lunes, 14 de enero de 2019

Encuesta del vivir bien y bello y buen convivir.


21-AVIGDOR – SETIEMBRE 2018

PRIMERA ENCUESTA. Técnica Agropecuaria, egresada de Antequeda, despedida de la SAF el 29 de abril 2018, edad 33 años aprox.
1. El conocimiento es una mezcla de lo empírico heredado de mi madre y de científico (por decirlo de alguna manera) adquirido en la escuela secundaria. Y luego con capacitaciones.
2 El éxodo rural se ha manifestado en mi zona de igual manera que en zonas aledañas, se nota mucho en jóvenes de un rango de edad que va desde los 15 a los 24 años aprox. Y en su mayoría se van  a Santa fe o Córdoba en busca de fuentes de trabajo que faltan en la zona. Y si bien no van por trabajos dignos, encuentran allá casa y un sueldito.
La otra franja es de personas mayores (en edad jubilatoria) que han trabajado sus tierras (de 30 a 100 ha)  toda su vida y hoy cansados de tanto trabajo y poca recompensa deciden vender o arrendar sus tierras e irse a vivir a los pueblos más cercanos, donde además cuentan con servicios que el campo son impensados, sobre todo de salud.
3 En esta zona se ve cada vez menos la cultura de cultivar los alimentos, el 80% de los alimentos provienen de otras ciudades. Y no es por falta de tierra o de saberes, simplemente que se está perdiendo el hábito del consumo de frutas y verduras frescas. Basando la alimentación al consumo de proteína animal y carbohidratos. Además el mal manejo los lleva a perder la batalla con las hormigas, gallinas de los vecinos, aviones fumigadores que pasan por sobre las casas perdiendo venenos (se han secado gran cantidad de frutales y muerto muchas colmenas). Y el clima que en verano el sol está demasiado fuerte y en invierno las heladas se notan cada vez más. Además de las terribles sequías e inundaciones que viene sufriendo nuestra provincia.
4 Como ver se ha visto mucho. Y nada bueno. La contaminación se ve en todos los espacios,  desde algo tan chico como la contaminación que genera una familia en su casa como la q generan grandes empresas.
En el campo, tanto pequeños productos,  campesinos y trabajadores transitorios agropecuarios queman su basura o la entierran en pozos hechos por ellos mismos, esto se debe a la falta de recolección de residuos y a la escasa información que tienen sobre los agentes contaminantes.
En cuanto a los grandes productores: es común verlos cargar agua o lavar sus herramientas en cauces de agua que están en las mismas chacras en las que están trabajando. Como así también dejar en el campo los contenedores de agroquímicos o regalárselos a los vecinos o puesteros para que usen lo que les queda de veneno y luego reutilicen los envases para transportar líquidos, en muchos casos agua para consumo humano y animal.
5 Lo imagino, pero para eso debe haber muchos cambios en la forma de trabajar y cultivar la tierra. Se necesitan políticas que favorezcan el desarrollo rural y la economía regional. Se debería apuntar a la producción responsable con medio ambiente y económicamente rentable achicando las distancias (intermediarios) entre quien produce y los consumidores. También acercar servicios, a los centros rurales,  básicos como salud,  energía y agua potable. Y otros como internet y buena señal para la telefonía celular.
De esta manera los jóvenes no tendrían necesidad de irse de sus tierras porque tendrían todo en sus propias casas.
6 En mi opinión no es una cuestión de espacio el tema de la huerta. Pero se estima que con 40 o 50m2 una familia de 4 integrantes puede abastecerse de frutas y verduras de estación. Personalmente creo que es un problema de tiempo, esfuerzo y dedicación que generalmente recae en la mujer de la casa (que es esposa, madre, lavandera, cocinera, recolectora de leña y en muchos casos de agua. Qué ganas puede tener una persona de hacer huerta si no tiene tiempo y si además debe trabajar la tierra y acarrear agua, cuando muchas veces es la única que consume las verduras porque a la gran mayoría de los hombres se les ha inculcado que deben consumir proteína animal por el trabajo que realizan.
Es necesaria la incorporación de talleres y jornadas (los temas serían: alimentación saludable, cocina, roles y funciones de todos los integrantes del grupo familiar, etc. Asistencia técnica productiva y de comercialización, recuperación de saberes, conservación consciente de los alimentos) donde asistan todos los integrantes de la familia, no solo la mujer como acurre siempre.
7) Los servicios fundamentales ya los fui nombrando anteriormente, pero en lo personal creo que se trata de que no haya diferencia en los servicios con los que cuentan las personas de ciudades y los habitantes rurales (no tener que hacer 25km para poder colocarse una inyección o medirse la presión arterial, y todo lo que tenga que ver con salud, caminos intransitables todo el año, cajeros automáticos, terciarios o facultades, comercios justos, todo esto más cerca)
En cuanto a la autoconstrucción de viviendas me parece que primero se debería avanzar con la solución al problema de tenencia legal de la tierra y que cada familia. Una vez siendo realmente dueños de sus tierras recién avanzar con capacitaciones y permanente acompañamiento en el proceso de construcción.
8) En la actualidad se ha perdido de tal manera el sentido de asociativismo que la gran mayoría prefiere pagar el doble por la misma cantidad de insumos a tener que correr el riesgo de hacerse cargo de pagar un extra si al vecino le va mal un año.
Son totalmente consientes de los beneficios del asociativismo y el cooperativismo pero la desconfianza es mayor. Llevarían muchos años de trabajo contínuo y acompañamiento.
9) Antiguamente se prefería la vida del campo pero hoy es tal "la soledad del paisaje" que la mayoría prefiere vivir en un pueblito o ciudad pequeña y viajar todos los días al campo a trabajar. De hecho es tanto el aislamiento (ni hablar en temporadas de lluvias) que se van generando adicciones (alcoholismo por ejemplo), que sumado a otras vivencias terminan en violencia doméstica (aclaro que no estoy justificando la violencia de ningún tipo). Sé de casos de mujeres que están solas todo el día en el medio del campo porque sus hijos crecieron y se fueron lo antes posible del campo, y su marido está trabajando en otros campos desde que sale el sol hasta que oscurece. Y en esa soledad aparecen enfermedades tales como obesidad, estados de ansiedad, hipertensión arterial, depresión, etc
Lo bueno de vivir en el campo es la posibilidad de producir mayor cantidad y variedad de alimentos (huevos, leche y sus derivados, corderos, chivos, aves, caza y pesca, etc. )
10) En la actualidad me desempeño como comerciante, pero trabajé 15 años asesorando y acompañando a pequeños productores agropecuarios y mujeres campesinas.
Siempre soñé con poder volver a vivir en el campo produciendo mis propios alimentos de manera sana y con los tiempos propios de cada producción. Pero veo cada vez más lejos esa posibilidad ya que hoy por hoy no basta con uno producir sanamente, sino que se debe estar  pendiente de  la forma de trabajar de los linderos ya que con solo una deriva de fumigación se  puede perder meses y años de trabajo, sin contar con los efectos nocivos en la salud.

