miércoles, 4 de agosto de 2010

No es suficiente

Cuando nos obsesionamos con los cambios de dieta y estilos de vida convertimos la problemática de los transgénicos y el agro orgánico en una cuestión meramente individual, sin contenido social. Se convierte todo entonces en un capricho de riquitos, que gozan de estilos de vida fabulosos y tienen el dinero para comprar lechuga orgánica a $10 la libra y líneas exclusivas de productos libres de transgénicos a precios de elite.

No es que comer sano no sea importante. Pero los cambios de estilo de vida nunca sustituirán la acción política y social y la lucha consecuente por cambios en el sistema político y económico.Porque es un chiste malo que estemos hablando de evitar los transgénicos en nuestra dieta y a la misma vez permitimos que corporaciones transnacionales de biotecnología, con el apoyo del gobierno federal y sus sátrapas coloniales, siembren impunemente cultivos transgénicos experimentales y comerciales en nuestros mejores llanos agrícolas, inclusive en terrenos de la Universidad de Puerto Rico.

Porque es un chiste malo que nos obsesionemos con tener una dieta "natural" y tener un estilo de vida "naturista" y a la vez nos crucemos de brazos ante el torrente de agrotóxicos que llegan a nuestros muelles, toneladas y toneladas de barriles de insecticida, herbicida y otros cidas que se riegan en la mayoría de nuestras fincas y también en patios residenciales, derechos de paso, etc. Envenenan no solo nuestra producción agrícola, que con tanto orgullo patrocinamos por tratarse de productos hechos en Puerto Rico, sino también el aire que respiramos y el agua que bebemos. Estos venenos están vinculados al cáncer y a enfermedades neurodegenerativas como Parkinson's y Alzheimer's. ¿Qué familia puertorriqueñ a no ha sido tocada por estas enfermedades?
No es suficiente establecer más y más fincas orgánicas en nuestro país si no combatimos los horrores tóxicos del agronegocio industrial. Hay algo verdaderamente siniestro e injusto en la idea de reglamentar y certificar la producción orgánica mientras que los productores convencionales siguen haciendo lo que les da la gana, sin enfrentar oposición alguna.
En resumidas cuentas, no basta con ser un consumidor consciente y ecológico. No es el consumo lo que debemos revolucionar sino la PRODUCCION, y eso sólo se logra mediante el activismo político y la movilización social.
Carmelo Ruiz Marrero. Periodista y educador ambiental de Puerto Rioco

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