jueves, 24 de octubre de 2013

Las cosas que veo


“Parece mentira las cosas que veo por las calles de Montevideo” Finaliza Jaime Roos en Adiós Juventud, para referirse a las cosas que se han ido perdiendo en su ciudad. Estuve una sola vez en Montevideo, pero me encanta la canción y me lleva a parafrasear a su autor… Las cosas que veo, las cosas que he visto en los últimos días en mis pagos, que me llenan el alma de esperanza.
He visto a más de 250 niños y jóvenes del sur entrerriano juntarse para compartir, conocer y celebrar la vida sin que los afecten las pequeñeces de los adultos.
He visto  a una adolescente exponiendo con libertad, fundamento y responsabilidad su pensamiento de disconformidad, más allá de las respuestas burdas e interesadas de algunos supuestos mayores.
He visto a unos tíos viajar más de 3000 km para visitar y hacer felices a sus familiares, más allá del tedio de rutas y climas. Los vi traerse como recuerdo imborrable la emoción de sus sobrinos.
He visto Grandes grupos de gurises larroquenses organizarse, jugar, compartir, desarrollar ideas y arte sin que los desvíen ni los frenen las actitudes ni los intereses de algunos adultos.
He visto a un grupo de amigos y familiares movilizarse pidiendo justicia y rezando por la salud de su amigo, más allá de las tibias idas y vueltas del accionar  de la justicia.
He visto a un grupo de personas preocupadas por la situación de su pueblo debatir con libertad y responsabilidad durante varias horas sin que mediara ningún sueldo ni otro interés económico.
He visto a jóvenes larroquenses participar activamente de competencias deportivas y de conocimiento a nivel provincial y/o nacional, poniendo todo de sí más allá de los resultados.
He visto a dos jóvenes universitarios, hacer un alto en sus estudios para celebrar su matrimonio y comprometerse mutuamente y con su comunidad familiar y de amigos y festejar con ellos de una manera que nos emocionó hasta las lágrimas. Los vi consagrarse a la Virgen con una dulzura que no dejaba dudas de su sinceridad. Los vi iniciar el baile, la fiesta con una zamba ensayada especialmente para agasajarnos y demostrarnos su amor.
He visto una fiesta de amigos y familiares, alegre y sencilla, dulce y amorosa en donde por un invaluable espacio de tiempo nos salimos del tren de la modernidad, de la presión del mercado, de las falacias de la política, de la mordacidad de la crítica, para sentimos una verdadera comunidad, y dejarnos llevar por el tren de la alegría, la presión del abrazo franco, la verdad del rito, del símbolo, de la entrega, la dulzura de la alabanza.
He visto a un entusiasta grupo de mujeres dedicar su esfuerzo, su tiempo y talento cotidianamente para que sus hermanos en situaciones menos ventajosas puedan satisfacer más fácilmente sus necesidades básicas. Las vi esmerarse sin un solo gesto de autopromoción, sin esperar elogios ni reconocimientos.
He visto a un equipo de adultos comprometidos, dejar de lado su tiempo de descanso, de esparcimiento, para brindar un espacio de contención de participación a niños y jóvenes cada semana de cada mes del año, alentándolos aún sintiéndose decaídos, acompañándolos aún sintiéndose solos, orientándolos, cantando sin saber cantar, rezando con más responsabilidad que fe, corrigiéndolos o marcándoles límites con dolor.
He visto a abuelos festejando con gallardía y compartiendo con gratitud cada nuevo año de vida que el Señor les brinda.
He visto a un pueblo vivo y alerta reaccionar ante la estulticia y hacer retroceder un proyecto perjudicial para su salud urbana.
He visto al artista cantar y contar su pueblo con la ternura de un hijo y la precisión de un científico.
Lo dejo a Jaime para finalizar y recuerdo a Tirso que nos habla de Larroque al decir:
“Mi pueblo silba un son, americano son, guarda en su acento los silencios del Chaná.
Mi pueblo tiene voz de primas y tambor…
Pero no habrá en el mundo oro ni latifundio, oro que opaque el himno a la diversidad.
Mi pueblo es más que yo, es más que vos, ¡Gringo y canario!
Chamamé de alpargatas  en mil casitas chatas…
Mi pueblo es una mujer Con ojos de María Esther, sonrisa abierta… Dar para ser.”

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