Encuesta del vivir bien y bello y buen convivir.


20-MOJONES SUR – SETIEMBRE 2018

Encuesta a joven docente rural de Mojones Sur, departamento Villaguay.
1) Los Conocimientos los obtuve de libros, investigando en internet y con miembros de pueblos originarios y campesinos. En relación al  cultivo de vegetales conozco la importancia de la asociación de cultivos, rotación, y preparación de biofertilizantes orgánicos a base de bosta de vaca y otros. Mucha información de agricultura regenerativa en especial sobre la utilización de caldos y algo de agricultura biodinámica. Aunque todavía no pude realizar muchos preparados. En labranza utilizamos diversas técnicas, dependiendo de la dimensión del espacio lo hacemos con Laya, asada o arado y tractor. En el sector huerta incluimos gallinas ponedoras que colaboran con la labranza y brindan huevos. En el sector ganadería bovina prácticamente no participo aunque tengo varios saberes sobre manejo de monte mediante parcelas, destete, alimentación. Y sobre usos medicinales de las plantas sigo aprendiendo pero considero que todas las plantas en diferentes medidas son medicinas, tengo algunos libros y materiales al respecto.
2) El éxodo ha sido notable cada vez quedamos menos luego del boom de la soja y las precarias condiciones laborales.
3) Muchos productores son ganaderos, aunque hay grandes estancias agrícolas que se dedican elementalmente a la soja, aunque actualmente algunas se encuentran en crisis por tener las tierras cada vez más infértiles y depender de las multinacionales. Acá en casa la mayoría de verduras las obtenemos de nuestra producción, estamos iniciándonos cómo productores agroecológicos con mi compañera.
4) He visto grandes hectáreas de desmontes, fumigaciones con agrotóxicos y sus innumerables problemas para la salud, mortandad de peces y abejas, eliminación de la biodiversidad,  contaminación en las aguas, dependencia a las multinacionales por parte de los productores, perforaciones termales (para extraer hidrocarburos), eliminación del monte nativo y una casta política orientada a sostener este sistema.
5) Lo veo por eso volví al campo con mi compañera para hacer agroecología. Es la salida generando gran cantidad de empleos y produciendo alimentos de calidad. Soberanía alimentaria.
6) Es muy relativa la cantidad de hectáreas pero de una para arriba. En cuanto a servicios luz eléctrica y agua. Además de algún tractor y arado para ahorrar en labranza. Para el intercambio el principal problema en este momento es el transporte de la cosecha
7) Servicios fundamentales para la producción son agua y luz. No vendría mal educación y salud de calidad. No tenemos vivienda propia, paramos en la casa de mis padres, aunque estamos intensionando una bioconstrucción.  Nos gustaría vivir al lado de un algarrobo.
8) Aún hay algunas resistencias a lo colectivo. Pero con paciencia lo vamos logrando.
9) Vivo en una zona rural y me encanta este espacio. Aunque no tuve inconvenientes con los barrios cuando me tocó.
10) Trabajo en muchas cosas: producción hortícola, albañilería, cuando salen suplencias docentes, estoy tratando de volver a hacer apicultura. Me encantaría poder dedicarme enteramente al trabajo en la tierra, mejor aún si es colectivo. Y estoy dispuesto a cualquier capacitación.

