HAMBRE DE PAN… DE VERDAD Y DE RESPETO
Respaldamos absolutamente al Papa Francisco en
cuanto a que, resulta inmoral e inadmisible, que haya quienes sufran hambre. Estamos
convencidos de que el hambre en el mundo es un flagelo provocado por el
capitalismo globalizado, tanto como por la codicia humana, y creemos como
tantas personas preocupadas por esta situación, que debemos esforzarnos para que
pueda ser erradicado. Compartimos, asimismo, de modo vehemente sus conceptos emitidos
en la jornada por la paz mundial:
“En particular, el sector agrícola es el sector
primario de producción con la vocación vital de cultivar y proteger los
recursos naturales para alimentar a la humanidad. A este respecto, la
persistente vergüenza del hambre en el mundo me lleva a compartir con ustedes
la pregunta: ¿cómo usamos los recursos de la tierra? Las sociedades actuales
deberían reflexionar sobre la jerarquía en las prioridades a las que se destina
la producción. De hecho, es un deber de obligado cumplimiento que se utilicen los
recursos de la tierra de modo que nadie pase hambre. Las iniciativas y las
soluciones posibles son muchas y no se limitan al aumento de la producción. Es
de sobra sabido que la producción actual es suficiente y, sin embargo, millones
de personas sufren y mueren de hambre, y eso constituye un verdadero escándalo.
Es necesario encontrar los modos para que todos se puedan beneficiar de los
frutos de la tierra, no sólo para evitar que se amplíe la brecha entre quien
más tiene y quien se tiene que conformar con las migajas, sino también, y sobre
todo, por una exigencia de justicia, de equidad y de respeto hacia el ser
humano. En este sentido, quisiera recordar a todos el necesario destino
universal de los bienes, que es uno de los principios clave de la doctrina
social de la
Iglesia. Respetar este principio es la condición esencial
para posibilitar un efectivo y justo acceso a los bienes básicos y primarios
que todo hombre necesita y a los que tiene derecho”.
Como grupo humano y activista movido por fuertes motivaciones sociales y
especialmente morales, como Grupo de Reflexión Rural de la República Argentina
que se propone generar nuevos pensamientos, proponemos que la Iglesia , y particularmente
el Vaticano, establezca los debates necesarios acerca de cómo combatir el
hambre en el mundo a partir del pensamiento inspirado de Francisco, pero
recomendaríamos que esos debates sean encarados a partir de análisis críticos
sobre las causas sistémicas que lo generan, y que se eviten las miradas urbanas
y superficiales, cuando no meramente académicas, que son las que pareciera, suelen
primar cada vez que el tema sale a debate.
Comencemos reconociendo que, en el mundo globalizado,
los alimentos que el hombre necesita para vivir y desarrollarse han devenido en
francas mercancías. Su producción y comercialización corresponden cada vez más,
a gigantescas empresas guiadas tan sólo por el lucro y la ganancia que han
terminado apoderándose de la mesa familiar y de todo lo que comemos. La antigua capacidad de cada uno de proveer a
su propia alimentación ha sido gradualmente reemplazada por entidades e
instituciones encargadas de “dar de
comer”. Así, de esa manera, lo que en el mandato bíblico pudo ser una
situación absolutamente excepcional, se ha convertido en atribuciones propias del
mercado, cuando no también, de los mismos gobernantes que utilizan esta
capacidad del Estado de dar de comer para generar políticas que asistencializan
e invalidan a los necesitados y les
expropian el poder que tuvieran alguna vez, cuando fueron autónomos en proveer
a su propia alimentación o a una parte significativa de ella.
