Días atrás realizamos el 12do encuentro de este ciclo “Pensando en
Larroque”, que ya va llegando a su fin.
En
este caso contamos con la participación de Daniel Tirso Fiorotto, licenciado en
Comunicación, periodista del diario Uno, colaborador de Análisis y otros
medios, esposo y padre de familia, oriundo de estos pagos y residente actual en
Paraná, miembro fundador y presidente del Centro de Estudios “Junta Abya Yala
por los Pueblos Libres” y amigo de Mingaché entre muchos otros datos de un
frondoso currículo, pero sobre todo un lúcido pensador de las cosas que nos
pasan a los habitantes de Nuestra América en general y a los entrerrianos en
particular, un incansable divulgador de las verdades históricas, actuales y
ambientales, generador de ideas superadoras para la comunidad y denunciante
crítico del establishment corporativo.
Como
viene ocurriendo en cada uno de los encuentros, nuestro visitante nos mostrará
a Larroque desde un punto de vista marcadamente diferente al de los demás
disertantes, en un apreciable aporte a la diversidad a la vez que a la búsqueda
de “lo comunitario”.
Comienza invitándonos a no encerrarnos en
localismos, “nuestras ciudades no se explican solas” nos dice, “es un defecto
que tenemos, en todos lados, el pensar que podemos explicar todo ‘entre
bulevares’.”
Si hiciéramos una encuesta en Paraná, o en
Larroque, nombrando 50 problemas que nos preocupen, encontraríamos que son los
mismos que en la mayoría de nuestras ciudades; sin embargo pocos hablarían de
los asuntos realmente importantes como el capitalismo por ejemplo o el
federalismo, que inciden sobre el resto.
La ciudad tiene singularidades, matices
que le dan vida propia pero no identidad suficiente para explicarse aislada del
contexto.
Soy de la tierra de Juan L. Ortiz, de
Andrade; los problemas de Gualeguaychú son los de Larroque, los de Larroque son
los de Gualeguay; la misma Entre Ríos, provincia empobrecida que tal vez un día
vuelva a ser autónoma, no se explica a sí misma sin santa Fe, sin Corrientes,
sin la Banda Oriental.
En el contexto histórico pasa lo mismo, Larroque no nació hace
100, tenemos 13000 años aquí, en los que se han encontrado vestigios de seres
humanos.
La nuestra es una comunidad criolla y
canaria, profundamente oriental, y con afluencias de otras nacionalidades. En
nuestros rostros está el charrúa, el gaucho que luchó por el federalismo que
hoy es letra muerta de la Constitución.
Es cierto que el ferrocarril fue una herramienta extraordinaria,
pero no nacimos con él. Tenemos abuelos canarios, criollos, africanos,
charrúas, chanás, guaraníes, abuelos que habitaron este suelo mucho tiempo
antes de la llegada del tren, no podemos limitarnos.
Lo mismo en lo económico… la clase media
no puede creer que ella es la identidad, sería un grave error… “En la escuela,
conmigo, empezamos 50 compañeros diversos, y terminamos en el secundario casi
sólo los gringos”… y a veces creemos que es por mérito nuestro, sin darnos
cuenta que es culpa de un régimen discriminador, eurocentrado.
Somos producto de una tremenda injusticia que seguimos
reproduciendo de generación en generación y la naturalizamos, una mentira
inventada por Europa que nos cuesta quitarnos de encima.
Debemos ver a Larroque en su contexto: Entre Ríos, la Liga de los
Pueblos Libres, el litoral, el Abya Yala. La Argentina ha tenido y sigue
teniendo su mirada puesta en Europa, mucho más que los demás pueblos de la
región y eso nos hace poco queridos en el continente… una deformación de siglos
nos hace ver como extranjeros a orientales, paraguayos, bolivianos… Pero la
unidad no está en el idioma solamente, la unidad del Abya Yala no la produce la
colonización europea, esa invasión; está en las culturas ancestrales, en las
formas solidarias de vida, en el respeto por el ambiente, la armonía en el
paisaje.
Habla de términos como sumak kawsay (vivir
bien), jopói (mano abierta mutuamente).El invasor trajo el individualismo, el
capitalismo, la ganancia, la competencia. Con la invasión llegan el capitalismo
y la esclavitud. Borraron las culturas y se adueñaron de la tierra. Sin
embargo, hay finas raíces que no lograron cortar del todo, que podemos
recuperar.
“¡Ay de los que juntan casa con casa y
heredad tras heredad…! ¿Habitarán solos la tierra?” cita de memoria los Ayes
contra los impíos del Libro de Isaías…. pero, agrega, en la Argentina, y
principalmente en Entre Ríos, los latifundistas acumulan tierras
pero no viven aquí… Nuestra provincia es la más expulsora de sus habitantes,
afirma, comparando censos y cifras relativas a crecimiento demográfico en la
Argentina.
Algunos servicios no ayudan mucho para la
comprensión, el periodismo, por caso, muy dependiente del capital porque se
sostiene con propaganda, nos
hace naturalizar la expulsión; así es que el destierro no nos hiere el corazón…
siempre encontramos una excusa para acusar al expulsado…. pero la realidad es
que la estructura económica destierra a 40 personas por día.