Encuesta del vivir bien y bello y buen convivir.


19-PARANÁ LUNES 10 DE SETIEMBRE.

Escuela 59 Toma Nueva, de Paraná. Barrios Toma Nueva, Lomas del Golf y Los Arenales.
Entrevista con tres estudiantes adultas que viven en esos barrios.

Las tres comentaron que conocen algo de huertas, y añoran los tiempos en que el barrio tenía más espacio y menos violencia y drogas, y coinciden en la dificultad de hacer emprendimientos cooperativos o comunitarios por la falta de confianza en la vecindad.

“Mi marido sabe un poco, hemos sembrado tomate, lechuga, acelga, calabazas, zapallos, pero ahora solo tenemos muchos pimientos. Como tenemos un patio grande, ahí hay mandarinos, manzanos, limoneros, ciruelos. En un momento tuvimos gallinas, ahora no.
Lo que sé, lo aprendí de mi marido, él es inmigrante.
Una segunda entrevistada dice que tenía gallinas y patos, sacaba huevos y criaba también algunos parrilleros en el patio. Pero los regaló porque los perros empezaron a matarlos.
Ahora se quedó con un solo perrito, entonces cuando le da de comer en el patio llegan palomas y otros pájaros del monte.
Aprendió estos trabajos de chica. Ella vivía con sus padres en Santa Elena, el padre debió emigrar por el cierre del Frigorífico. En este momento, ella vive en Paraná, y su padre es ladrillero en Casilda, provincia de Santa Fe. La familia está compuesta por ocho hermanos de los cuales solo una, la mayor, vive en Santa Elena, los demás se fueron todos, incluso los padres.

La tercera entrevistada comenta que en la casa de su madre tenían naranjos y mandarinos, pero los sacaron para construir e hicieron piso. Solo queda una planta que se está secando.
Dice que su abuela cosechaba paltas y naranjas. También tenía patos y gallinas y los fue regalando porque se los mataban los perros (el mismo comentario que la segunda consultada).
En estos meses, el hermano tiene tres gallinas, y huerta no, por falta de espacio.

Ante la pregunta 2 sobre el éxodo, la santaelenense  se explaya sobre la ausencia de oportunidades de trabajo en su ciudad. Dice que ahí ni siquiera se puede vender pan casero por las calles porque hay mucho control y cobran impuestos, a diferencia de Paraná donde los vendedores ambulantes no se los molesta.
También recuerda que los tíos de su marido (hermanos de su suegra) son todos de Nogoyá, y se fueron a Buenos Aires por falta de trabajo.

Otra entrevistada dice que los hijos de ella y de su marido son profesionales, se fueron a otras provincias (Médico, ingenieros en petróleo…). Lo ve natural, aunque el único oficio que aquí no podría practicarse sería el petrolero.
Sostiene que si bien su terreno es grande porque se juntó con otros linderos, la mayoría de los espacios en estos barrios son muy reducidos, la gente vive amontonada. Los hijos construyen arriba de la casa de sus padres, o atrás, porque no tienen terreno.

La tercera dice que su abuela vino al barrio desde Sauce de Luna, y que le comenta que en la Toma en su juventud era todo verde, con montes naturales.
Sus abuelos emigraron a Buenos Aires por trabajo (su abuelo era panadero), y más adelante se afincaron en la Toma.

Ante la tercera pregunta sobre la producción y el origen de los alimentos, dicen que compran casi todo en supermercados. Una de las encuestadas colabora en un comedor y saca de allí algunas verduras. Hay en el barrio un comedor que da viandas a 350 personas del barrio, de lunes a viernes, con ayuda del Estado Nacional. El comedor se llama Pancitas llenas, corazón contento.
Aclaran que hay dos alimentos que obtienen de vecinos del barrio: pescados y carne de cerdo, y que a veces pasa un carrito con un vendedor de huevos, pero no hay quintas en la zona. Comentan que lejos de allí, en el Acceso Norte (varios kilómetros) que existen quintas trabajadas por bolivianos.