Esos alimentos mercancías son hoy gracias a las
empresas corporativas que guían los mercados, objetos de procesos de escala
gigantesca. A la producción masiva de
animales en encierro, sometidos a una crueldad funcional inaudita, se le suma
la alimentación con balanceados industriales y el uso intensivo de fármacos,
hormonas y antibióticos de todo tipo, de tal manera que, más que alimentarnos
terminan enfermando a quiénes los consumen. Lo mismo ocurre con los cereales,
con las legumbres y en general con todos los frutos de la tierra producidos ahora,
en escala industrial y abrumadora mediante brutales procesos de agriculturización que
deterioran y envenenan los suelos con ingentes cantidades de agrotóxicos. Este
sistema es guiado por visiones cada vez más tecnocráticas, con fertilizantes
químicos y semillas genéticamente modificadas. Que el hambre en el mundo no vuelva
a ser excusa para alimentar nuevamente desde estrados académico religiosos el
hambre insaciable de ganancias de los nuevos poderes corporativos
Biotecnológicos…
Creemos, asimismo, que no es propicio abordar
el tema del hambre comenzando con ilustraciones sobre las nefastas
consecuencias del consumo desproporcionado de comida en algunos lugares del
Planeta en que la norma sería la disipación y el desenfreno. Esa mirada a fuer
de sesgada y urbana, pone siempre el énfasis en el desperdicio en destino e
ignora o invisibiliza los modos de producir y los desperdicios en origen. Y con
esto nos referimos a la ruralidad en desmedro de cosmovisiones urbano fabriles
cada vez más hegemónicas. Una perspectiva semejante basada en los desperdicios,
más allá de que aquellas situaciones de hiperconsumismo impliquen explícitas
profanaciones y desprecio por los seres humanos y por el trabajo del hombre en
general, podrían colaborar a sugerir soluciones a partir de mejores distribuciones de las mercancías
producidas por los grandes conglomerados corporativos. Estamos convencidos de que
esa mejor distribución, aún de poderse lograr, tampoco solucionaría el problema
del hambre y de la desnutrición que enfrenta la humanidad. El crimen del mundo
globalizado es la industrialización
masiva de alimentos, su creciente encarecimiento, el que obligue a la ingesta
inexorable de comida chatarra, el que conduzca a la apropiación de las materias
primas y de los territorios, al uso generalizado de publicidad y de packaging
suntuario, y al concepto de valor agregado, cuando en definitiva, lo que se
agrega son solamente costos y precios por gastos de energía y enormes traslados
que, al fin y al cabo, sólo garantizan la monopolización de la producción de
alimentos en manos de la agroindustria, pero nunca una mayor calidad
nutricional ni ecológica.
Por todo ello, pensamos que será consecuente
con nuestras creencias religiosas y o sociales, tanto como con nuestros
intereses de poder comer alimentos sanos y nutritivos, si en el debate de la Iglesia , y de Caritas
particularmente, se encara a los alimentos como productos de la Cultura , frutos del
trabajo y de la correspondencia humana con el mundo natural que, en definitiva,
refiere al milagro de la
Creación. Así entendido, salta a la luz que hasta aquellos
que tienen más dinero para consumir e inclusive, que pueden permitirse desaprovechar
los alimentos que compran en exceso, guiándose por las publicidades y el afán
de consumir y que eligen por las marcas aquellos alimentos industrializados que
proveen los supermercados suelen sufrir, también, las epidemias modernas propias
del consumismo y de la ingesta de comida chatarra. Nos parece importante enfatizar que las
miradas que se aferran a las consecuencias inmediatas y que desconocen las causas profundas del
hambre en el mundo, como aquellas otras que se engañan creyendo que la
incorporación de tecnologías que prometen aumentar al infinito las actuales producciones,
podrían resolver el problema, resultan ser, a corto plazo, absolutamente
funcionales al sistema implantado y no hacen sino agravar la situación de aguda
desprotección y vulnerabilidad alimentaria en que permanece sumergida gran
parte de la población del Planeta.
Recordemos el modo en que Caritas Argentina
respondió a la angustiante hambruna vivida en el país a partir de la debacle
económica de finales del año 2001. Luego del saqueo de los supermercados, y
cuando el hambre era un fantasma que recorría
insomne las periferias urbanas de indigencia, en los comedores de
Caritas Argentina se distribuía como alimento para los pobres y desesperados la
misma soja transgénica que se exportaba para los cerdos de China y de Europa. ¡Qué
paradoja tan siniestra aquella! Esa misma soja que necesitada de territorios
vacíos, que forzó los desplazamientos indígenas y campesinos, que contribuyó a
su pobreza, a su hambre y a su dependencia de políticas asistenciales, se
distribuía entonces entre ellos, como único alimento… Y se distribuyó, además,
de manera porfiada por años y bajo justificaciones caritativas, pese a que
públicamente numerosas voces incluso oficiales, denunciaran la indiscutida peligrosidad
de la ingesta de Soja, especialmente por parte de menores, de embarazadas, de
ancianos y de sujetos con defensas disminuidas, como los enfermos.
