16-GUALEGUAYCHÚ AGOSTO.
Encuestados: Juan y Andrea (esposos) y Angela y Ramón
(esposos)
Viven en Barrio La Cuchilla de Gualeguaychú.
Los primeros pobladores del barrio La Cuchilla fueron
vecinos que llegaban desde las zonas rurales.
Al principio, muchos de ellos se dedicaron a la fabricación
de ladrillos, ya que el lugar se los permitía por la gran extensión de terreno
que había en el lugar. Con el correr del tiempo, la zona comenzó a poblarse con
otros vecinos que también llegaban de la zona rural y de las zonas costeras de
la ciudad. Muchos fueron erradicados de las zonas inundables y pasaron a vivir
en La Cuchilla.
Juan y Andrea son una pareja que oscila los 40 años. Juan hace
changas de albañilería y Andrea trabaja como empleada doméstica y percibe la
asignación universal. En tanto Angela y Ramón son adultos mayores, ya
jubilados.
Todos ellos manifestaron tener conocimientos sobre cultivo
de vegetales y crianza de animales.
De hecho, ambas parejas hacen quinta en una porción de
terreno de sus viviendas. Lo hacen a través de programas del INTA, que les
provee semillas dos veces al año.
Cosechan tomates, cebollas, lechuga, morrones, etc. Todo lo
destinan al consumo del hogar.
Afirman sentirse muy satisfechos por eso, porque les ayuda a
su economía familiar, pero además porque aún pueden sentir el buen sabor de los
vegetales, lo cual no encuentran en los productos que se compran en una
verdulería.
Ninguno de ellos tiene conocimientos como para trabajar la
tierra a una escala mayor. Angela recuerda que su padre trabajaba en el campo
(en Almada).
También nos cuenta que tenía muchos familiares en Almada
dedicados al campo y que finalmente todos se vinieron a la ciudad.
Sobre los motivos de tal éxodo, nos comenta que todo comenzó
cuando esos pueblos se quedaron aislados, por la falta de transporte y caminos.
No tenían modo de mandar sus hijos a la escuela y el campo cada vez rendía
menos.
Preguntados sobre si podrían estar dispuestos a trabajar en
el campo, Juan y Andrea dicen que podría ser, pero que no tienen conocimiento
para ello.
Sin embargo, aceptarían capacitación y lo ven como una buena
salida laboral más firme que lo que actualmente hacen.
También afirman que sería necesario contar con las
herramientas, al menos para comenzar, como también recalcan la importancia de
contar con servicios básicos como electricidad y transporte para moverse y
escuelas cercanas para sus hijos.
Andrea y Juan tienen cuatro hijos. Comentan que uno de
ellos, que tiene 18 años, sueña con
trabajar en el campo y que le gustan mucho todas las tareas rurales. Nos dicen
también que cada vez que puede, se va al campo de una familia amiga y allí se
queda ayudándoles y aprendiendo.
Hablamos sobre los agrotóxicos y la falta de cuidado del
ambiente. Angela y Ramón afirman que en algunas visitas que han hecho al campo,
en la zona de Almada, observan que los arroyos tienen un color verdoso.
Recuerdan que antes no era así. Saben que los pesticidas que se usan terminan
contaminando el agua de los arroyos y ríos.
“Pero nosotros no le echamos nada a nuestras verduras en la
quinta”, dice Angela con orgullo. “Corremos los bichos con las aromáticas y las
malezas las sacamos a mano”.
Preguntados si sería posible realizar emprendimientos
asociativistas, en conjunto con otros vecinos, trabajando la tierra, nos
comentan que alguna vez se intentó en el barrio con un terreno muy grande que
había lindero al barrio. La experiencia no fue buena, porque no hubo forma de
detener los robos. Ellos trabajaban y por las noches les robaban todo. Otro de
los problemas que surgió fueron los conflictos entre los integrantes, porque
comenzaron las discusiones porque unos trabajaban muchas horas y otros muy
poco, pero a la hora de recaudar era para todos igual. Eso hizo que con el
tiempo el proyecto fracasara.
En relación al acceso a la vivienda, todos coinciden que les
ha sido muy difícil tener la casa propia y que nunca la hubieran alcanzado si
no hubiesen tenido la ayuda del estado.
Coinciden todos en que el sistema de autoconstrucción es una
buena idea. De hecho, Angela nos cuenta que tres de sus hijos tienen su casa
propia lograda por ese sistema.
El problema es que les llevó muchos tiempo hacerla y
mientras tanto ella alojaba en su casa a sus hijos con sus familias. Vivían muy
hacinados. “Ahora es un alivio, tenemos la casa para nosotros solos”, dice
sonriente.
Sobre su vida en el barrio, Angela y Ramón dicen que no lo
dejarían por nada. Vivieron toda su vida allí. Andrea y Juan hace algunos años
que llegaron al barrio tras vivir en la zona inundable del barrio Munilla y
dicen que, a pesar de las inundaciones, extrañan la forma de vida que tenían
allí.
Todos se quejan de los problemas que se han originado en el
barrio con las drogas. Hay muchos robos y muchos episodios de violencia. Ellos
se sienten afortunados porque sus hijos y nietos (en el caso de Angela y Ramón)
no han caído en las adicciones.
También manifiestan su malestar por la presencia de un hogar
de recuperación de adictos que se ha instalado en el barrio. Afirman que, por
las noches, es un total descontrol y los jóvenes que allí están salen por el
barrio a robar lo que sea.
De todos modos, aprecian y agradecen estar allí por tener su
casa propia. No hubo ningun comentario respecto de las cosas lindas del barrio.
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