A la pregunta 4 sobre el ambiente, responden que saben de un vecino que vive con problemas de asma por el polvillo de una arenera.
También lamentan que la orilla del río esté llena de botellas de plástico, bolsas y otros residuos.
En el barrio hay mini basurales, “pero no tanto como antes”.
Sostienen que la municipalidad ha colocado contenedores, y muchos ven el contenedor lleno pero dejan igual sus bolsas. También admiten que se empezó con la selección en origen pero el plan no sigue.

Pregunta 5, si imaginan a sus hijos trabajando en relación con el suelo. Una encuestada cuenta que tiene un hijo en una escuela rural en Las Tunas, donde trabaja en la huerta, cuida animales. “Le gusta mucho”.  Aspira a que el joven en un futuro trabaje en la misma escuela, adonde hoy vive de lunes a viernes.
“Le habían hecho una cesárea a una oveja, y venía contento”, dice.
Acepta que con su marido decidió mandarlo a esa escuela “por la situación del barrio, hay mucha droga y todo eso”.

Otra entrevistada no imagina a ninguno de sus hijos en relación con la producción de alimentos. La tercera comenta que le gustaría estudiar maestra jardinera y educación física, y nada en relación con la tierra.

A la pregunta 7 sobre vivir en el campo: “A mí me gusta acá, el barrio”, dice la mujer que manda su hijo a Las Tunas por razones de seguridad, aunque parezca una contradicción.
Admite que no le desagradaría vivir en el campo porque ama la tranquilidad.
Otra dice que no, no se iría, porque no se aguantaría la soledad.
La tercera se marcharía al campo sí, pero no a trabajar, sino a una casa quinta, para disfrutar del paisaje. Antes gozaba del silencio, del trino de los pájaros, ahora desde temprano se escuchan los camiones.

Ante la pregunta 8 sobre emprendimientos asociativos, las tres optan por trabajos individuales, y no cooperativos. “Para formar un grupo está complicado, tenés que fijarte bien, cómo es la persona. Han hecho microemprendimientos y no han funcionado. Individual sería más fácil, es la responsabilidad de cada uno”.

Otra dice: “familiar sí, con vecinos sería complicado. No sé qué responsabilidad tiene él”.
La tercera: “Comunitario no, individual. Los vecinos no se pueden ni ver. Están todos peleados, por lo menos en mi cuadra están todos peleados” (agrega con una sonrisa).
“No se usa mucho el diálogo, si los chicos se pelean por ejemplo, no hay diálogo: van y te amenazan”.

Pregunta 9 sobre aspectos positivos y negativos del barrio: Los positivos, la escuela cerca, el río cerca, y lo mismo el centro de salud. Una dice que su abuela también vive a pocos metros de su casa.
Lo negativo: la droga y la violencia.  “La misma adicción los lleva a robar, amenazar, a matar. Le roban a sus padres incluso”.
Una aclara que ellos no tienen miedo, porque “con los del barrio no se meten. Saludan, a mí nunca me faltaron el respeto”.
Dicen que existe violencia, se escuchan gritos, tiros. Una de las entrevistadas debió abandonar la entrevista por un llamado telefónico, debido precisamente a un hecho de inseguridad justo cuando hablaban del tema. Cuando los entrevistadores salieron, ya concluida la consulta, había una cuadra conmocionada, con los vecinos afuera y dos patrulleros.
“Ahora está un poco mejor porque hay varios presos.  Falta que metan adentro a dos o tres. A esos les espera la reja o cuatro metros bajo tierra, por el camino que van”, comenta una.

Consultadas sobre la posibilidad de capacitación en rubros de la producción, las dos entrevistadas que quedan aceptan que asistirían a cursos. Aunque una quiere ser maestra o profesora de educación física y la otra guardiacárcel.
Comentan que en el templo vecino solían entregar pollitos pero exigían para ello una capacitación de tres días.  Lo mismo con planas frutales. Pero este año eso no se dio.
Recuerdan que la municipalidad entrega pollitos en calle Colón, sin capacitación previa. Hasta 10 aves por familia.
Consultadas por el plan Pro huerta del Inta, dicen que no lo conocen.
Las dos sugieren que si un día llegara capacitación tendría que ser algo permanente, con continuidad, “que no se pierdan”, porque de lo contrario los emprendimientos se abandonan.


Encuesta del vivir bien y bello y buen convivir.


18-CONCORDIA VIERNES 24 DE AGOSTO.

Escuela 23 República Oriental del Uruguay, Calle Pellegrini 136, Concordia.
Y conversaciones con integrantes del grupo ecologista Luz del Ibirá.

Escuchamos a un grupo de catorce estudiantes, chicas y muchachos de los últimos cursos de la educación secundaria, bien dispuestos a hablar de alimentos y biodiversidad y en general distantes de la producción. Todos de Concordia, excepto una chica con cuna en Federal.

