hasta la reina, que para mejor no pertenece a una clase privilegiada, sino que la comunidad misma la elige y la prepara para su función de continuadora de la especie, especie que ha subsistido al paso de los millones de años sin haber necesitado una tecnología de avanzada.
Los montes tienen una estructura, una arquitectura y unas formas de relación que no dejan de asombrarnos: parecen comunitariamente perfectos; cada especie, cada individuo se desarrolla de acuerdo a las posibilidades del conjunto y plenamente integrado al ecosistema; un árbol toma sus nutrientes de la tierra y los devuelve en hojas-abono, toma el agua que él mismo ayuda a retener en el suelo, recicla el dióxido de carbono que los animales producen, se ofrece nido, sombra, alimento, símbolo y ya viejo y cansado se vuelve tierra.
Una bandada en vuelo tiene una armonía que no deja de sorprendernos: Un ave se ofrece en sacrificio voluntario para cortar el aire mientras las demás se ubican convenientemente para hacer su tarea más fácil hasta que llega el relevo necesario, pero a pesar de la alternancia continua de los conductores, la bandada sigue su rumbo cierto y seguro hacia su destino comunitariamente establecido. Y hasta a veces cuando esta armonía se rompe por causas ajenas a la bandada, el ave separada, rezagada por cansancio o por debilidad, es acompañada por otra que le hará más fácil el recorrido.
No somos abejas, ni árboles, ni pájaros, hemos descubierto y aceptado que evolucionamos, que nuestra especie humana ha superado ampliamente a todas las demás porque desarrollamos la inteligencia entre otras ventajas evolutivas, como el amor o el pulgar opuesto. Pero entonces con esta inteligencia deberíamos preguntarnos ¿qué nos pasó? ¿qué nos pasa?
Nos hemos desentendido del entorno, creemos que nuestro alimento sale de una góndola, no de la tierra, pensamos que al aire y al río y al suelo podemos tirarle cualquier cosa que ellos se la arreglarán bien y eso que somos mejores que el árbol. Creemos en el dios mercado en el que competimos por un lugar de privilegio, los débiles, que se caigan, los viejos que se asilen, los pobres que esperen el subsidio estatal, y eso que somos mejores que las bandadas. Nuestros líderes conductores no piensan en el bien común, sino más bien en el éxito personal o en prebendas sectoriales, y eso que somos mejores que las abejas.
La tecnología es producto de la inteligencia y por lo tanto tiene connotaciones de valor, de bueno o malo… el mismo cuchillo con el corto mi aliento o tallo una escultura sirve para matar… La zapatilla con la que camino más cómodo puede convertirse en la causa por la que un chico robe, o mate a otro para obtenerla. El hombre fue desarrollando las herramientas que necesitaba para vivir mejor, pero junto a esto, se nos fue ganando un afán de poder y de lucro (que parecen ir en pareja siempre) hasta llegar a crear las necesidades y luego convencernos de que eran nuestras. Así creemos que el veneno es mejor que la plaga que dice combatir, que el transgénico es mejor que el alimento natural, que el tomate redondito y sano del mercado es bueno porque no se pudre nunca, que acumular es mejor que compartir, que está bueno usar petróleo para fertilizar un campo para que produzca más combustible, que el cemento es mejor que el césped, que el acondicionador de aire refresca mejor que el árbol, que los bancos son imprescindibles y deben manejar la economía y tantos otros nuevos dogmas de fe en una nueva religión impuesta desde el mercado.
Sin embargo, por algunas de las grietas del sistema, por los resquicio que el modelo no logra tapar, se escapan y se dejan ver algunos valores más humanos y ambientales: aún somos capaces de valorar un gesto de amistad, de formar una familia, de querer lo mejor para nuestros hijos (aunque a veces no tengamos muy claro qué es lo mejor), las madres cocinan, no todo es envasado, mucha gente lleva la bolsa al mercado para evitar la de plástico aunque muchos otros la exijan al almacenero, nos reunimos a tomar mate, aunque parezca que andamos siempre apurados.
Por eso en esta fecha del cumpleaños de nuestro pueblo nos invitamos a pensar, a reflexionar qué queremos para nuestra comunidad local, para este pueblo de 102 años, que aún siendo parte de la globalización vigente, tiene particularidades que lo hacen nuestro y querible.
FELIZ CUMPLEAÑOS LARROQUE

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