1. «Laudato si’, mi’ Signore» –
«Alabado seas, mi Señor», cantaba san Francisco de Asís. En ese hermoso cántico
nos recordaba que nuestra casa común es también como una hermana, con la cual
compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus
brazos: «Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual
nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y
hierba»[1].
2. Esta hermana clama por
el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes
que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios
y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón
humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad
que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes.
Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida
y devastada tierra, que «gime y sufre dolores de parto» (Rm 8,22). Olvidamos
que nosotros mismos somos tierra (cf. Gn 2,7). Nuestro propio cuerpo está
constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento
y su agua nos vivifica y restaura.
11. …una ecología integral requiere apertura hacia categorías
que trascienden el lenguaje de las matemáticas o de la biología y nos conectan
con la esencia de lo humano…. Si nos acercamos a la
naturaleza y al ambiente sin esta apertura al
estupor y a la maravilla, si ya no hablamos el lenguaje de la fraternidad y de
la belleza en nuestra relación con el mundo, nuestras actitudes serán las del
dominador, del consumidor
o del mero explotador de recursos, incapaz de poner
un límite a sus intereses inmediatos. En cambio, si nos sentimos íntimamente
unidos a todo lo que existe, la sobriedad y el cuidado brotarán de modo
espontáneo. 11
12. El mundo es algo más
que un problema a resolver, es un misterio gozoso que contemplamos con jubilosa
alabanza.
14. Las actitudes que obstruyen los
caminos de solución, aun entre los creyentes, van de la negación del problema a
la indiferencia, la resignación cómoda o la confianza ciega en las soluciones
técnicas. Necesitamos una solidaridad universal nueva. El
movimiento ecológico mundial ya ha recorrido un largo y rico camino, y ha
generado numerosas agrupaciones ciudadanas que ayudaron a la concientización.
Lamentablemente, muchos esfuerzos para buscar soluciones concretas a la crisis
ambiental suelen ser frustrados no sólo por el rechazo de los poderosos, sino
también por la falta de interés de los demás.
18. Si bien
el cambio es parte de la dinámica de los sistemas complejos, la velocidad que
las acciones humanas le imponen hoy contrasta con la natural lentitud de la
evolución biológica. A esto se suma el problema de que los objetivos de ese
cambio veloz y constante no necesariamente se orientan al bien común y a un
desarrollo humano, sostenible e integral. El cambio es algo deseable, pero se
vuelve preocupante cuando se convierte en deterioro del mundo y de la calidad
de vida de gran parte de la humanidad.
19. Después de un tiempo de confianza irracional en el
progreso y en la capacidad humana, una parte de la sociedad está entrando en
una etapa de mayor conciencia. Se advierte una creciente sensibilidad con
respecto al ambiente y al cuidado de la naturaleza, y crece una sincera y
dolorosa preocupación por lo que está ocurriendo con nuestro planeta.
20. la contaminación que afecta a todos, debida al
transporte, al humo de la industria, a los depósitos de sustancias que
contribuyen a la acidificación del suelo y del agua, a los fertilizantes,
insecticidas, fungicidas, controladores de malezas y agrotóxicos en general. La
tecnología que, ligada a las finanzas, pretende ser la única solución de los
problemas, de hecho suele ser incapaz de ver el misterio de las múltiples
relaciones que existen entre las cosas, y por eso a veces resuelve un problema
creando otros. 20
21. la
contaminación producida por los residuos, incluyendo los desechos peligrosos
presentes en distintos ambientes. Se producen cientos de millones de toneladas
de residuos por año, muchos de ellos no biodegradables: residuos domiciliarios
y comerciales, residuos de demolición, residuos clínicos, electrónicos e
industriales, residuos altamente tóxicos y radioactivos. La tierra, nuestra
casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería. Tanto
los residuos industriales como los productos químicos utilizados en las
ciudades y en el agro pueden producir un efecto de bioacumulación en los
organismos de los pobladores de zonas cercanas, que ocurre aun cuando el nivel
de presencia de un elemento tóxico en un lugar sea bajo.
22. Estos problemas están íntimamente ligados a la cultura del descarte,
que afecta tanto a los seres humanos excluidos como a las cosas que rápidamente
se convierten en basura. Nos cuesta reconocer que el funcionamiento de los
ecosistemas naturales es ejemplar: las plantas sintetizan nutrientes que
alimentan a los herbívoros; estos a su vez alimentan a los seres carnívoros,
que proporcionan importantes cantidades de residuos orgánicos, los cuales dan
lugar a una nueva generación de vegetales. En cambio, el sistema industrial, al
final del ciclo de producción y de consumo, no ha desarrollado la capacidad de
absorber y reutilizar residuos y desechos. Todavía no se ha logrado adoptar un
modelo circular de producción que asegure recursos para todos y para las
generaciones futuras, y que supone limitar al máximo el uso de los recursos no
renovables, moderar el consumo, maximizar la eficiencia del aprovechamiento,
reutilizar y reciclar.
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