De entrada explicaron que en el establecimiento educativo tenían una quinta con lechuga, acelga, zanahoria, cebolla, perejil, pero aclararon que nunca cosecharon de allí, sino que participaron de la primeras tareas, y no sentían que hubieran sembrado, es decir, no tenían incorporada el concepto de siembra, por lo que entendimos que el proyecto de huerta propia era incipiente.
Aunque muy urbanos y de barrio, las y los estudiantes por alguna vía tenían vínculos con los alimentos. No es raro allí tener padres o tíos en la cosecha de arándanos o citrus, o alguna vecina con gallinas.
Si bien de los 14 hubo 7 que respondieron que tenían un gallinero cerca, en la cuadra, sólo una de las alumnas dijo que su mamá tenía gallinas, y cuando le preguntamos al conjunto por la posibilidad de un gallinero pequeño, todos señalaron una dificultad principal: los perros.
Fue algo sorprendente: cada uno explicó que con dos o tres perros y perras en casa se hacía imposible, y nos llamó la atención por la abundancia de mascotas grandes que ocupan gran parte del escaso espacio que poseen en los barrios.
Otros dijeron que no sabrían cómo criar las aves. Y hubo bromas por otro problema: la inseguridad. “Te saltan por el fondo”, dijo una alumna.

El problema del éxodo fue tomado en la charla como algo natural. Dijeron que tienen compañeros en la cosecha de manzanas y peras en el sur, por caso. “Siempre fue así, se van”, se escuchó.
Otros admitieron que tienen amigos que se marcharon a Buenos Aires. Uno dijo que tenía primos y tíos en Paraná, en la escuela de oficiales de la Policía.

A una pregunta sobre los alimentos, como era de esperar todos pensaron en verdulerías y carnicerías, y sólo como excepción uno dijo que en el barrio había paltas y otro que en la casa tenían tomates.
Al ser un grupo netamente urbano, no sorprendió la distancia con la producción de alimentos, pero al mismo tiempo nos llevó a reflexionar en torno de la pobreza, porque las características de estos grupos llevan a pensar en lo necesario de la huerta propia, por caso, para facilitar la alimentación familiar con productos cercanos y sanos.

Sobre el cuidado del ambiente: “hay basura por todos lados, nadie limpia nada. Basurales grandes y chicos”.  La deposición final de los residuos fue el problema repetido. También comentaron de la tala de árboles.
Allí surgió una iniciativa del establecimiento educativo que tiene a los estudiantes muy interesados: el Sendero. Se trata de un espacio de monte junto al río, a pocas cuadras del colegio.  La militancia de los docentes permitió que se declarara Sendero protegido por ordenanza municipal, con lo cual rescataron un basural para facilitar el desarrollo de monte nativo.
Una profesora mencionó el caso de las algas en el lago de salto Grande, y fue comentado por los estudiantes.

Consultados por la posibilidad de hacer algo propio vinculado a los alimentos, de los 14 sólo uno dijo estar dispuesto. Explicó que le gustaría vivir más en las afueras si hubiera posibilidades. “No te vas a quedar toda la vida con tu papá, tenés que buscar un futuro”, comentó. Los demás se mostraron inclinados a la docencia, la enfermería, o estudios vinculados al ejército o la policía.

A la pregunta sobre la vida y el trabajo comunitario, las opiniones estuvieron repartidas pero prevaleció el trabajo individual, lo que sorprendió un tanto a profesoras que aclararon que dan clases de cooperativismo y esperaban quizá otras respuestas.
“Prefiero trabajar solo y hacer las cosas bien”, dijo uno.
“Mejor en grupo, si sale mal el otro te puede corregir”, respondió otro.
“Me gustaría en grupo para conocer mejor a los vecinos”, agregó una tercera.
“Yo me concentro mejor si trabajo solo”, dijo otro.
“El trabajo comunitario es más fácil”, manifestó uno. “Pero te complica”, le respondieron.
En general, no se registraron comentarios en torno de experiencias comunitarias, cooperativas.

Sobre las bondades de vivir en el barrio, explicaron que tienen cerca la escuela, el hospital, las calles asfaltadas, la comisaría, el almacén.
Lo negativo: “te roban todo”. La inseguridad fue lo más mencionado. Y no con mucha preocupación sino matizado con algunos chistes. También salió el tema de las adicciones, no porque alguien lo apuntara entre los entrevistados sino porque lo consultó muy especialmente el encuestador. Uno aclaró. “y dónde no está” (la droga).
Luego coincidieron en que hay más droga en barrios de casitas precarias. “La casa se les cae pero venden droga”, señaló un estudiante.
Respecto de los beneficios de la vida campesina todos hablaron de “la tranquilidad” y uno dijo “el trabajo propio”.

Consultados sobre la disposición que tendrían para la capacitación en distintos rubros, todos recibieron la propuesta de buena gana. Eligieron abejas y tambo. “Ayuda un poco más si sabés un oficio”.