Olvidamos a los que se van, eso nos pasa a muchos, aceptamos este
flagelo como normal. El latifundio es una rémora que expulsa a sus hijos… cita
a Arturo Capdevilla. “La tierra en que se nace no es una madre, es una novia, y
está pidiendo desposorio. Más en donde la tierra yace en la esclavitud estas
nupcias con el trabajo son imposibles; la tierra espléndida se queda triste y
el novio magnífico se va”.
No podemos explicar Larroque si no aceptamos que Larroque es una
zona, un pueblo que expulsa a sus hijos, un pueblo que hoy debería tener 15000
habitantes (si hubiera seguido la media nacional) y tiene poco más de 6000.
Hay que verlo en su zona, en la provincia, en el departamento.
El desarraigo hace que se pierdan tejidos
de conocimientos, conocimientos que venían de antiguo, modos de vida, modos de
relación (además de la técnica).
Muchos fueron expulsados afuera del territorio, otros viven
también desarraigados en barrios marginales de las grandes ciudades, sin
expectativas, sin trabajo, cuando la tierra está deshabitada, y sus dueños son
terratenientes, multinacionales… el capital financiero con los pooles. Nosotros
somos sus siervos.
Larroque no logra tomar conciencia de la gravedad de la expulsión
por la llegada del campesino de los alrededores.
No debemos creer el
cuento europeo de la propiedad absoluta que destruye el paisaje y expulsa al
hombre.
Mi visión no es catastrófica, aclara, pero creo que debemos
sentarnos a pensar qué carajo hemos hecho con nuestra región. Nos peleamos por
diferencias partidarias menores sin descubrir lo que permanece… y lo que
permanece es Monsanto, Wallmart… muchos políticos son sólo sus gerentes. El que
manda es el capital financiero que compite en completa desigualdad.
Debemos tomar conciencia de que no hay
lugar para la convivencia con el capital financiero… ellos o nosotros… porque
ya nos declararon “zona de sacrificio”. Los capitales: Monsanto, Syngenta,
Wallmart, Cargill…. arreglan y nos expulsan… No quedan ya ni las taperas porque
las entierran.
Con mi padre vivíamos en el campo, mi padre guardaba una semilla
para la siembra del próximo año; hoy, 30 años después no queda nadie, los
caminos son intransitables (nada de esto es casualidad), la semilla que se
guarda no sirve y hay que comprar otra (y encima la quieren patentar, le
introducen cambios genéticos para hacernos dependientes). A las tierras de
Entre Ríos las compran otros, pero no el campesino; evidentemente molestamos y
se ha abierto el gallinero a los zorros.
Cristina (la Presidente Fernández) puede ser una ricachona
soberbia, pero no es nada comparada por ejemplo con los hermanos Walton… Y a
Wallmart lo trajeron los radicales y lo expandieron los peronistas. Aquí se
explaya sobre el parasitismo de las multinacionales.
Al tiempo que señala condiciones propias
de los larroqueños vinculadas al deporte, la música y otras artes, apunta
que el poder político de Larroque también en algunos casos se muestra como
medio corrupto y medio sojero… pero es que la soja vino a fijar un modelo
corrupto.
Tenemos que buscar
soluciones pero no podemos hacerlo si no descubrimos nuestra identidad. No
puede seguir pasando que por aceptar eso de la ganancia como motor de la
economía, destruyamos todo.
Somos víctimas de la propaganda, de la promoción expresa, pero
también de la escuela y la familia y la iglesia… Todas estructuras que
naturalizan un sistema oprobioso.
Estamos metidos en una red con la que
colaboramos consumiendo, con consumos suntuarios… pero tiene que haber algo en
nosotros que nos permita responder, tomar conciencia.
El antropocentrismo importado de Europa nos lleva a la ruina,
somos reyes y nos tomamos las atribuciones, destruimos el monte, la
biodiversidad, los humedales el suelo, las comunidades… Pero en el Abya Yala
había otras costumbres, otro modo de interpretar la realidad: no era necesario
acumular porque el otro siempre podía auxiliarme… vivir bien no era (no es)
vivir mejor que el otro sino con el otro... el hombre en armonía con el
entorno, no por encima, pidiendo permiso.
Vivimos en una región guaranítica que pudo llamarse Paraguay o
Uruguay… por Rocamora se llama Entre Ríos (un bonito nombre) pero nuestros
pueblos tienen nombres impuestos, extranjeros y en algunos casos inaceptables
(como Los Conquistadores). El nombre impuesto suma al desarraigo. No recordamos
nombres de aquellos que resistieron durante trescientos años la invasión, al
genocidio. Aún si no nos quedaran alternativas a la servidumbre, debemos ser
conscientes de ello.
Debemos recuperar los conocimientos que
quedan, nos dice con entusiasmo, rescatar el arte, el folclore, la tradición
con su sentido profundo de sabiduría… la gauchada… el mate, que genera un
ámbito de conocimiento, de amistad, de reunión, donde no se puede macanear
porque estamos respirando el mismo aliento de nuestros antepasados, el mate que
trasciende las fronteras ficticias creadas por la oligarquía, pero también las
fronteras del tiempo.
A
partir de aquí la reunión se abre al aporte de anécdotas de los participantes,
se sirven algunas delicias caseras y de las otras y el diálogo transcurre por
diversos temas que obviaremos por razones de espacio.
Finalizamos
con guitarreada incluida cerca de las tres de la mañana.
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