Esas bolsas de soja GM las donaban los productores agrarios para
apagar las llamas del desorden social, pero ocurría que, era la misma soja
causante de la catástrofe que se vivía, tanto del desempleo masivo en la
agricultura, cuanto del despoblamiento de enormes sectores rurales obligados a
emigrar a los cordones urbanos de extrema pobreza. Ese daño no solo no ha sido revisado, sino
que permanece en la oscuridad de lo que no se menciona, de lo que se prefiere
olvidar... Pero no es barriendo bajo la alfombra lo que nos avergüenza el modo en que podremos aportar a
resolver el hambre en el mundo. Todo lo contrario, el silencio sobre aquellas
actividades benéficas que daban por cierto que los OGM podrían ser una comida
válida para los pobres y hambrientos de la Argentina en estado de emergencia, se encuentra
avalada todavía por prominentes miembros
de las Academias Pontificias que, lamentablemente, están convencidos, pese a
las repetidas evidencias de lo contrario, de que las propuestas de la ciencia empresarial y de
las Corporaciones Biotecnológicas, podrían resolver los problemas alimentarios
de la Humanidad.
Para aclarar nuestra reflexión sobre cómo encarar
el debate del hambre, proponemos indagar críticamente al libre comercio y a la
creciente especulación financiera sobre el precio de los alimentos, así como a la
aparición de fondos buitres en las Bolsas de Cereales y comodities, que
desvirtúan terriblemente el poder de compra de los países periféricos.
Deberíamos considerar los riesgos a que nos someten las Corporaciones
Biotecnológicas con los OGM nunca suficientemente investigados. Nos debemos un debate acerca de la actual
agricultura química adicta al derroche
de agua y de petróleo, al patentamiento de las semillas, al acaparamiento
empresarial de tierras o landgrabbing,
la especulación de mercado y al rol de las instituciones transnacionales
como las causas del hambre y de otras tales como el éxodo a las periferias
urbanas y la megalopolización compulsiva del planeta. No quedan fuera de estas consecuencias, el
tráfico de seres humanos, las epidemias de obesidad y otras enfermedades propias
del llamado Progreso, la aceptación generalizada de la explotación humana sobre
otros humanos y el imperio de la diversidad sobre la certeza de cuanto nos es
común como seres humanos. Y para concluir esta penosa lista de situaciones atroces
y como si no bastara con lo expuesto, se suma el Cambio Climático y la
devastación creciente de la
Naturaleza por parte de las Corporaciones transnacionales...
Debemos volver a sistemas de agricultura natural, debemos revisar de
manera radical los criterios de urbanización así como contemplar el retorno de
las sociedades a una necesaria ruralidad como camino para la recuperación de lo
humano con arraigo a la tierra, a una Cultura con mayúscula y a la producción de alimentos sanos. Necesitamos repoblar
los campos con familias y multiplicar los mercados de cercanías, mercados dónde
no exista un descarte que no sea inmediatamente
reciclado de manera ecológica, mercados a granel y sin packaging, y en un mundo
dónde el petróleo se termina o encarece, sin cadenas de frío, largos costosos
transportes, ni mayores gastos energéticos. Necesitamos que cada ser humano
recupere su capacidad e inventiva para producir al menos una parte mínima de lo
que consume, que podamos recuperar los patrimonios culturales, tanto como las
antiguas tradiciones culinarias y las
especies alimentarias autóctonas, que podamos rescatar los herbarios
medicinales y las semillas locales. Debemos lograr que la Agricultura y los
alimentos salgan de la OMC.
y dejen de ser mercancías para la especulación... Alguna vez San
Pablo expresó: “Que por eso naciste desnudo y con dos
manos para que cubras tu desnudez con el trabajo de tus manos y te procures la
comida con tu inventiva eficaz. El trabajo será también tu baluarte”.
Vivimos horas decisivas para
la humanidad. Los Cambios Climáticos producidos por el afán inagotable de poder
y de ganancias, la creciente contaminación, las crisis financieras y las
guerras multiplican cada día, las amenazas globales. No tendremos
demasiadas oportunidades de modificar
nuestras prácticas erróneas, ya que los procesos ecológicos que nos sostienen
como humanidad amenazan con escapar a toda posibilidad de ser encauzados. No
debemos entonces, volver a equivocarnos. El mundo confía en que la autoridad
moral de los líderes religiosos ponga freno a esas amenazas y abra nuevos
horizontes de esperanza para una humanidad angustiada, no solamente por el
hambre de alimentos, sino también por la necesidad de arraigo y de vivir en
comunidad. No la defraudemos.
GRR
Grupo de Reflexión Rural
6
de Enero de 2014 Buenos Aires Argentina
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