Como observación: el diálogo fue un tanto más forzado que en escuelas de campo o pueblos chicos, pero resulta interesante la atención que prestan los estudiantes. Es decir, el hecho de que estén distantes de la producción no los hace desinteresados. En un momento, un poco en broma, señalaron a manera de reproche amistoso que en la escuela no se trataban los temas apuntados en la encuesta, aunque era obvio que el establecimiento no está pensado como escuela agrotécnica.

Luz del Ibirá

Docentes de la Escuela República Oriental del Uruguay, junto a pares de otros establecimientos, fundaron en Concordia el grupo ambientalista Luz del Ibirá. El nombre deriva de un Ibirapitá plantado en el patio del establecimiento educativo.
Las docentes explicaron la actitud para articular sus trabajos educativos con su vocación ambientalista, y mostraron a la escuela como un ámbito para el encuentro y el debate, más allá de los temas exigidos por el sistema.
Señalaron que en algunos establecimientos sirve la formación de este tipo de organizaciones para sortear la burocracia impuesta para salir de los cursos con los estudiantes o emprender iniciativas que cruzan las jurisdicciones.  Y explicaron que a través de distintos proyectos, como la participación en las olimpíadas de ambiente y desarrollo sustentable, logran estimular la participación de los estudiantes en asuntos de la comunidad. Como ejemplo: la limpieza y la visita periódica al Sendero protegido de la zona sur, y la comprensión de las fuentes de trabajo de la zona, no siempre amigables con el entorno.
Luz del Ibirá lanzó una colección de historias mágicas de diversidad, con cuentos ilustrados sobre habitantes del monte y el río.

Encuesta del vivir bien y bello y buen convivir.


17-GUALEGUAYCHÚ AGOSTO.

Encuestados: una familia: Ester, Julio, Marta y Ramona.
Barrio La Tablita, Gualeguaychú.

Todos los integrantes de esta familia vivieron en el campo y por distintos motivos emigraron a la ciudad y terminaron viviendo en la periferia de la misma.

Manifiestan tener conocimiento sobre las actividades rurales como siembra, quinta, tambo y también trabajo en el monte.

Ellos vivían en la zona conocida como “El Potrero” y afirman que ya son muy pocas las familias que quedan en la zona. Todos los campos han sido adquiridos por inversores de Buenos Aires.

Julio trabajaba como peón en una estancia y renunció a su trabajo cuando su patrón le exigió trasladarse a un lugar más lejano, donde tenía otro campo. Esa situación no le permitía poder mandar sus cinco hijos a la escuela. Por lo tanto, prefirió renunciar antes que dejar a sus hijos sin estudios. Así fue que se trasladó a la ciudad y comenzó su trabajo de albañilería.

Las mujeres recuerdan que en el campo trabajaban mucho y hacían todo tipo de actividades a la par de los hombres. Ordeñar vacas, juntar maíz, sacar malezas a mano, cortar leña, además de las tareas hogareñas.
También recuerdan que no había luz eléctrica y por las noches sólo se alumbraban con velas o candiles. Aseguran que la vida era muy dura. A pesar de ello, sienten que era muy bueno trabajar en el campo. También dicen que ahora no volverían a hacerlo porque “eso es para los jóvenes”.
Actualmente trabajan como empleadas en casa de familia, a excepción de Marta que padece una enfermedad de columna que no le permite trabajar.

En este punto, preguntados sobre si los jóvenes tomarían la iniciativa de trabajar en el campo, aseguran que muy pocos. Los jóvenes están habituados a la vida urbana. No obstante, en sus familias tienen algunos jóvenes que sí lo hacen y se encuentran trabajando actualmente en el campo.

Sobre las causas de la emigración a las ciudades, se reiteran las causas. La falta de servicios, caminos intransitables, falta de medios de transporte, falta de escuelas. Piensan que hoy día sería más fácil porque en muchos lugares hay energía eléctrica y la telefonía móvil que los mantendría más comunicados. De todos modos, también afirman que para hoy vivir en el campo es imprescindible contar con un medio de movilidad.

Ramona cuenta que ella parió sus hijos en el campo, sin asistencia médica alguna. Las otras mujeres aseguran que eso hoy sería impensable. Sólo pensar en una situación de esas, aterroriza a las mujeres más jóvenes.

Respecto del asociativismo y la posibilidad armar proyectos con vecinos y otros grupos de personas para encarar un trabajo rural, lo ven muy difícil. Ellos creen en esa forma de trabajo, pero dicen que el mayor impedimento está dado por lo complejo que se han vuelto las relaciones entre las personas. Hay mucho celo y especulación. En ese sentido, Julio asegura que “las medias sólo sirven pa los pieses”.
De todos modos, dicen que si pudieran acceder a una porción de terreno, no demasiado grande, podrían emprender cantidad de proyectos productivos, como sembrar cebollas, ajo, morrones, berenjenas, etc. que podrían venderse en la propia ciudad.
Para ello, deberían tener un primer impulso del estado proveyéndoles herramientas y maquinarias. Dicen que una vez que comenzaran a trabajar, luego ya no haría falta más apoyo porque podrían proveerse por sí mismos de sus herramientas e insumos.

Todos tienen su vivienda propia, de cierta precariedad. En el caso de Ester, logró su vivienda por sistema de autoconstrucción. Le gusta el sistema, pero dice que debería ser más ágil, porque tardó cinco años en tener su casa, desde que comenzaron a construír el grupo habitacional donde ella vive.

Respecto de si prefieren la ciudad o el campo, todos afirman que prefieren quedarse en la ciudad, a excepción de Marta que expresa sus deseos de volver al campo, porque le gusta mucho, aún cuando implica mayores sacrificios.

En cuanto a la vida en el barrio, dicen que ellos viven bien y tranquilos, pero les preocupa severamente la situación de los más jóvenes, afectados por las drogas. Aseguran que la mayoría de los jóvenes del barrio no tienen futuro. La mayoría, salvo excepciones, son adictos, no trabajan ni estudian, y se encuentran en una situación de absoluta marginalidad.

Encuesta del vivir bien y bello y buen convivir.


16-GUALEGUAYCHÚ AGOSTO.

Encuestados: Juan y Andrea (esposos) y Angela y Ramón (esposos)
Viven en Barrio La Cuchilla de Gualeguaychú.

Los primeros pobladores del barrio La Cuchilla fueron vecinos que llegaban desde las zonas rurales.
Al principio, muchos de ellos se dedicaron a la fabricación de ladrillos, ya que el lugar se los permitía por la gran extensión de terreno que había en el lugar. Con el correr del tiempo, la zona comenzó a poblarse con otros vecinos que también llegaban de la zona rural y de las zonas costeras de la ciudad. Muchos fueron erradicados de las zonas inundables y pasaron a vivir en La Cuchilla.

Juan y Andrea son una pareja que oscila los 40 años. Juan hace changas de albañilería y Andrea trabaja como empleada doméstica y percibe la asignación universal. En tanto Angela y Ramón son adultos mayores, ya jubilados.
Todos ellos manifestaron tener conocimientos sobre cultivo de vegetales y crianza de animales.
De hecho, ambas parejas hacen quinta en una porción de terreno de sus viviendas. Lo hacen a través de programas del INTA, que les provee semillas dos veces al año.
Cosechan tomates, cebollas, lechuga, morrones, etc. Todo lo destinan al consumo del hogar.
Afirman sentirse muy satisfechos por eso, porque les ayuda a su economía familiar, pero además porque aún pueden sentir el buen sabor de los vegetales, lo cual no encuentran en los productos que se compran en una verdulería.
Ninguno de ellos tiene conocimientos como para trabajar la tierra a una escala mayor. Angela recuerda que su padre trabajaba en el campo (en Almada).
También nos cuenta que tenía muchos familiares en Almada dedicados al campo y que finalmente todos se vinieron a la ciudad.
Sobre los motivos de tal éxodo, nos comenta que todo comenzó cuando esos pueblos se quedaron aislados, por la falta de transporte y caminos. No tenían modo de mandar sus hijos a la escuela y el campo cada vez rendía menos.

Preguntados sobre si podrían estar dispuestos a trabajar en el campo, Juan y Andrea dicen que podría ser, pero que no tienen conocimiento para ello.
Sin embargo, aceptarían capacitación y lo ven como una buena salida laboral más firme que lo que actualmente hacen.
También afirman que sería necesario contar con las herramientas, al menos para comenzar, como también recalcan la importancia de contar con servicios básicos como electricidad y transporte para moverse y escuelas cercanas para sus hijos.
Andrea y Juan tienen cuatro hijos. Comentan que uno de ellos, que  tiene 18 años, sueña con trabajar en el campo y que le gustan mucho todas las tareas rurales. Nos dicen también que cada vez que puede, se va al campo de una familia amiga y allí se queda ayudándoles y aprendiendo.

Hablamos sobre los agrotóxicos y la falta de cuidado del ambiente. Angela y Ramón afirman que en algunas visitas que han hecho al campo, en la zona de Almada, observan que los arroyos tienen un color verdoso. Recuerdan que antes no era así. Saben que los pesticidas que se usan terminan contaminando el agua de los arroyos y ríos.
“Pero nosotros no le echamos nada a nuestras verduras en la quinta”, dice Angela con orgullo. “Corremos los bichos con las aromáticas y las malezas las sacamos a mano”.
Preguntados si sería posible realizar emprendimientos asociativistas, en conjunto con otros vecinos, trabajando la tierra, nos comentan que alguna vez se intentó en el barrio con un terreno muy grande que había lindero al barrio. La experiencia no fue buena, porque no hubo forma de detener los robos. Ellos trabajaban y por las noches les robaban todo. Otro de los problemas que surgió fueron los conflictos entre los integrantes, porque comenzaron las discusiones porque unos trabajaban muchas horas y otros muy poco, pero a la hora de recaudar era para todos igual. Eso hizo que con el tiempo el proyecto fracasara.

En relación al acceso a la vivienda, todos coinciden que les ha sido muy difícil tener la casa propia y que nunca la hubieran alcanzado si no hubiesen tenido la ayuda del estado.
Coinciden todos en que el sistema de autoconstrucción es una buena idea. De hecho, Angela nos cuenta que tres de sus hijos tienen su casa propia lograda por ese sistema.
El problema es que les llevó muchos tiempo hacerla y mientras tanto ella alojaba en su casa a sus hijos con sus familias. Vivían muy hacinados. “Ahora es un alivio, tenemos la casa para nosotros solos”, dice sonriente.

Sobre su vida en el barrio, Angela y Ramón dicen que no lo dejarían por nada. Vivieron toda su vida allí. Andrea y Juan hace algunos años que llegaron al barrio tras vivir en la zona inundable del barrio Munilla y dicen que, a pesar de las inundaciones, extrañan la forma de vida que tenían allí.

Todos se quejan de los problemas que se han originado en el barrio con las drogas. Hay muchos robos y muchos episodios de violencia. Ellos se sienten afortunados porque sus hijos y nietos (en el caso de Angela y Ramón) no han caído en las adicciones.
También manifiestan su malestar por la presencia de un hogar de recuperación de adictos que se ha instalado en el barrio. Afirman que, por las noches, es un total descontrol y los jóvenes que allí están salen por el barrio a robar lo que sea.
De todos modos, aprecian y agradecen estar allí por tener su casa propia. No hubo ningun comentario respecto de las cosas lindas del barrio.

Encuesta del vivir bien y bello y buen convivir.


15-PARANÁ, AGOSTO.

Siete estudiantes secundarios de Paraná
Curso 6to. Año – Lugar Bº San Agustín Paraná

De los 7 estudiantes sólo 2 son nacidos de Paraná, 3 provenientes de otras provincias y 2 de otras localidades de Entre Ríos. Se entusiasman con la encuesta.

Poseen recuerdos de actividades vinculadas a la tierra especialmente de sus abuelos que criaban animales de corral, vacas, caballos…madrugaban siempre.
La totalidad asegura que en sus domicilios realizan algunas plantaciones como tomates redondos, peritas, cherri, pimientos, lechuga, albahaca, perejil. También manifiestan tener algunos frutales como higuera, vid, limón, mandarina, pomelo…y antes ciruelos y duraznos.
Conocen como medicinal al burro, la salvia, aloe.
Identifican las taperas como el símbolo del éxodo rural
Se muestran a favor de la biotecnología de modo que no afecte la salud, pero además en contra del uso de agrotóxicos.
Respecto de la contaminación “la sufrimos en carne propia con el Arroyo Antoñico sin saneamiento, con basura, abundante vegetación por lo que se pone peligroso, hay alimañas, ratas, cucarachas que afectan la salud de los pobladores”.
Dicen que el Volcadero está un poco más controlado que tiempo atrás. Apuntan su preocupación por los mini y grandes basurales, las cloacas, los asentamientos inhumanos que viven en la más absoluta marginalidad pero con los peligros consabidos como la venta de armas, drogas, robos y arrebatos (de este último conocemos mucho en las cercanías del colegio).
El vecino solidario desapareció, dicen. También dentro de las relaciones familiares, propio de estos tiempos del “sálvese quien pueda”.
La mitad de los encuestados dice que viviría en el campo, la otra lo duda. Cinco tienen padres policías, otro se dedican a la refrigeración, otro es remisero, sólo una madre trabaja casa afuera.
Todos van a seguir estudiando carreras universitarias y/o terciarias. En el curso son 8 en total y comenzaron la secundaria 35 o más.
Aseguran que lo que impide acceder a bienes como la tierra es la falta de ingresos y/o trabajo. Calculan que se necesitarían como mínimo 10 hectáreas y según la actividad que se realice, para desarrollar una actividad vinculada a la producción campesina. Además de tierra, ayuda para comenzar, centros de referencias de la salud, la educación, comunicaciones, agua potable…
El 85% de los encuestados posee vivienda propia pero con muchas limitaciones. Una de las encuestadas manifiesta que viven 9 personas con 3 ambientes (los padres, y una hermana casada con hijo) es decir hacinados.
Lo positivo del barrio: centro de salud, educación, “comisaria”, comercios varios, bibliotecas, centro de recreación de El Sol, medios de comunicación… les gusta la limpieza de los lugares públicos, lo verde, por eso eligen ir al parque Urquiza.
Lo negativo del barrio: inseguridad, injusticia, contaminación, narcotráfico, asentamientos.
Si hubiera condiciones, 3 de los encuestados aseguran que les gustaría vivir en el campo.